Patogenia de la diabetes mellitus tipo 1
La patogenia de la diabetes mellitus tipo 1 es un proceso complejo que involucra la respuesta autoinmune del sistema inmunitario contra las células beta del islote pancreático, las cuales son responsables de producir insulina. Esta enfermedad autoinmune conduce a la destrucción progresiva de las células beta, lo que resulta en una deficiencia absoluta de insulina y, por lo tanto, en la hiperglucemia característica de la diabetes tipo 1.
El proceso de destrucción autoinmune de las células beta del páncreas generalmente comienza cuando el sistema inmunitario, por razones aún no completamente comprendidas, reconoce erróneamente las células beta como «cuerpos extraños» o «antígenos» y monta una respuesta inmunitaria contra ellas. Esta respuesta autoinmune puede ser iniciada por una combinación de factores genéticos y ambientales, aunque la causa exacta aún no se ha esclarecido por completo.
Una vez que se desencadena la respuesta autoinmune, se producen diversos cambios en el microambiente pancreático, incluida la infiltración de células del sistema inmunitario, como linfocitos T y células asesinas naturales (NK), en los islotes pancreáticos. Estas células inmunitarias liberan citocinas proinflamatorias y otras moléculas que contribuyen a la destrucción de las células beta.
La tasa de destrucción de las células beta pancreáticas puede variar significativamente entre individuos. Algunas personas experimentan una rápida progresión de la enfermedad, con una pérdida rápida de la función de las células beta y la aparición temprana de síntomas de diabetes tipo 1, como poliuria, polidipsia y pérdida de peso. En otros individuos, la destrucción de las células beta puede ser más lenta, lo que resulta en una aparición más tardía de la enfermedad.
Es importante destacar que la diabetes tipo 1 puede ocurrir a cualquier edad, pero se observa con mayor frecuencia en niños y adultos jóvenes, con una incidencia máxima en la adolescencia, especialmente entre los 10 y los 14 años. Este patrón de presentación sugiere la posible influencia de factores genéticos y hormonales en el desarrollo de la enfermedad durante la adolescencia.
La asociación entre la diabetes tipo 1 y la cetosis en su estado no tratado se debe a la deficiencia absoluta de insulina, que conduce a un estado catabólico en el cuerpo. La insulina es una hormona crucial para regular el metabolismo de los carbohidratos, las grasas y las proteínas. En ausencia de insulina funcional, el cuerpo no puede utilizar la glucosa como fuente de energía de manera eficiente, lo que lleva a un aumento en la utilización de grasas como fuente alternativa de energía.
Cuando las células del cuerpo no pueden acceder a la glucosa debido a la falta de insulina, el hígado responde liberando glucosa adicional a la sangre a través de la gluconeogénesis y la glucogenólisis, en un intento de proporcionar energía a las células. Sin embargo, debido a la deficiencia de insulina, la glucosa no puede ingresar adecuadamente a las células, lo que resulta en hiperglucemia.
La hiperglucemia persistente estimula la producción de glucagón por parte del páncreas, lo que a su vez promueve la lipólisis y la liberación de ácidos grasos de los tejidos adiposos. Estos ácidos grasos son oxidados en el hígado para producir cuerpos cetónicos, como acetona, acetoacetato y beta-hidroxibutirato. La acumulación de estos cuerpos cetónicos en la sangre y los tejidos conduce a la cetosis, un estado metabólico caracterizado por niveles elevados de cuerpos cetónicos en la sangre y la orina.
La cetoacidosis diabética es una complicación grave que puede desarrollarse rápidamente en pacientes con diabetes tipo 1 no tratada. En este estado, los niveles de cuerpos cetónicos en la sangre aumentan significativamente, lo que conduce a una acidosis metabólica potencialmente mortal si no se trata adecuadamente.
La administración de insulina exógena es fundamental en el tratamiento de la diabetes tipo 1, ya que ayuda a revertir el estado catabólico al permitir que la glucosa sea utilizada por las células para obtener energía. La insulina también inhibe la lipólisis y la producción de cuerpos cetónicos en el hígado, lo que ayuda a prevenir la cetosis y reduce la hiperglucagonemia al inhibir la liberación excesiva de glucagón.
Aunque algunos pacientes con una expresión más leve de la diabetes tipo 1 pueden inicialmente conservar suficiente función de las células beta para evitar la cetosis, la progresiva disminución en la masa de células beta conduce eventualmente a la dependencia de la terapia con insulina. Esto resalta la importancia del monitoreo continuo y el manejo adecuado de la diabetes tipo 1 para prevenir complicaciones graves y mantener un control glucémico óptimo.
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