Tularemia o fiebre de los conejos

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La tularemia es una enfermedad infecciosa causada por la bacteria Francisella tularensis, y es considerada una infección zoonótica, lo que significa que puede transmitirse de animales a humanos. En este caso, los roedores salvajes y los conejos son los principales reservorios de la bacteria.

La bacteria Francisella tularensis es altamente infecciosa y puede afectar a una variedad de mamíferos, incluyendo a los seres humanos. La transmisión a los humanos puede ocurrir de varias maneras. Una de ellas es por el contacto con tejidos animales infectados. Por ejemplo, las personas pueden adquirir la tularemia al atrapar o manipular roedores salvajes, como ratas almizcleras, o al desollar conejos infectados.

Otra vía de transmisión es a través de picaduras de garrapatas u otros insectos que están infectados con la bacteria. Cuando estos artrópodos se alimentan de animales infectados, pueden adquirir la bacteria y luego transmitirla a los humanos durante la picadura.

 

Etiología

Francisella tularensis ha sido clasificado como un microorganismo de alta prioridad en términos de seguridad biológica y es considerado un potencial agente bioterrorista. Esta clasificación se debe a varias características específicas de la bacteria que la hacen preocupante en términos de amenaza para la salud pública y la seguridad nacional.

La virulencia de F. tularensis es una de las razones principales detrás de su clasificación. Esta bacteria es capaz de causar enfermedades graves en humanos y otros mamíferos con una baja dosis de exposición. Además, la variedad de formas en las que puede ser transmitida, ya sea por contacto con tejidos animales infectados o por picaduras de garrapatas e insectos, aumenta la preocupación sobre su capacidad para diseminarse rápidamente.

Otra razón clave es la relativa facilidad con la que F. tularensis puede ser cultivada y manipulada en el laboratorio. Aunque el trabajo con este microorganismo está sujeto a estrictas regulaciones y medidas de bioseguridad, su potencial para ser modificado genéticamente y su manejo en laboratorios no seguros podrían representar un riesgo si cae en manos equivocadas.

El hecho de que F. tularensis sea incluido en la lista de agentes bioterroristas de alto riesgo destaca la importancia de la vigilancia constante, la seguridad en los laboratorios y la preparación para abordar posibles amenazas bioterroristas. Las autoridades sanitarias y de seguridad a nivel mundial trabajan en estrecha colaboración para monitorear y prevenir el uso indebido de microorganismos como F. tularensis con el fin de proteger la salud pública y la seguridad global.

 

Manifestaciones clínica

La infección por Francisella tularensis en seres humanos puede manifestarse de diversas maneras. En muchos casos, la infección produce una lesión local y afecta ampliamente a varios órganos. Sin embargo, es importante destacar que la infección puede ser completamente asintomática en algunas personas. El periodo de incubación, es decir, el tiempo transcurrido desde la exposición al microorganismo hasta la aparición de los síntomas, oscila entre dos y diez días.

Los  síntomas suelen iniciarse de forma súbita e incluyen fiebre, cefalea y náuseas. Además, en el sitio de inoculación, donde la bacteria entra al cuerpo, se forma una lesión local. Esta lesión inicial toma la forma de una pápula, que es una pequeña elevación de la piel. Con el tiempo, esta pápula tiende a ulcerarse, lo que significa que se forma una úlcera en ese lugar.

Además de los síntomas iniciales, la tularemia puede presentar otras manifestaciones. Los ganglios linfáticos regionales, que son parte del sistema inmunológico y están cerca del sitio de inoculación, pueden aumentar de volumen, volverse hipersensibles y supurar. Esto indica la respuesta del sistema inmunológico a la infección. La lesión local puede desarrollarse en la piel de una extremidad o en el ojo, lo que subraya la capacidad de la bacteria para afectar diferentes partes del cuerpo.

La neumonía causada por Francisella tularensis generalmente se desarrolla por diseminación hematógena de la bacteria, lo que significa que la bacteria se propaga a través del torrente sanguíneo y afecta los pulmones. Alternativamente, la neumonía también puede ser el resultado de la inhalación de partículas en nebulización que contienen la bacteria. Estas partículas pueden ser la causa de la transmisión entre seres humanos. La neumonía tularemica puede presentarse con síntomas respiratorios, como dificultad para respirar, tos y fiebre.

Después de la ingestión de carne o agua infectadas por F. tularensis, es posible que se manifieste una modalidad entérica de tularemia. En este caso, los síntomas afectan principalmente el sistema digestivo y pueden incluir problemas gastrointestinales como síntomas digestivos, estupor y delirio. Este tipo de tularemia se caracteriza por la afectación de los órganos del sistema digestivo y puede presentar síntomas neurológicos, como el estupor y el delirio.

En cualquier tipo de afectación por Francisella tularensis, se pueden observar síntomas sistémicos adicionales. El bazo puede estar crecido e hipersensible, lo que sugiere la respuesta del sistema inmunológico a la infección. Además, pueden aparecer exantemas inespecíficos (erupciones cutáneas), mialgias (dolores musculares) y postración (debilidad generalizada). Estos síntomas indican una respuesta inflamatoria generalizada del cuerpo a la infección.

Tularemia

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Exámenes complementarios

El diagnóstico de la tularemia, causada por Francisella tularensis, se realiza principalmente a través de pruebas serológicas debido a la naturaleza peligrosa de los cultivos de esta bacteria. En entornos de laboratorio, trabajar con F. tularensis presenta riesgos significativos para la salud del personal, ya que es una bacteria altamente infecciosa y puede causar enfermedad grave.

Algunas de las pruebas serológicas comunes para la tularemia incluyen la aglutinación en placa, la fijación de complemento y la técnica de inmunofluorescencia. Estas pruebas buscan la presencia de anticuerpos específicos contra F. tularensis en la muestra de sangre del paciente. La presencia de estos anticuerpos indica la exposición previa a la bacteria.

 

Diagnóstico diferencial

La diferenciación precisa de la tularemia con otras enfermedades es de vital importancia debido a la similitud de síntomas que pueden presentarse en diversas patologías. Entre las condiciones que deben distinguirse se encuentran las infecciones por rickettsias y meningococos, la enfermedad por arañazo de gato, la mononucleosis infecciosa, así como diversos padecimientos bacterianos y micóticos.

Las infecciones por rickettsias y meningococos comparten síntomas comunes, como fiebre y cefalea, lo que subraya la necesidad de una diferenciación clara para la aplicación de tratamientos específicos. La enfermedad por arañazo de gato, ocasionada por Bartonella henselae, presenta manifestaciones similares a la tularemia, como fiebre y linfadenopatía, siendo crucial considerar la historia clínica y la exposición a animales.

La mononucleosis infecciosa, vinculada comúnmente al virus de Epstein-Barr, comparte síntomas como fiebre y fatiga con la tularemia. El diagnóstico diferencial requiere análisis específicos, como conteo de células sanguíneas y pruebas serológicas. Además, una variedad de padecimientos bacterianos y micóticos puede manifestar síntomas parecidos, destacando la importancia de pruebas de laboratorio específicas, como cultivos y análisis moleculares.

 

Complicaciones

La diseminación hematógena de Francisella tularensis se refiere al proceso mediante el cual esta bacteria se propaga a través del sistema circulatorio, teniendo como resultado diversas manifestaciones clínicas y complicaciones en diferentes partes del organismo. Esta diseminación puede provocar condiciones médicas significativas, incluyendo:

La meningitis, una inflamación de las membranas que rodean el cerebro y la médula espinal, con síntomas como rigidez en el cuello, dolor de cabeza intenso y fiebre.

La periesplenitis, caracterizada por la inflamación de la región circundante del bazo, con síntomas que pueden incluir dolor en el área esplénica y posiblemente aumento del tamaño del bazo.

La pericarditis, una inflamación del pericardio que envuelve al corazón, manifestándose con síntomas como dolor en el pecho y dificultad para respirar.

La neumonía, una infección pulmonar que puede presentar síntomas como tos, dificultad para respirar y fiebre.

La osteomielitis, una infección de los huesos que se manifiesta con síntomas como dolor en el área afectada, inflamación y posiblemente fiebre.

Estas complicaciones destacan la capacidad de F. tularensis para afectar diversos sistemas del cuerpo a través de la diseminación sanguínea.

 

Tratamiento

La estreptomicina es considerada el fármaco ideal para tratar la tularemia, una enfermedad causada por Francisella tularensis. Esta aminoglucósido antibiótico tiene una efectividad notable contra la bacteria. La dosis recomendada para el tratamiento de la tularemia es de 7.5 mg/kg administrados por vía intramuscular cada 12 horas. El curso del tratamiento generalmente abarca de 7 a 14 días. La estreptomicina ha demostrado ser eficaz en el control de la infección por F. tularensis.

La gentamicina, otro antibiótico aminoglucósido, muestra buena actividad in vitro contra F. tularensis. Se considera menos tóxica en comparación con la estreptomicina y podría ser igualmente útil en el tratamiento de la tularemia. La gentamicina se administra generalmente por vía intramuscular o intravenosa, y la elección del antibiótico puede depender de la disponibilidad y la tolerancia del paciente.

La doxiciclina, un antibiótico de la clase de las tetraciclinas, también se considera eficaz contra F. tularensis. La dosis recomendada es de 200 mg por vía oral cada 24 horas. Sin embargo, se destaca que la doxiciclina puede estar asociada con una mayor tasa de recurrencias en comparación con otros tratamientos, por lo que se pueden considerar otras opciones, especialmente en casos más graves o recurrentes.



 

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