La enfermedad de Chagas es una infección causada por Trypanosoma cruzi, un parásito protozoario que se encuentra exclusivamente en las Américas. Este parásito afecta principalmente a animales silvestres y, en menor medida, a seres humanos, con su distribución geográfica que abarca desde el sur de América del Sur hasta el sur de los Estados Unidos. Se estima que entre seis y siete millones de personas están infectadas, principalmente en áreas rurales. Los países con la mayor prevalencia nacional de la enfermedad son Bolivia, Argentina, Paraguay, Ecuador, El Salvador y Guatemala. En los Estados Unidos, se calcula que hay unas 288,000 personas infectadas. Los esfuerzos de control en los países endémicos han logrado reducir la incidencia de la enfermedad a aproximadamente 30,000 nuevas infecciones y 12,000 muertes anuales.
La transmisión de la enfermedad de Chagas ocurre con mayor frecuencia durante la niñez. En muchos países de América del Sur, esta enfermedad es la principal causa de trastornos cardíacos. El vector de la infección es el insecto conocido como triatomino, perteneciente a la familia de los reduvíidos. Estos insectos se infectan al consumir sangre de animales o personas que tienen tripanosomas circulantes en su sangre. Una vez que el parásito ingiere la sangre, se multiplica en el tracto digestivo del insecto, y las formas infectantes del parásito se excretan en sus heces. La infección humana se produce cuando las heces del insecto infectado entran en contacto con la piel a través de una herida de picadura, membranas mucosas o la conjuntiva del ojo. Además de la transmisión vectorial, también existen otras formas de transmisión del parásito, como la transfusión sanguínea, los trasplantes de órganos o médula ósea, la transmisión congénita de madre a hijo o la ingestión de alimentos contaminados con heces del vector.
Una vez que Trypanosoma cruzi entra en el torrente sanguíneo humano, invade diversos tipos de células, aunque tiene una predilección particular por las células del miocardio, el músculo liso y las células gliales del sistema nervioso central. La multiplicación del parásito dentro de estas células provoca una destrucción celular progresiva, inflamación y fibrosis, lo que lleva a un daño tisular crónico. A lo largo de varias décadas, la infección puede desencadenar una enfermedad progresiva, que afecta principalmente al corazón, pero también puede involucrar otros órganos, como el sistema digestivo y el sistema nervioso central.
En términos de control, aunque se han logrado importantes avances en la reducción de la incidencia de la enfermedad mediante medidas de control vectorial, la enfermedad sigue siendo un desafío de salud pública en las regiones endémicas, con un impacto considerable en la calidad de vida de los afectados y un alto costo en términos de atención médica a largo plazo.
Manifestaciones clínicas
La enfermedad de Chagas presenta un amplio espectro de manifestaciones clínicas, las cuales varían en función de la fase de la infección, la respuesta inmune del paciente y la intensidad de la afectación de los órganos involucrados. La mayoría de los individuos infectados, hasta un 70%, permanecen asintomáticos a lo largo de la vida, lo que complica el diagnóstico temprano y la implementación de estrategias de prevención. Sin embargo, para aquellos que desarrollan síntomas, la enfermedad progresa en varias fases que se describen a continuación.
- Infección aguda: Esta fase ocurre principalmente en niños y suele durar entre uno y dos meses. Los síntomas iniciales se localizan en el sitio de inoculación del parásito. Si la entrada del Trypanosoma cruzi es a través de la conjuntiva, puede presentarse el signo de Romaña, que se caracteriza por edema unilateral, conjuntivitis y linfadenopatía. Si la inoculación ocurre en la piel, se desarrolla un chagoma, una lesión que se manifiesta como una inflamación localizada acompañada de linfadenopatía regional. Posteriormente, pueden aparecer síntomas sistémicos como fiebre, malestar general, dolor de cabeza, y una ligera hepatosplenomegalia (aumento del tamaño del hígado y del bazo), junto con linfadenopatía generalizada. Aunque raros, en esta fase pueden presentarse cuadros graves como miocarditis aguda y meningoencefalitis, que tienen un pronóstico fatal si no se tratan adecuadamente.
- Periodo latente asintomático: Después de la fase aguda, los pacientes entran en una fase de latencia que puede durar toda la vida, en la cual no se manifiestan síntomas evidentes. Este periodo, también denominado fase indeterminada, puede extenderse durante años, incluso décadas. Aunque la mayoría de los infectados permanecen asintomáticos durante este periodo, entre el 10% y el 30% de los individuos desarrollarán síntomas a lo largo del tiempo, con una aparición frecuente de la enfermedad clínica muchos años después de la infección inicial.
- Enfermedad crónica de Chagas: La fase crónica de la enfermedad es la que presenta las formas más graves y debilitantes, principalmente a nivel cardíaco y del músculo liso. La afectación cardíaca es la más común y puede incluir arritmias, insuficiencia cardíaca y enfermedades embólicas. Estos trastornos cardíacos son progresivos y pueden conducir a una insuficiencia cardiaca grave si no se manejan adecuadamente. Además, la afectación del músculo liso lleva a alteraciones en órganos como el esófago y el colon, lo que da lugar a condiciones como el megaesófago y el megacolon. Los pacientes pueden experimentar disfagia (dificultad para tragar), regurgitación, aspiración, estreñimiento y dolor abdominal. Estos síntomas pueden complicarse con infecciones secundarias que agravan el cuadro clínico.
En personas inmunosuprimidas, como aquellos infectados con el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) o aquellos que han recibido un trasplante de órganos, la enfermedad de Chagas latente puede reactivarse. En estos casos, la reactivación puede manifestarse con cuadros graves, como abscesos cerebrales o meningoencefalitis, que requieren tratamiento intensivo y pueden ser fatales si no se gestionan de manera adecuada.
El curso clínico de la enfermedad de Chagas es altamente variable y depende de factores como el tiempo transcurrido desde la infección, la respuesta inmune del paciente, y la presencia de comorbilidades. Esto hace que el diagnóstico temprano y el tratamiento adecuado sean fundamentales para prevenir las complicaciones a largo plazo.
Exámenes diagnósticos
El diagnóstico de la enfermedad de Chagas varía según la fase de la infección en la que se encuentre el paciente. La identificación temprana del parásito es fundamental para el tratamiento y manejo adecuados de la enfermedad. A continuación, se describe el enfoque diagnóstico para las diferentes fases de la enfermedad.
Infección aguda: El diagnóstico de la infección aguda de Trypanosoma cruzi se realiza mediante la detección del parásito en individuos que presentan hallazgos clínicos sugestivos de la enfermedad y que han residido en áreas endémicas. Para ello, se evalúan muestras de sangre fresca o de capas leucocitarias (buffy coats), que pueden mostrar tripanosomas en movimiento, una característica distintiva de la infección aguda. También se pueden realizar preparaciones fijas que, al teñirse con Giemsa, permiten visualizar los parásitos bajo el microscopio. Los métodos de concentración, como la centrifugación o la filtración, son útiles para aumentar el rendimiento diagnóstico al concentrar los parásitos en la muestra y hacerlos más fácilmente detectables.
En algunos casos, los tripanosomas también pueden encontrarse en otros fluidos corporales, como los ganglios linfáticos, la médula ósea, el líquido pericárdico o el líquido cefalorraquídeo. Además, las pruebas moleculares, como la reacción en cadena de la polimerasa (PCR), son altamente sensibles y pueden detectar la presencia de parásitos en personas inmunocomprometidas, como aquellos que han recibido un trasplante de órganos o en situaciones de exposición accidental al parásito.
Si los métodos convencionales no arrojan resultados concluyentes, existen técnicas complementarias, como la xenodiagnosis. Este método implica el uso de vectores de laboratorio (insectos triatominos) que se alimentan de la sangre del paciente y luego se examinan en busca de parásitos en su sistema digestivo. También se pueden utilizar cultivos en laboratorio o la inoculación en animales como herramientas diagnósticas. Sin embargo, estas técnicas, aunque eficaces, son costosas y lentas, lo que limita su aplicación en la práctica clínica cotidiana.
Enfermedad crónica de Chagas: En la fase crónica, el diagnóstico se realiza principalmente mediante pruebas serológicas, que buscan anticuerpos específicos contra Trypanosoma cruzi en el suero del paciente. Existen numerosos ensayos serológicos disponibles, incluidos los tests rápidos de diagnóstico, que permiten detectar la infección en poblaciones con alta prevalencia. Sin embargo, la sensibilidad y especificidad de estas pruebas no son ideales, lo que puede dar lugar a falsos positivos o negativos. Por este motivo, después de un resultado positivo inicial, se recomienda realizar pruebas confirmatorias adicionales, especialmente en el contexto de la donación de sangre en países endémicos de América Latina, donde el diagnóstico preciso es esencial para la seguridad del suministro sanguíneo.
En cuanto al diagnóstico molecular en la fase crónica, las pruebas basadas en la PCR también se utilizan, pero su rendimiento diagnóstico sigue siendo subóptimo. Si bien la PCR puede detectar el material genético del parásito en las muestras, la baja carga parasitaria en esta fase crónica dificulta su sensibilidad, lo que limita su utilidad para confirmar la enfermedad en pacientes sin síntomas o en aquellos con una carga parasitaria muy baja.
En resumen, el diagnóstico de la enfermedad de Chagas depende de una combinación de métodos convencionales y avanzados, con la utilización de pruebas serológicas y moleculares como herramientas clave en las fases crónica y aguda, respectivamente. La complejidad de la enfermedad y la diversidad de sus manifestaciones clínicas requieren un enfoque diagnóstico riguroso y una interpretación cuidadosa de los resultados para asegurar un manejo adecuado de los pacientes.
Tratamiento
El tratamiento de la enfermedad de Chagas sigue siendo un desafío importante debido a las limitaciones de los dos fármacos disponibles, benznidazol y nifurtimox, que son los únicos aprobados para su tratamiento. Aunque estos medicamentos pueden ser efectivos, especialmente en las fases tempranas de la infección, su uso está marcado por una serie de inconvenientes que dificultan su aplicación generalizada, particularmente en la fase crónica de la enfermedad.
Eficacia en las fases aguda y congénita: Los medicamentos benznidazol y nifurtimox son más efectivos en las fases aguda y congénita de la enfermedad. En estos casos, los fármacos pueden reducir significativamente la duración y la gravedad de la infección, logrando una cura aparente en un 70% a 90% de los pacientes tratados. Esto es particularmente importante para prevenir la progresión de la enfermedad hacia etapas más severas, como las afecciones cardíacas y gastrointestinales crónicas. En infecciones congénitas, el tratamiento es clave para evitar la transmisión vertical y las complicaciones en el recién nacido.
Limitaciones en la fase crónica: En la fase crónica de la enfermedad, aunque los fármacos pueden eliminar la parasitemia (presencia de parásitos en la sangre) en hasta un 70% de los pacientes, su capacidad para alterar la progresión de la enfermedad es limitada. A pesar de que la eliminación del parásito puede mejorar temporalmente los resultados clínicos, el tratamiento no ha demostrado tener un efecto claro sobre la prevención de complicaciones a largo plazo, como la insuficiencia cardíaca, arritmias, megaesófago o megacolon. Esto se debe a que las alteraciones orgánicas provocadas por el parásito, como la fibrosis y la destrucción celular, son irreversibles en muchas ocasiones, y el tratamiento farmacológico no puede restaurar completamente el daño ya causado.
Consideraciones terapéuticas y recomendaciones: A pesar de estas limitaciones, existe consenso en la comunidad médica de que el tratamiento con benznidazol o nifurtimox debe ser considerado para todas las personas infectadas por Trypanosoma cruzi, independientemente de su estado clínico o del tiempo transcurrido desde la infección. Se enfatiza especialmente la necesidad de tratar a los pacientes en las fases aguda, congénita y reactivada de la enfermedad. Además, el tratamiento es particularmente recomendable para los niños y jóvenes adultos con enfermedad crónica, ya que en estas edades la intervención temprana puede prevenir la progresión hacia formas más graves de la enfermedad.
Benznidazol es generalmente preferido sobre nifurtimox, debido a su mejor perfil de eficacia y seguridad. El régimen de dosificación recomendado para benznidazol es de 5 mg por kilogramo de peso corporal al día, administrado en dos dosis divididas durante un período de 60 días. También se han demostrado buenas tasas de eficacia con regímenes más cortos, de entre 2 y 4 semanas. Sin embargo, el benznidazol puede causar efectos secundarios como granulocitosis (disminución de glóbulos blancos), erupciones cutáneas y neuropatía periférica. Estos efectos adversos suelen ser manejables, pero limitan su uso en algunos pacientes.
Por otro lado, nifurtimox se administra a una dosis de 8-10 mg por kilogramo de peso corporal, en cuatro dosis divididas después de las comidas, durante un periodo de 90 a 120 días. Los efectos secundarios más comunes incluyen síntomas gastrointestinales (anorexia, náuseas, vómitos) y neurológicos (dolores de cabeza, ataxia, insomnio, convulsiones). Estos efectos tienden a ser reversibles y disminuyen con la reducción de la dosis. A pesar de su mayor duración de tratamiento y perfil de efectos adversos, nifurtimox sigue siendo una opción terapéutica cuando no es posible usar benznidazol o cuando este último no ha sido efectivo.
En cuanto al tratamiento de la enfermedad crónica, los pacientes pueden beneficiarse de terapias adicionales para manejar las complicaciones. Aquellos con arritmias pueden recibir tratamiento antiarrítmico, mientras que los pacientes con insuficiencia cardíaca se benefician de la terapia estándar para esta condición. Además, el manejo conservador y quirúrgico del megaesófago y megacolon, dos de las complicaciones gastrointestinales más graves de la enfermedad de Chagas, sigue siendo una parte fundamental del tratamiento a largo plazo.
Prevención
La prevención y control de la enfermedad de Chagas en América del Sur ha sido un desafío considerable debido a su transmisión por vectores y su alta prevalencia en áreas rurales. Sin embargo, se han logrado avances significativos mediante programas de erradicación diseñados para reducir la incidencia de nuevas infecciones y mitigar la propagación de la enfermedad. Estas estrategias se han centrado principalmente en el control del vector y la prevención de la transmisión sanguínea, dos de las vías más comunes de propagación del Trypanosoma cruzi.
Mejoras en la vivienda y control vectorial: En muchas áreas endémicas de América del Sur, el control del vector ha sido un componente fundamental en los esfuerzos de prevención. Los insectos triatominos, que transmiten el parásito, suelen habitar en las viviendas tradicionales de adobe y madera, donde encuentran un ambiente propicio para su reproducción. Por ello, uno de los enfoques más efectivos ha sido la mejora de las viviendas. Estas mejoras incluyen la construcción de estructuras más resistentes, con superficies más lisas y cerradas, lo que dificulta la entrada y el refugio de los insectos. Además, se ha promovido el uso de insecticidas residuales, específicamente piretroides, que son aplicados en las paredes y otras superficies del hogar para eliminar los triatominos y evitar su proliferación. También se han distribuido cortinas impregnadas con piretroides para las camas, lo que ha demostrado ser una medida eficaz para proteger a las personas durante la noche, cuando los insectos están más activos.
Reducción de nuevas infecciones: Estas estrategias combinadas de mejora en las condiciones de vivienda y control de insectos han dado lugar a una reducción notable en la transmisión de Trypanosoma cruzi en muchas regiones endémicas de América del Sur. La implementación de programas masivos de control vectorial ha logrado disminuir las tasas de infestación por triatominos en áreas rurales, lo que ha resultado en una disminución significativa de las nuevas infecciones. Además, la educación y sensibilización de la población sobre la importancia de estas medidas preventivas ha sido clave para su éxito. A través de estos esfuerzos coordinados, se han logrado avances importantes en la erradicación de la enfermedad en ciertos países y regiones.
Control de la transmisión sanguínea: La transmisión por transfusión sanguínea ha sido otra vía relevante en la propagación de la enfermedad de Chagas. Para prevenir esta forma de transmisión, se han implementado políticas estrictas de cribado de donantes de sangre en áreas endémicas. En estos lugares, es crucial que las unidades de sangre no se utilicen para transfusión a menos que al menos dos pruebas serológicas diferentes hayan resultado negativas, lo que garantiza que la sangre no esté contaminada con Trypanosoma cruzi. Esta estrategia ha sido fundamental para reducir la transmisión en hospitales y en situaciones de emergencia, especialmente en poblaciones vulnerables que pueden necesitar transfusiones, como los pacientes en cirugía o los que sufren de traumatismos graves.
Desafíos y futuro de la prevención: A pesar de los avances logrados, la erradicación de la enfermedad de Chagas sigue siendo un reto en algunas áreas de América del Sur, especialmente en las regiones más remotas y en aquellas con infraestructura limitada. La persistencia de vectores en ciertas áreas, la dificultad para implementar medidas de control en todas las viviendas y el acceso limitado a pruebas de diagnóstico y tratamiento son factores que aún dificultan el control completo de la enfermedad. Sin embargo, los esfuerzos continuos en la mejora de la infraestructura de salud, la educación comunitaria y la innovación en las estrategias de control vectorial ofrecen esperanzas para un futuro con menos casos nuevos de infección.

Fuente y lecturas recomendadas:
- de Sousa AS et al. Chagas disease. Lancet. 2024;403:203. [PMID: 38071985]
- Irish A et al. Updated estimates and mapping for prevalence of Chagas disease among adults, United States. Emerg Infect Dis. 2022;28:1313. [PMID: 35731040]