Excreción biliar de fármacos
La bilis es un líquido producido por el hígado y almacenado en la vesícula biliar. Cumple un papel fundamental en la digestión y absorción de grasas en el tracto gastrointestinal. La bilis está compuesta principalmente por agua, sales biliares, bilirrubina, colesterol, fosfolípidos y electrolitos.
Una de las funciones principales de la bilis es emulsionar las grasas en el intestino, lo que significa que divide las grandes gotas de grasa en pequeñas gotas, facilitando su digestión y absorción. Las sales biliares presentes en la bilis ayudan en este proceso, ya que tienen propiedades detergentes que dispersan las grasas y las convierten en partículas más pequeñas, llamadas micelas. Esto aumenta la superficie de contacto de las grasas con las enzimas digestivas, como las lipasas, lo que facilita su descomposición en ácidos grasos y monoglicéridos que pueden ser absorbidos por las células intestinales.
Además de su función en la digestión de grasas, la bilis también desempeña un papel en la eliminación de productos de desecho del hígado. La bilirrubina, un producto de descomposición de los glóbulos rojos, se excreta en la bilis y luego se elimina del cuerpo a través de las heces. La bilis también contiene otros productos de desecho, como productos metabólicos y toxinas, que son eliminados del organismo a través de las heces.
Después de la digestión de las grasas y la absorción de los productos de descomposición en el intestino, la bilis restante se reabsorbe en el intestino y se recircula nuevamente al hígado a través del sistema portal. Este proceso se conoce como circulación enterohepática de la bilis y permite una reutilización eficiente de los componentes biliares por parte del organismo.
Los hepatocitos del hígado desempeñan un papel crucial en la eliminación de fármacos y metabolitos a través de la bilis. Los transportadores presentes en la membrana canalicular del hepatocito son responsables de la secreción activa de fármacos y metabolitos hacia la bilis, lo que los lleva al tracto gastrointestinal.
Una vez que los fármacos y metabolitos están presentes en la bilis, se liberan en el tracto gastrointestinal durante el proceso de digestión. En el intestino, estas sustancias pueden experimentar diferentes destinos. Algunos fármacos y metabolitos pueden ser reabsorbidos desde el intestino hacia la circulación sistémica, lo que permite su recirculación enterohepática. Esto es especialmente relevante en el caso de los metabolitos conjugados, como los glucurónidos, que pueden requerir hidrólisis enzimática realizada por la microflora intestinal para liberar el fármaco original o metabolito activo.
El reciclado enterohepático puede prolongar significativamente la presencia de un fármaco o toxina y sus efectos dentro del cuerpo, ya que permite que se recapturen desde el intestino y se vuelvan a excretar en la bilis repetidamente. Esto puede tener implicaciones clínicas, ya que puede resultar en una exposición prolongada a un fármaco y aumentar su tiempo de acción en el organismo.
Sin embargo, también es posible interrumpir este ciclo enterohepático mediante ciertas estrategias terapéuticas. Algunas sustancias se pueden administrar por vía oral con el propósito de unirse a los metabolitos excretados en la bilis, evitando su reabsorción desde el intestino. Estos compuestos, conocidos como secuestradores de ácidos biliares, se unen a los ácidos biliares en el tracto gastrointestinal, impidiendo su reabsorción y promoviendo su excreción en las heces. La ezetimiba es un ejemplo de una sustancia que puede inhibir la absorción de colesterol mediante este mecanismo.
Anatomía del hígado
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