Pérdida auditiva neurosensorial

La pérdida auditiva neurosensorial se caracteriza por la afectación de la cóclea, el nervio auditivo o las áreas del cerebro responsables del procesamiento auditivo. Esta condición puede tener diversas causas, que van desde factores genéticos hasta lesiones adquiridas, exposición a ruidos intensos, infecciones virales, enfermedades como la meningitis o la otosclerosis, y el envejecimiento.
La cóclea, situada en el oído interno, es esencial para la audición, ya que transforma las vibraciones sonoras en señales eléctricas que el cerebro puede interpretar. Cuando hay daño en las células ciliadas o en las estructuras nerviosas asociadas, se produce una disminución en la capacidad auditiva. Este tipo de pérdida auditiva se considera neurosensorial porque afecta tanto al sistema nervioso auditivo periférico (cóclea y nervio auditivo) como al central (áreas del cerebro responsables del procesamiento auditivo).
Las enfermedades que afectan directamente la cóclea, como la presbiacusia (pérdida auditiva relacionada con la edad), pueden llevar a una pérdida auditiva gradual. Por otro lado, condiciones que afectan el nervio auditivo, como el neuroma acústico o la esclerosis múltiple, pueden generar pérdida auditiva de manera más repentina y en ocasiones unilateral. En cuanto a las alteraciones en las áreas cerebrales, estas pueden deberse a lesiones traumáticas, accidentes cerebrovasculares o tumores que afecten la corteza auditiva.
Es crucial abordar la pérdida auditiva neurosensorial de manera temprana para evitar una mayor disminución de la audición. Las estrategias de manejo se centran en la prevención de pérdidas adicionales mediante el uso de protectores auditivos en ambientes ruidosos y el tratamiento de condiciones médicas subyacentes que puedan contribuir al daño auditivo. Además, la rehabilitación auditiva desempeña un papel fundamental en mejorar la funcionalidad auditiva. Esta puede incluir el uso de audífonos para amplificar el sonido y compensar la pérdida auditiva, así como el implante coclear en casos más severos donde los audífonos no proporcionan suficiente ayuda.
Presbiacusia
La presbiacusia, o pérdida auditiva relacionada con la edad, es la causa más común de pérdida auditiva sensorial y se caracteriza por ser progresiva, afectando predominantemente las frecuencias altas y generalmente siendo simétrica en ambos oídos. Este tipo de pérdida auditiva puede estar influenciado por varios factores etiológicos, como la exposición previa a ruidos fuertes, el uso de ciertos medicamentos ototóxicos, y la predisposición genética.
La presbiacusia conduce a una disminución en la capacidad de discriminar el habla, lo cual suele ser más notable en ambientes ruidosos. Es importante destacar que un porcentaje significativo de la población mayor experimenta dificultades auditivas: aproximadamente el 25% de las personas entre 65 y 75 años, y casi el 50% de las personas mayores de 75 años.
Un aspecto relevante es la noción de «pérdida auditiva oculta», que indica que los métodos de evaluación auditiva convencionales pueden no capturar completamente la pérdida auditiva subyacente en algunos individuos. Esto implica que muchos pacientes pueden tener una pérdida auditiva subclínica, que no se detecta en un audiograma estándar. Como respuesta a esta observación, se están desarrollando nuevas modalidades de prueba que pueden ser más sensibles para detectar este tipo de pérdida auditiva oculta, incluso en personas con audiogramas que se consideran normales según los estándares convencionales.
Trauma por ruido
El trauma por ruido constituye la segunda causa más frecuente de pérdida auditiva neurosensorial y es ampliamente reconocido como un riesgo ocupacional y ambiental significativo. Los sonidos que superan los 85 decibeles (dB) durante períodos prolongados, especialmente 8 horas o más, pueden ser perjudiciales para la cóclea, el órgano auditivo interno responsable de transformar las vibraciones sonoras en señales eléctricas interpretadas por el cerebro.
La pérdida auditiva inducida por ruido generalmente comienza en las altas frecuencias, especialmente alrededor de los 4000 Hz, y con la exposición continua, puede progresar para afectar frecuencias críticas para la percepción del habla. Fuentes comunes de ruido perjudicial incluyen maquinaria industrial, armas de fuego y música con niveles de volumen excesivamente altos, como en conciertos o auriculares.
La implementación de programas de monitoreo de niveles de ruido en entornos laborales por parte de agencias reguladoras ha resultado en la adopción de medidas preventivas efectivas que han reducido la incidencia de pérdidas auditivas ocupacionales. Además, los avances tecnológicos han permitido la integración de capacidades de medición de ruido en dispositivos portátiles como los relojes inteligentes, facilitando a las personas controlar su exposición al ruido ambiental.
Se recomienda encarecidamente que las personas de todas las edades, especialmente aquellas con pérdida auditiva existente, utilicen protección auditiva adecuada cuando estén expuestas a niveles moderadamente altos de ruido. Esto incluye el uso de tapones para los oídos en situaciones cotidianas y orejeras diseñadas específicamente para proteger contra ruidos explosivos o extremadamente intensos.
Trauma físico
El traumatismo craneal cerebral puede tener efectos significativos en el oído interno, resultando en una pérdida auditiva sensorial que puede ser similar a la observada en casos de trauma acústico grave. Este tipo de pérdida auditiva puede manifestarse tras eventos como una conmoción cerebral o, específicamente, después de una fractura lateral de la base del cráneo.
El oído interno es una estructura delicada dentro del cráneo que alberga la cóclea y otras estructuras clave para la audición. Cuando ocurre un traumatismo craneal, especialmente en casos de fractura lateral de la base del cráneo, las estructuras del oído interno pueden verse afectadas directamente por la fuerza del impacto o por el movimiento brusco del cráneo. Este tipo de lesión puede provocar daño físico a las células ciliadas sensoriales en la cóclea, a las estructuras nerviosas relacionadas con la audición, o a las conexiones neurales que transmiten las señales auditivas al cerebro.
La pérdida auditiva sensorial resultante de un traumatismo craneal puede variar en severidad y naturaleza, desde una pérdida leve y temporal hasta una pérdida permanente y más pronunciada. Es importante destacar que este tipo de pérdida auditiva puede presentarse de manera inmediata tras el trauma o desarrollarse gradualmente en las semanas o meses posteriores, dependiendo de la extensión y la naturaleza del daño ocasionado.
El diagnóstico y manejo de la pérdida auditiva sensorial después de un traumatismo craneal requieren evaluación médica especializada, que puede incluir pruebas audiológicas detalladas como audiometría y evaluación de la integridad de las estructuras del oído interno mediante pruebas específicas. El tratamiento puede variar desde medidas de manejo conservador hasta intervenciones más avanzadas, como el uso de audífonos o implantes cocleares, dependiendo de la gravedad y características individuales de la pérdida auditiva.
Ototoxicidad
Las sustancias ototóxicas son aquellas que pueden provocar daño tanto en el sistema auditivo como en el vestibular del oído interno. Entre los medicamentos más conocidos por su capacidad ototóxica se encuentran los aminoglucósidos, los diuréticos del bucle y varios agentes antineoplásicos, siendo el cisplatino uno de los más destacados. Estos medicamentos tienen el potencial de causar pérdida auditiva irreversible, incluso cuando se administran en dosis terapéuticas estándar.
Es esencial identificar a los pacientes de alto riesgo antes de iniciar tratamientos con estos medicamentos, especialmente aquellos con antecedentes de pérdida auditiva previa o enfermedad renal, ya que tienen una mayor susceptibilidad a desarrollar efectos ototóxicos. La combinación de múltiples agentes ototóxicos aumenta significativamente este riesgo debido a la sinergia ototóxica, donde el efecto combinado es mayor que la suma de los efectos individuales de cada medicamento.
Para mitigar los riesgos asociados con el uso de sustancias ototóxicas, se recomiendan varias medidas preventivas. Estas incluyen la realización de audiometrías periódicas para detectar cambios en la audición, el monitoreo regular de los niveles séricos de los medicamentos para asegurar que estén dentro de rangos seguros, y la consideración de utilizar alternativas no ototóxicas siempre que sea posible y clínicamente adecuado.
Además, es crucial evitar el uso de agentes tópicos ototóxicos, como las gotas para los oídos que contienen neomicina o gentamicina, en pacientes con perforación de la membrana timpánica. Esto se debe a que estas sustancias pueden absorberse a través de la ventana redonda del oído medio y causar daño en las estructuras sensibles del oído interno.
Audición sensorial repentina idiopática
La pérdida auditiva repentina idiopática es un fenómeno que puede afectar a personas de cualquier edad, aunque es más común en individuos mayores de 20 años. Se caracteriza por una súbita disminución en la capacidad auditiva en uno de los oídos, acompañada típicamente de síntomas como plenitud auricular, tinnitus (zumbido en los oídos) y en algunos casos mareos.
Aunque la causa exacta de esta condición no está completamente comprendida, se postulan diversos factores desencadenantes como infecciones virales o una obstrucción repentina de la arteria auditiva interna, que puede provocar una disminución del flujo sanguíneo al oído interno.
Es crucial realizar una evaluación inicial exhaustiva que incluya un examen físico otológico detallado para descartar otras patologías del oído medio. Sin embargo, dado que esta pérdida auditiva puede ser indicativa de problemas retrococleares más graves, como tumores, se recomienda obtener una resonancia magnética tras el diagnóstico inicial para descartar estas condiciones, aunque esto no debe retrasar el inicio del tratamiento.
Se ha demostrado que el tratamiento temprano con corticosteroides, administrados oralmente o incluso de manera intratimpánica (directamente en el oído), mejora significativamente las posibilidades de recuperación auditiva. Es esencial administrar estos medicamentos lo antes posible después del inicio de la pérdida auditiva, ya que estudios indican que el tratamiento puede ser menos efectivo después de transcurridas seis semanas desde el inicio de los síntomas.
Para monitorizar la evolución y la respuesta al tratamiento, se recomienda realizar un audiograma de forma rápida en todos los pacientes que presenten pérdida auditiva repentina sin una causa evidente en el oído medio. El pronóstico varía considerablemente entre los pacientes, con algunos experimentando una recuperación completa de la audición afectada, mientras que otros pueden experimentar una sordera permanente.
Pérdida auditiva autoinmune
La pérdida de audición neurosensorial que afecta ambos oídos simultáneamente puede estar asociada a varios trastornos autoinmunes sistémicos, como el lupus eritematoso sistémico (LES), la granulomatosis con poliangiitis (anteriormente conocida como granulomatosis de Wegener) y el síndrome de Cogan. Estos trastornos se caracterizan por la inflamación autoinmune que puede dirigirse al sistema auditivo y vestibular, entre otros órganos y tejidos del cuerpo.
Generalmente, la pérdida auditiva en estos casos tiende a ser progresiva. Los pacientes pueden experimentar fluctuaciones en su capacidad auditiva, con períodos de empeoramiento seguidos de remisiones parciales o incluso completas. Sin embargo, a medida que avanza la enfermedad, suele observarse una evolución gradual hacia una pérdida auditiva permanente, aunque algunos individuos pueden mantener cierta función auditiva residual, mientras que otros pueden enfrentar la sordera total.
Además de la pérdida auditiva, es común que los pacientes experimenten disfunción vestibular, manifestada por desequilibrio e inestabilidad postural. Estos síntomas pueden ser igualmente debilitantes y afectar la calidad de vida de manera significativa.
Es importante destacar que en muchos casos, los síntomas de disfunción audiovestibular de patrón autoinmune pueden presentarse sin que exista una enfermedad autoinmune sistémica reconocida de forma clara en el momento del diagnóstico. Esto plantea un desafío diagnóstico y terapéutico, ya que el tratamiento efectivo puede depender de la identificación precisa de la causa subyacente.
El tratamiento inicial de estos trastornos autoinmunes que afectan la audición y el equilibrio generalmente implica el uso de corticosteroides orales, que no solo pueden ayudar en la estabilización de la audición, sino que también pueden servir como una herramienta diagnóstica al observar la respuesta del paciente. Sin embargo, si la dependencia de corticosteroides a largo plazo se convierte en un problema, pueden ser necesarios regímenes inmunosupresores de ahorro de esteroides para controlar la enfermedad de manera más sostenida y reducir los efectos secundarios de los corticosteroides.
Originally posted on 19 de junio de 2024 @ 12:23 PM
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