¿Qué es la fiebre entérica?
La fiebre entérica es un síndrome clínico caracterizado por síntomas inespecíficos y digestivos, así como cefalea. Tal vez sea efecto de cualquier especie de Salmonella. Se aplica la denominación “fiebre tifoidea” al cuadro consecutivo al serotipo typhi.
La salmonelosis incluye la infección por cualquiera de casi 2 000 serotipos de microorganismos del género Salmonella. Todos los serotipos de Salmonella son miembros de una sola especie, Salmonella enterica. Las infecciones en los seres humanos son casi exclusivamente originadas por S. enterica subespecie enterica, de la cual se aíslan de manera predominante tres serotipos:
- typhi
- typhimurium
- choleraesuis.
Se reconocen tres patrones clínicos de infección:
- fiebre entérica, cuyo mejor ejemplo es la fiebre tifoidea por el serotipo typhi
- enterocolitis aguda, debida al serotipo typhimurium
- el tipo “septicémico” caracterizado por bacteriemia y lesiones focales y ejemplificado en la infección por el serotipo choleraesuis.
Todos los tipos se transmiten por ingestión del microorganismo, por lo general en alimentos o bebidas contaminados.
La infección se transmite por la ingestión de alimentos o bebidas contaminados. El periodo de incubación es de cinco a 14 días.
Etiopatogénia de la fiebre entérica
El género Salmonella corresponde a microorganismos patógenos intracelulares. La infección se inicia cuando éstos rompen el epitelio de la mucosa del intestino por transcitosis, un proceso de transporte mediado por el microorganismo a través de la célula por una vesícula endocítica. Una vez cruzada la barrera epitelial, los microorganismos invaden macrófagos en las placas de Peyer y se multiplican en ellas, en los ganglios linfáticos mesentéricos y el bazo.
Los serotipos diferentes de typhi no causan casi nunca enfermedad invasora, tal vez porque carecen de los factores de virulencia necesarios, específicos de los seres humanos. Se desarrolla bacteriemia y la infección se localiza entonces sobre todo en el tejido linfoide del intestino delgado (en particular, en los 60 cm que siguen a la válvula ileocecal). Las placas de Peyer se inflaman y pueden ulcerarse, con afectación máxima durante la tercera semana de la enfermedad.
El microorganismo puede diseminarse a los pulmones, la vesícula biliar, los riñones o el sistema nervioso central.
Manifestaciones clínicas
Durante la etapa prodrómica hay malestar general creciente, cefalea, tos y faringitis, a menudo con dolor abdominal y estreñimiento, en tanto que la fiebre asciende de manera gradual.
Después de siete a 10 días, la temperatura alcanza una meseta y el paciente está mucho más enfermo, con aspecto de agotamiento y postración frecuente. Puede haber un estreñimiento notorio, en especial temprano, o diarrea en “puré de guisantes”, así como dis tensión abdominal evidente.
Si no hay complicaciones, el estado del paciente mejora de forma gradual durante siete a 10 días. No obstante, pueden ocurrir recurrencias por hasta dos semanas después de la defervescencia.
Durante el inicio de la fase prodrómica, los datos físicos son escasos. Más tarde aparecen esplenomegalia, distensión e hipersensibilidad abdominales, bradicardia relativa y, en ocasiones, meningismo. El exantema (manchas rosadas) aparece durante la segunda semana de la enfermedad. La mancha individual, observada sobre todo en el tronco, es una pápula rosada de 2 a 3 mm de diámetro, que palidece con la compresión y desaparece en tres a cuatro días.
Exámenes complementarios
- La fiebre tifoidea se diagnostica mejor mediante hemocultivo, que es positivo en la primera semana de la enfermedad en 80% de los sujetos que no toman antibióticos.
- Los cultivos de médula ósea son positivos cuando los hemocultivosno lo son.
- Existe leucopenia.
Diagnóstico diferencial
- tuberculosis
- endocarditis infecciosa
- brucelosis
- linfoma
- fiebre Q.
- hepatitis viral
- paludismo
- amebiasis
Complicaciones
La hemorragia intestinal, expresada por un descenso súbito de temperatura y la aparición de signos de choque, seguidos de la presencia de sangre fresca u oscura en las heces o perforación intestinal, acompañada de dolor e hipersensibilidad abdominales, es más probable que aparezcan durante la tercera semana. El reconocimiento de leucocitosis y taquicardia sugeriría esas complicaciones.
Se observan con menos frecuencia retención urinaria, neumonía, tromboflebitis, miocarditis, psicosis, colecistitis, nefritis, osteomielitis y meningitis.
Prevención
La inmunización debe considerarse para contactos en el hogar de un portador de fiebre tifoidea, viajeros que se desplazan a regiones endémicas y durante brotes epidémicos. Se dispone de una vacuna oral de dosis múltiples y una parenteral de una sola.
Los refuerzos deben administrarse cada cinco años y dos años para los preparados oral y parenteral, en ese orden.
La disposición adecuada de residuos y la protección de alimentos y suministros de agua contra la contaminación son importantes medidas de salud pública para prevenir la salmonelosis. Los portadores no pueden trabajar en la manipulación de alimentos.
Tratamiento
Debido al aumento en la resistencia de antimicrobianos, el fármaco ideal para el tratamiento es una fluoroquinolona, como la ciprofloxacina, 750 mg por vía oral cada 12 horas, o la levofloxacina, 500 mg por vía oral una vez al día durante cinco a siete días en la fiebre entérica sin complicaciones, y 10 a 14 días para la infección grave.
La ceftriaxona en dosis de 2 g por vía intravenosa durante siete días. Una alternativa consiste en incrementar la dosis de ceftriaxona a 4 g diarios y administrar durante 10 a 14 días.
Una dosis de 500 mg de azitromicina por vía oral durante siete días en casos no complicados.
Tratamiento de los portadores con ciprofloxacina, 750 mg cada 12 horas por cuatro semanas
Pronóstico
En presencia de complicaciones, el pronóstico es malo. Las recurrencias ocurren hasta en 15% de los casos. Persiste un estado de portador residual a pesar de la quimioterapia.
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