Leiomiomas uterinos (tumor fibroide)

Los leiomiomas del útero, también conocidos como tumores fibroides, son la forma más frecuente de neoplasia benigna que afecta al tracto genital femenino. Estos tumores, que se originan en el músculo liso del útero, son lesiones de características bien definidas: tienen una apariencia redondeada, son firmes al tacto y pueden presentarse de manera múltiple. Su estructura se compone principalmente de tejido muscular liso y fibras de tejido conectivo, lo que les confiere una consistencia firme y una capacidad de crecimiento localizada.
Aunque se consideran tumores benignos, los leiomiomas pueden generar síntomas significativos en algunas mujeres, dependiendo de su tamaño, número y localización dentro del útero. Estos tumores pueden ser asintomáticos en muchos casos, pero en otros, pueden ocasionar dolor pélvico, sangrados uterinos anormales, infertilidad o complicaciones durante el embarazo, como aborto espontáneo o partos prematuros.
La clasificación de los leiomiomas uterinos generalmente se realiza según su ubicación anatómica dentro del útero. Existen cuatro tipos principales, que se describen a continuación:
- Leiomiomas intramurales: Son los más comunes y se encuentran dentro de la pared muscular del útero. Estos tumores no sobresalen hacia la cavidad uterina ni hacia el exterior, pero pueden provocar distorsión del útero, lo que puede afectar su capacidad para contraerse de manera eficiente o alterar la función reproductiva.
- Leiomiomas submucosos: Estos se desarrollan justo debajo del revestimiento interno del útero (endometrio) y pueden protruir hacia la cavidad uterina. Los miomas submucosos son de particular interés debido a su capacidad para causar alteraciones menstruales, como sangrados abundantes o prolongados, y a menudo están relacionados con infertilidad. Algunos de estos miomas pueden ser pedunculados, lo que significa que están sujetos a un pequeño tallo o pedículo que les permite desplazarse hacia el cuello uterino y, en algunos casos, descender hacia la vagina.
- Leiomiomas subserosos: Se desarrollan en la capa externa del útero, debajo de la serosa, que es la capa más externa que recubre el órgano. Estos miomas pueden proyectarse hacia la cavidad abdominal y, aunque suelen ser asintomáticos, su tamaño puede generar presión sobre órganos cercanos, como la vejiga, el recto o los uréteres, causando dolor o dificultades para orinar o evacuar.
- Leiomiomas cervicales: Son aquellos que se desarrollan en el cuello del útero. Este tipo de mioma puede causar obstrucción en el canal cervical, dificultando el paso de los espermatozoides o de un embrión hacia el útero, lo que puede contribuir a problemas de fertilidad. También pueden interferir con el proceso de parto, ya que su presencia puede dificultar la dilatación cervical durante el trabajo de parto.
Aunque la causa exacta de los leiomiomas uterinos aún no se comprende completamente, se sabe que están influenciados por hormonas, especialmente el estrógeno y la progesterona, que promueven el crecimiento de las células del músculo liso. Se ha observado que los miomas son más prevalentes en mujeres en edad fértil y que tienden a disminuir de tamaño después de la menopausia, cuando los niveles hormonales disminuyen significativamente. Factores genéticos y ambientales también juegan un papel importante en su desarrollo, lo que sugiere que puede haber una predisposición hereditaria.
Manifestaciones clínicas
En las pacientes no embarazadas, los leiomiomas uterinos son, en muchos casos, asintomáticos, lo que significa que las mujeres pueden tener miomas sin experimentar síntomas evidentes. De hecho, muchos de estos tumores se descubren de manera incidental durante exámenes ginecológicos de rutina o a través de pruebas de imagen realizadas por otros motivos. Sin embargo, en aquellos casos en los que los miomas causan síntomas, las manifestaciones clínicas más comunes son el sangrado uterino anómalo y el dolor o la presión pélvica.
El sangrado uterino anómalo (también conocido como hemorragia uterina anormal) es uno de los síntomas más frecuentes que lleva a las mujeres a buscar atención médica. Este síntoma puede manifestarse de varias formas, como sangrados menstruales más abundantes o prolongados de lo normal, sangrados intermenstruales (sangrado fuera del ciclo menstrual), o incluso sangrados entre ciclos menstruales. El sangrado excesivo o irregular puede estar relacionado con los miomas submucosos, que se desarrollan justo debajo del revestimiento interno del útero y pueden distorsionar el endometrio, lo que resulta en una función uterina alterada. Este tipo de sangrado puede ser debilitante y afectar la calidad de vida, causando anemia debido a la pérdida constante de sangre, así como fatiga y malestar general.
El dolor o la presión pélvica es otro síntoma común asociado a los leiomiomas. Este dolor se puede presentar como una sensación de pesadez o presión en la parte baja del abdomen y la pelvis, y puede variar desde una molestia ligera hasta un dolor intenso y constante. El dolor pélvico puede ser causado por varios factores relacionados con el tamaño y la ubicación de los miomas. En algunos casos, los miomas pueden comprimir órganos cercanos, como la vejiga, el recto o los uréteres, lo que da lugar a dolor, dificultad para orinar o evacuar, y en ocasiones, infecciones recurrentes del tracto urinario. Además, los miomas grandes o múltiples pueden distorsionar la anatomía del útero, afectando su capacidad de contraerse de manera eficiente, lo que puede provocar dolor durante el ciclo menstrual o molestias durante las relaciones sexuales.
En algunos casos, los miomas pueden sufrir degeneración, un proceso en el que las células tumorales no reciben suficiente suministro sanguíneo debido a su tamaño o al crecimiento rápido. Esto puede llevar a la necrosis (muerte celular) en el centro del tumor, lo que desencadena un intenso dolor pélvico. La degeneración de un mioma puede ser especialmente dolorosa y se caracteriza por un dolor abdominal súbito y severo, que a menudo requiere tratamiento médico para aliviar el malestar.
Otro fenómeno que puede ocurrir en los miomas subserosos es la torsión. Los miomas subserosos son aquellos que se desarrollan en la capa externa del útero y, si son pedunculados (es decir, tienen un tallo delgado que los une al útero), pueden girar sobre su base, lo que resulta en una torsión. Este giro puede interrumpir el flujo sanguíneo hacia el tumor, lo que conduce a necrosis (muerte celular) y dolor intenso. La torsión de los miomas subserosos pedunculados es un evento relativamente raro, pero cuando ocurre, el dolor es súbito y agudo, y puede ser acompañado de síntomas adicionales como náuseas y vómitos debido a la irritación peritoneal (inflamación de la membrana que recubre la cavidad abdominal). La torsión es una complicación quirúrgica urgente que generalmente requiere intervención para aliviar el dolor y prevenir la necrosis extensa.
Exámenes diagnósticos
El diagnóstico de los leiomiomas uterinos se basa en una combinación de evaluación clínica y pruebas diagnósticas. Los síntomas más comunes de estos tumores, como el sangrado uterino abundante, pueden llevar a la identificación de complicaciones adicionales, como la anemia por deficiencia de hierro. Este tipo de anemia se desarrolla cuando la pérdida crónica de sangre, especialmente debido a sangrados menstruales excesivos, agota las reservas de hierro en el cuerpo. La anemia puede manifestarse a través de síntomas como fatiga, debilidad, palidez y mareos, lo que resalta la importancia de un diagnóstico y tratamiento oportunos para prevenir efectos secundarios adicionales en la salud general de la paciente.
En cuanto a los exámenes diagnósticos, el primero en la lista y más utilizado es la ecografía ultrasonográfica, que se considera una herramienta no invasiva y efectiva para confirmar la presencia de miomas uterinos. A través de este examen, los médicos pueden visualizar la estructura del útero y detectar la existencia de masas anormales, como los miomas, así como su número, tamaño y ubicación. Este método también permite realizar un seguimiento secuencial de la evolución de los miomas a lo largo del tiempo, observando cualquier cambio en su tamaño o características. La ecografía es particularmente útil para detectar miomas subserosos (que crecen en la capa externa del útero) e intramurales (que se localizan dentro de la pared muscular del útero), aunque su capacidad para identificar miomas submucosos (localizados debajo del revestimiento del útero) es más limitada.
Para obtener una imagen más detallada y precisa de los miomas, especialmente cuando estos son intramurales o submucosos, se puede recurrir a la resonancia magnética. Esta técnica de imagen avanzada permite una visualización de alta resolución que puede delinear con precisión la ubicación, el tamaño y las características de los miomas dentro del útero. La resonancia magnética es especialmente útil en casos complejos donde se necesita evaluar de manera minuciosa la relación de los miomas con las estructuras adyacentes, así como el suministro sanguíneo uterino. Esto resulta fundamental en procedimientos terapéuticos, como la emboliación de la arteria uterina, que es un tratamiento utilizado para reducir el tamaño de los miomas al interrumpir su suministro sanguíneo. La resonancia magnética proporciona la información necesaria para determinar si un mioma es adecuado para este tipo de intervención, dado que una correcta evaluación de su irrigación sanguínea es esencial para el éxito del procedimiento.
La histerografía, que implica la utilización de un medio de contraste para visualizar la cavidad uterina mediante radiografía, y la histeroscopia, que permite una inspección directa del interior del útero mediante un endoscopio, son técnicas adicionales que se emplean para la evaluación de miomas en ubicaciones específicas. La histeroscopia, en particular, es muy útil para confirmar la presencia de miomas submucosos o cervicales, ya que este procedimiento permite ver directamente las masas tumorales dentro de la cavidad uterina. Los miomas submucosos, al protruir hacia la cavidad uterina, pueden causar sangrados anormales y pueden ser observados visualmente durante una histeroscopia. Además, la histeroscopia puede ser utilizada para tratar los miomas de forma quirúrgica mediante la resección de los mismos, si es necesario.
Diagnóstico diferencial
El diagnóstico de los leiomiomas uterinos debe ser realizado con un enfoque exhaustivo, dado que existen diversas condiciones médicas que pueden presentar síntomas similares o alterar la anatomía del útero de manera que se asemeje a los miomas. De esta manera, es fundamental llevar a cabo un diagnóstico diferencial adecuado para evitar errores en el diagnóstico y garantizar un tratamiento oportuno y efectivo.
Los leiomiomas uterinos pueden provocar un agrandamiento del útero, especialmente cuando son múltiples o de gran tamaño. Sin embargo, este agrandamiento suele ser irregular debido a la localización y distribución de los miomas dentro del útero. Por otro lado, el embarazo también puede dar lugar a un agrandamiento del útero, pero en este caso, la expansión del útero es generalmente simétrica y ocurre de manera progresiva durante la gestación. El diagnóstico diferencial entre un agrandamiento uterino relacionado con miomas y uno relacionado con un embarazo debe incluir la evaluación de la historia clínica de la paciente, como la presencia o ausencia de signos de embarazo, y la confirmación a través de pruebas específicas como las pruebas de embarazo (por ejemplo, análisis de sangre o de orina para detectar la hormona gonadotropina coriónica humana).
Además, la adenomiosis, que implica la presencia de tejido endometrial dentro de la pared muscular del útero (miometrio), también puede causar un agrandamiento uterino difuso e irregular. A diferencia de los miomas, que son tumores bien definidos, la adenomiosis produce una expansión más uniforme y difusa de la pared uterina, a menudo acompañada de dolor pélvico y sangrados menstruales anormales. La adenomiosis suele ser más común en mujeres mayores de 40 años y puede confundirse con los miomas en los exámenes clínicos iniciales. Para diferenciar ambas condiciones, se suelen utilizar técnicas de imagen, como la resonancia magnética o la ecografía, que pueden mostrar las características específicas de cada patología.
Los miomas subserosos son aquellos que crecen en la capa externa del útero y, a menudo, pueden proyectarse hacia la cavidad abdominal. Debido a su localización, pueden causar síntomas como dolor o presión abdominal, y en algunos casos, pueden confundirse con tumores ováricos. Sin embargo, los tumores ováricos y los miomas subserosos tienen características distintas en cuanto a su localización y estructura. Los tumores ováricos generalmente se encuentran en los ovarios, y su tamaño y forma pueden variar considerablemente. Los exámenes de imagen, como la ecografía y la resonancia magnética, pueden ayudar a distinguir entre un mioma subseroso y un tumor ovárico, ya que los miomas uterinos se originan en la pared uterina y, por lo general, se pueden identificar como masas bien delimitadas en la cavidad uterina, mientras que los tumores ováricos aparecen en los ovarios y tienen una morfología diferente.
El leiomiosarcoma es un tumor maligno raro que también se origina en el músculo liso del útero, pero a diferencia de los miomas, tiene características cancerosas. Este tipo de tumor es muy poco frecuente, representando aproximadamente el 0.5% de las mujeres que son sometidas a cirugía por miomas. Aunque los leiomiomas son benignos, el leiomiosarcoma presenta un comportamiento agresivo, con capacidad para invadir tejidos circundantes y para diseminarse a otras partes del cuerpo. A menudo, se diagnostica cuando se realiza una cirugía para tratar un mioma y se descubre que la masa es maligna.
El leiomiosarcoma es raro antes de los 40 años, pero su incidencia aumenta con la edad, siendo más común en mujeres mayores de 50 años. Los síntomas de un leiomiosarcoma pueden ser similares a los de un mioma benigno, como sangrado uterino anómalo y dolor pélvico, lo que complica su diagnóstico inicial. Sin embargo, los leiomiosarcomas tienden a tener un crecimiento más rápido y pueden ser más dolorosos que los miomas benignos. Para diferenciar entre un leiomioma y un leiomiosarcoma, los médicos recurren a una evaluación histológica postquirúrgica, ya que los leiomiosarcomas tienen características celulares atípicas y una mayor tasa de mitosis en comparación con los miomas benignos. La resonancia magnética puede sugerir la presencia de un tumor maligno debido a la presencia de áreas de necrosis o hemorragia dentro de la masa, pero el diagnóstico definitivo solo se puede confirmar a través de una biopsia y examen microscópico de la muestra obtenida.
Tratamiento
El tratamiento de los leiomiomas uterinos depende de varios factores, entre ellos la sintomatología, el tamaño de los miomas, la edad de la paciente, sus deseos reproductivos y su salud general. En las pacientes con miomas pequeños y asintomáticos, el manejo inicial se realiza de manera expectante, lo que implica una vigilancia periódica sin intervención activa. En estos casos, las pacientes pueden ser evaluadas anualmente para monitorear cualquier cambio en el tamaño o la sintomatología de los miomas. Este enfoque es adecuado cuando los miomas no causan problemas significativos, ya que no todos los miomas requieren tratamiento.
Medidas no quirúrgicas
- Manejo expectante para miomas pequeños y asintomáticos: Las pacientes que presentan miomas de pequeño tamaño y que no tienen síntomas evidentes, como sangrados anormales o dolor, pueden optar por un manejo conservador. La estrategia de seguimiento es comúnmente adoptada cuando se considera que el riesgo de complicaciones es bajo, y el tratamiento quirúrgico no es necesario en este momento. Se recomienda una evaluación anual a través de estudios de imagen (como ecografía) para detectar cualquier cambio en el tamaño o características de los miomas. Este enfoque permite evitar tratamientos innecesarios y se basa en la observación de la evolución clínica de la paciente.
- Uso de terapias no hormonales para el control del sangrado: En aquellas pacientes que experimentan sangrados menstruales abundantes debido a la presencia de miomas, pero que desean evitar una intervención quirúrgica inmediata, se pueden utilizar tratamientos no hormonales. Los antiinflamatorios no esteroides (AINEs) son una opción terapéutica común, ya que actúan reduciendo la inflamación y el dolor, y también tienen un efecto sobre la disminución del sangrado menstrual. Por otro lado, el ácido tranexámico es otro medicamento utilizado que ayuda a reducir la pérdida de sangre menstrual al inhibir la fibrinólisis, un proceso en el que se disuelven los coágulos sanguíneos. Ambos medicamentos son eficaces en el manejo del sangrado anómalo sin interferir directamente con el sistema hormonal.
- Anticonceptivos orales y dispositivos intrauterinos hormonales: En pacientes que experimentan sangrado abundante relacionado con los miomas, los anticonceptivos orales que combinan estrógenos y progestina pueden ser útiles para regular el ciclo menstrual y disminuir el volumen del sangrado. Este tratamiento es particularmente efectivo en mujeres que buscan un enfoque no quirúrgico, pero que requieren un control más específico de la menstruación. Además, el dispositivo intrauterino (DIU) hormonal, que libera progesterona de manera local, también se ha mostrado eficaz en la reducción del sangrado excesivo asociado con miomas submucosos o intramurales. Sin embargo, es importante tener en cuenta que el DIU no debe ser utilizado en mujeres cuya cavidad uterina esté distorsionada por miomas grandes, ni en aquellas cuyo útero tenga una longitud superior a los 10 cm, ya que esto podría dificultar la colocación y disminuir la eficacia del dispositivo.
- Terapias hormonales para el manejo de miomas: Las terapias hormonales, como los agonistas de la hormona liberadora de gonadotropinas (GnRH) y los antagonistas de GnRH, han demostrado ser eficaces para reducir tanto el volumen de los miomas como el tamaño del útero, además de controlar el sangrado menstrual. Estos tratamientos actúan de manera similar al proceso natural de la menopausia, inhibiendo la producción de estrógenos y progesterona, lo que lleva a una reducción en el tamaño de los miomas. Los agonistas de GnRH (como la leuprorelina) y los antagonistas de GnRH (como elagolix y relugolix) se utilizan en un enfoque temporal para reducir los síntomas en mujeres premenopáusicas. Estos medicamentos son particularmente útiles en situaciones donde se requiere una reducción rápida de los miomas antes de realizar una intervención quirúrgica o cuando la paciente desea preservar el útero.
- Relugolix en combinación con estradiol y norethindrona, en una formulación específica denominada Myfembree, y Elagolix en combinación con estradiol y norethindrona, comercializado como Oriahnn, son tratamientos combinados que han demostrado ser eficaces en el manejo del sangrado menstrual abundante asociado con los miomas. Estos tratamientos, que combinan un antagonista de GnRH con hormonas adicionales para contrarrestar los efectos secundarios relacionados con la deficiencia hormonal, pueden ser utilizados hasta por 24 meses en mujeres premenopáusicas, mejorando significativamente los síntomas.
- Linzagolix, también un antagonista de GnRH oral, disponible en tabletas de 100 mg o 200 mg, se utiliza para el tratamiento de los síntomas moderados a graves de los fibromas. Este medicamento, comercializado bajo el nombre Yselty, es otra opción eficaz en el tratamiento de los miomas sintomáticos, particularmente en pacientes que no desean o no pueden someterse a una intervención quirúrgica.
Las terapias no quirúrgicas tienen el objetivo de controlar los síntomas y reducir el tamaño de los miomas sin recurrir a procedimientos invasivos. Estas opciones son especialmente útiles en mujeres que desean preservar su fertilidad o que tienen contraindicaciones para la cirugía. Sin embargo, es importante tener en cuenta que estas terapias no abordan de manera permanente los miomas, y los efectos pueden ser temporales. En algunos casos, los tratamientos deben combinarse o modificarse según la respuesta clínica de la paciente y sus preferencias personales.
Tratamiento quirúrgico
El tratamiento quirúrgico de los leiomiomas uterinos es una opción que se considera cuando los miomas causan síntomas significativos, como sangrados anormales, dolor pélvico o presión, o cuando las terapias no quirúrgicas no han logrado controlar adecuadamente los síntomas. La elección del tratamiento quirúrgico depende de diversos factores, como la severidad de los síntomas, el tamaño y la localización de los miomas, los deseos reproductivos de la paciente y su salud general. La preservación de la fertilidad y el útero es una consideración clave en muchas mujeres jóvenes, lo que influye en la elección de la intervención quirúrgica adecuada.
- Miomectomía: La miomectomía es el tratamiento quirúrgico de elección para las mujeres que desean preservar su fertilidad, ya que permite la extirpación de los miomas sin eliminar el útero. Existen diversas técnicas para realizar una miomectomía, y la elección de la vía depende de la ubicación, el tamaño de los miomas y la experiencia del cirujano. Las principales modalidades de miomectomía incluyen:
- Miomectomía histeroscópica: Este enfoque es ideal para miomas submucosos, que se encuentran justo debajo del revestimiento del útero (endometrio). La resección histeroscópica permite la extirpación de estos miomas a través del cuello uterino, sin necesidad de incisiones externas. Este procedimiento es mínimamente invasivo y se realiza mediante un tubo delgado con una cámara (histeroscopio) que se introduce a través del canal cervical. La técnica es eficaz para los miomas pequeños o medianos que se localizan en la cavidad uterina y son responsables de sangrados anormales.
- Miomectomía laparoscópica: Esta opción se realiza mediante pequeñas incisiones en el abdomen, a través de las cuales se insertan una cámara (laparoscopio) y herramientas quirúrgicas especializadas. Es adecuada para los miomas intramurales o subserosos que no afectan directamente la cavidad uterina, pero que causan síntomas, como dolor o presión pélvica. La laparoscopia permite una recuperación más rápida, menos dolor postoperatorio y una estancia hospitalaria más corta en comparación con las técnicas tradicionales.
- Miomectomía abdominal: Esta técnica se realiza mediante una incisión más grande en el abdomen. Se emplea en casos en los que los miomas son grandes, numerosos o ubicados en lugares difíciles de acceder. Aunque esta opción implica una recuperación más prolongada, es eficaz para la extirpación de miomas de mayor tamaño o aquellos que no pueden ser tratados por otros métodos.
- Miomectomía robótica: Similar a la laparoscopia, la miomectomía robótica utiliza un sistema asistido por robot para realizar las incisiones mínimamente invasivas. El cirujano controla el robot a través de una consola, lo que permite mayor precisión en la extirpación de los miomas. Esta técnica es útil en casos complejos o cuando se requieren movimientos más precisos, y aunque el tiempo de recuperación es similar al de la laparoscopia, algunos estudios sugieren que el uso de la robótica mejora la visualización y la precisión en la cirugía.
- Histerectomía: La histerectomía, que implica la extirpación total o parcial del útero, es una opción cuando los miomas causan síntomas graves, como sangrado incontrolable o dolor severo, y cuando se ha decidido que la preservación del útero no es necesaria. Existen varias técnicas de histerectomía, que se eligen en función del tamaño de los miomas, la condición general de la paciente y la presencia de otras patologías. Las modalidades incluyen:
- Histerectomía vaginal: Esta técnica implica la extirpación del útero a través de la vagina, lo que evita la necesidad de incisiones abdominales. Es menos invasiva, con una recuperación más rápida y menor riesgo de complicaciones. Sin embargo, solo es viable cuando el útero no es excesivamente grande o cuando los miomas no se encuentran en posiciones difíciles de acceder.
- Histerectomía asistida por laparoscopia vaginal: Se trata de una combinación de laparoscopia y acceso vaginal, lo que permite al cirujano extirpar el útero a través de la vagina mientras utiliza la laparoscopia para visualizar y asistir la operación. Este enfoque minimiza las incisiones abdominales y permite una recuperación más rápida que la histerectomía abdominal convencional.
- Histerectomía laparoscópica: Al igual que la miomectomía laparoscópica, esta técnica utiliza pequeñas incisiones en el abdomen, a través de las cuales se inserta un laparoscopio y herramientas quirúrgicas. Es menos invasiva que la histerectomía abdominal tradicional, con menos dolor postoperatorio y una estancia hospitalaria más corta.
- Histerectomía abdominal: Esta es la opción más invasiva y se realiza a través de una incisión en el abdomen. Aunque es eficaz para miomas grandes o en casos complejos, implica una recuperación más prolongada y un mayor riesgo de complicaciones.
- Reducción preoperatoria del tamaño de los miomas: En casos donde los miomas son grandes, se pueden usar análogos de GnRH, como la leuprolida, para reducir temporalmente el tamaño de los miomas y la vascularización circundante. Estos medicamentos inhiben la producción de estrógenos, lo que provoca una disminución en el tamaño de los miomas, facilitando su extirpación durante la cirugía. Este tratamiento preoperatorio se administra generalmente por un período de tres a cuatro meses, y puede ser especialmente útil para reducir el sangrado excesivo en pacientes con anemia o para hacer más manejables los miomas antes de una histerectomía o miomectomía.Además de reducir el tamaño de los miomas, los análogos de GnRH pueden servir como un «puente» hacia la cirugía en mujeres anémicas, ya que ayudan a detener la menstruación, lo que puede permitir un aumento en los niveles de hemoglobina y reducir la necesidad de transfusión sanguínea durante el período perioperatorio.
- Embolización de la arteria uterina: La embolia de la arteria uterina es una opción mínimamente invasiva que implica la inserción de materiales embólicos en las arterias uterinas a través de un catéter introducido en la arteria femoral. Estos materiales bloquean el flujo sanguíneo hacia los miomas, lo que provoca su reducción y eventual necrosis. Este procedimiento es eficaz para controlar el sangrado y reducir el tamaño de los miomas, pero no está indicado en mujeres que desean conservar la fertilidad, ya que puede afectar la función uterina y alterar la capacidad reproductiva.
- Otras opciones quirúrgicas recientes: Existen tratamientos más nuevos que se están utilizando para tratar los miomas, aunque con menos evidencia clínica que respalde su uso generalizado. Estas opciones incluyen la ultrasonografía focalizada de alta intensidad guiada por resonancia magnética, la miólisis por radiofrecuencia y la oclusióon laparoscópica o vaginal de los vasos uterinos. Estas técnicas son mínimamente invasivas y pueden ser opciones viables para pacientes que no desean someterse a una cirugía mayor. Sin embargo, la evidencia sobre su eficacia y seguridad a largo plazo sigue siendo limitada, por lo que estos tratamientos deben ser considerados cuidadosamente y discutidos con la paciente.
Pronóstico
El pronóstico para las pacientes con leiomiomas uterinos depende en gran medida de varios factores, como el tipo de tratamiento elegido, la localización y el tamaño de los miomas, y los objetivos reproductivos de la paciente. La decisión terapéutica puede influir significativamente en el resultado a largo plazo, tanto en términos de la resolución de los síntomas como en la preservación de la fertilidad.
En las pacientes que desean preservar su fertilidad, la miomectomía es una opción quirúrgica que permite la extirpación de los miomas sin la necesidad de extirpar el útero, lo que conserva la capacidad reproductiva. Sin embargo, aunque la miomectomía tiene una tasa de éxito razonable, es importante que las pacientes sean conscientes de que existe un riesgo de recurrencia de los miomas. Se estima que aproximadamente un 12% de las mujeres que se someten a una miomectomía necesitarán una cirugía adicional dentro de un plazo de ocho años, debido a que los miomas pueden volver a formarse en el tejido uterino remanente. Este riesgo de recurrencia está relacionado con diversos factores, como el tipo de mioma, la técnica quirúrgica utilizada y el tamaño de los miomas iniciales.
Además de la recurrencia, las adherencias pélvicas pueden formarse como resultado de la cirugía, especialmente en las miomectomías más invasivas. Estas adherencias, que son formaciones de tejido cicatricial que unen estructuras en la cavidad pélvica, pueden interferir con la función reproductiva al afectar las trompas de Falopio o la movilidad del útero. Como consecuencia, las mujeres que han pasado por una miomectomía pueden enfrentar una mayor dificultad para concebir en el futuro, aunque esto no es una regla universal, y muchas mujeres continúan teniendo embarazos exitosos tras la cirugía.
Otra complicación que puede surgir es la necesidad de una cesárea en embarazos futuros. La intervención quirúrgica en el útero puede debilitar la pared uterina, especialmente en áreas donde se han realizado incisiones para la extracción de los miomas. Esto puede aumentar el riesgo de ruptura uterina durante el trabajo de parto, lo que hace que, en muchos casos, se prefiera realizar una cesárea para evitar complicaciones graves tanto para la madre como para el bebé.
La embolia de la arteria uterina es una opción terapéutica mínimamente invasiva que se ha demostrado efectiva en la reducción del tamaño de los miomas y la mejora de los síntomas, como el sangrado uterino abundante. Aproximadamente el 80% de las mujeres que se someten a este procedimiento experimentan una mejora a largo plazo en los síntomas, lo que incluye la reducción del sangrado y la mejora del dolor pélvico. Este tratamiento tiene la ventaja de ser menos invasivo en comparación con la cirugía, y, debido a la oclusión de las arterias que suministran sangre a los miomas, la reducción de los fibromas puede mejorar notablemente la calidad de vida de la paciente.
No obstante, aunque la embolización de la arteria uterina tiene un alto índice de éxito en cuanto a la resolución de los síntomas, la comparación directa entre miomectomía y embolización de la arteria uterina ha mostrado que las mujeres que se someten a miomectomía tienden a experimentar una mejor calidad de vida relacionada con los fibromas en los dos años posteriores al tratamiento. Esto podría deberse a la preservación del útero y su funcionalidad, lo que mantiene intacta la anatomía uterina y sus capacidades reproductivas, un factor que no está garantizado con la embolización.
La histerectomía es la opción quirúrgica definitiva y curativa para las mujeres que no desean conservar la fertilidad y que experimentan síntomas graves relacionados con los miomas. La histerectomía implica la extirpación total o parcial del útero, lo que elimina de forma permanente la posibilidad de desarrollar miomas en el futuro, ya que el útero es el sitio de formación de estos tumores. Debido a la eliminación del órgano afectado, la histerectomía es considerada curativa, lo que significa que los síntomas, como el sangrado abundante o el dolor pélvico, desaparecen completamente después de la cirugía.
Sin embargo, la histerectomía también tiene implicaciones significativas a largo plazo. A pesar de su capacidad para resolver los problemas asociados con los miomas, es una intervención irreversible que implica la pérdida de la función reproductiva. Además, algunas mujeres pueden experimentar cambios hormonales o efectos psicológicos asociados con la pérdida del útero, aunque estos efectos varían según la edad y la situación particular de cada paciente.
Fuente y lecturas recomendadas:
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