Opciones farmacológicas para el tratamiento de la enfermedad intestinal inflamatoria

Opciones farmacológicas para el tratamiento de la enfermedad intestinal inflamatoria
Opciones farmacológicas para el tratamiento de la enfermedad intestinal inflamatoria

La colitis ulcerosa y la enfermedad de Crohn son dos formas principales de la enfermedad inflamatoria intestinal, y aunque ambas comparten ciertas características clínicas, como la inflamación crónica del tracto gastrointestinal, son entidades patológicas distintas. La colitis ulcerosa afecta principalmente el colon y el recto, mientras que la enfermedad de Crohn puede involucrar cualquier parte del tracto gastrointestinal, desde la boca hasta el ano, y a menudo tiene una distribución segmentaria y transmurales. Sin embargo, a pesar de estas diferencias, las opciones terapéuticas empleadas en el tratamiento de ambas condiciones son sorprendentemente similares, lo que refleja tanto las similitudes patogénicas entre las dos enfermedades como la falta de tratamientos específicos que sean completamente diferenciados.

Durante varias décadas, el tratamiento de la colitis ulcerosa y la enfermedad de Crohn se centró principalmente en agentes de ácido 5-aminosalicílico, corticosteroides y fármacos inmunomoduladores, como tiopurinas(mercaptopurina y azatioprina) y metotrexato. Los agentes de ácido 5-aminosalicílico, como la mesalazina, se han utilizado ampliamente debido a su capacidad para reducir la inflamación a nivel del tracto gastrointestinal, especialmente en la colitis ulcerosa. Estos fármacos actúan localmente en la mucosa intestinal, inhibiendo la producción de mediadores inflamatorios y reduciendo la lesión tisular. Por otro lado, los corticosteroides se utilizan para tratar los brotes agudos de inflamación debido a su potente acción antiinflamatoria, aunque su uso prolongado está limitado por los efectos secundarios, como la inmunosupresión, la osteoporosis y el aumento de peso.

Las tiopurinas y el metotrexato son fármacos inmunomoduladores que actúan suprimiendo la respuesta inmune subyacente que contribuye a la inflamación crónica en estas enfermedades. Las tiopurinas bloquean la síntesis de ADN y células inmunológicas activas, mientras que el metotrexato actúa inhibiendo la dihidrofolato reductasa, una enzima esencial en la síntesis de ADN, lo que reduce la proliferación celular en los linfocitos T y otras células inmunitarias implicadas en la inflamación intestinal.

Sin embargo, en la última década, el tratamiento de la enfermedad inflamatoria intestinal ha experimentado un cambio significativo, con la expansión de las opciones terapéuticas para incluir agentes de pequeñas moléculas y terapias biológicas, lo que ha transformado el manejo de estas enfermedades crónicas. Los inhibidores de JAK (Janus quinasa) y los moduladores de los receptores de esfingosina 1-fosfato son dos ejemplos destacados de agentes de pequeñas moléculas que han demostrado ser eficaces en la inhibición de la inflamación intestinal mediante la modulación de las vías de señalización intracelular y la función de las células inmunitarias. Los inhibidores de JAK actúan bloqueando las señales de citocinas inflamatorias que son críticas para la activación de los linfocitos T y otras células inmunes que participan en la patogenia de estas enfermedades. Por su parte, los moduladores de los receptores de esfingosina 1-fosfato pueden influir en el tráfico y la función de las células inmunitarias, reduciendo la migración de células inflamatorias hacia el intestino y ayudando a controlar la inflamación.

Además, las terapias biológicas han revolucionado el tratamiento de la enfermedad inflamatoria intestinal. Los antagonistas del TNF (factor de necrosis tumoral), como el infliximab y el adalimumab, son fármacos que bloquean la acción de esta citocina proinflamatoria clave, reduciendo la inflamación intestinal y mejorando los síntomas en muchos pacientes. De manera similar, los anticuerpos contra IL 12/23 y los anti-integrinas tienen un papel fundamental en la modulación de la respuesta inmunitaria. Los anticuerpos contra IL 12/23 interfieren con las señales que promueven la inflamación crónica, mientras que los anti-integrinas impiden la migración de leucocitos inflamatorios al sitio de la inflamación intestinal, lo que reduce la exacerbación de los brotes.

Estas nuevas opciones terapéuticas permiten un enfoque más específico y dirigido, en comparación con los tratamientos tradicionales, y han demostrado ser muy eficaces en pacientes con formas moderadas a graves de enfermedad inflamatoria intestinal, especialmente cuando los tratamientos convencionales no han tenido éxito. La disponibilidad de estos tratamientos también ha dado lugar a un enfoque más personalizado en el manejo de la enfermedad, adaptando la terapia a las características específicas de cada paciente, como la gravedad de la enfermedad, la presencia de manifestaciones extraintestinales y la respuesta a tratamientos previos.

 

 

 

 

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Fuente y lecturas recomendadas:
  1. Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
  2. Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
  3. Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2025. McGraw Hill.

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