¿Qué es la miocarditis no infecciosa?

Miocarditis no infecciosa
Miocarditis no infecciosa

La miocarditis no infecciosa es un término que se refiere a la inflamación del miocardio, la capa muscular del corazón, que no es causada por una infección por microorganismos como bacterias, virus u hongos. Esta condición puede ser desencadenada por una variedad de factores, incluyendo medicamentos, drogas recreativas, sustancias tóxicas y radiación.

Una serie de medicamentos y drogas recreativas se han asociado con la miocarditis no infecciosa. Por ejemplo, ciertos fármacos como las fenotiazinas, el litio, la cloroquina y la disopiramida pueden causar lesiones agudas o crónicas en el miocardio. Estos medicamentos pueden provocar cambios en el electrocardiograma (ECG), arritmias o insuficiencia cardíaca. Además, compuestos que contienen antimonio y arsenicales también se han relacionado con la miocarditis no infecciosa.

Las reacciones de hipersensibilidad a ciertos medicamentos, como sulfonamidas, penicilinas y ácido aminosalicílico, pueden resultar en disfunción cardíaca y contribuir al desarrollo de miocarditis no infecciosa. Estas reacciones pueden desencadenar una respuesta inflamatoria en el miocardio.

La radiación también puede ser un factor desencadenante de la miocarditis no infecciosa. La exposición a la radiación puede provocar una reacción inflamatoria aguda en el corazón, así como fibrosis crónica del músculo cardíaco, especialmente cuando se presenta en conjunción con pericarditis.

La cocaína es otra sustancia que puede causar miocarditis no infecciosa. La cardiotoxicidad asociada con el consumo de cocaína puede manifestarse de diversas formas, incluyendo espasmos de las arterias coronarias, infarto de miocardio, arritmias y miocarditis. Se ha descrito una miocardiopatía específica relacionada con el uso de cocaína.

La comprensión de los mecanismos subyacentes de la miocarditis no infecciosa es crucial para el manejo adecuado de esta condición. Por ejemplo, se ha sugerido que muchos de los efectos nocivos de la cocaína en el corazón están mediados por su capacidad para inhibir la recaptación de norepinefrina por parte de los nervios simpáticos. Por lo tanto, el tratamiento puede implicar el uso de medicamentos como betabloqueantes en pacientes con estenosis fija, bloqueadores de canales de calcio y nitratos en aquellos con espasmos coronarios documentados, y la terapia convencional para la insuficiencia cardíaca cuando sea necesario.

La miocarditis puede estar asociada con el uso de drogas recreativas, así como con diversos trastornos sistémicos. Varios informes de casos han documentado la relación entre el uso de drogas recreativas y el desarrollo de miocarditis. Estas sustancias pueden desencadenar una respuesta inflamatoria en el corazón, lo que lleva a la miocarditis.

Los trastornos sistémicos también pueden contribuir al desarrollo de miocarditis. Por ejemplo, la miocarditis de células gigantes, la miocarditis eosinofílica, la enfermedad celíaca, la granulomatosis con poliangitis y la sarcoidosis han sido asociadas con la miocarditis en diversos estudios. En algunos casos, se ha sugerido que la terapia inmunosupresora, especialmente dirigida a las células T, puede ser beneficiosa en el tratamiento de la miocarditis, como en el caso de la miocarditis de células gigantes.

El tratamiento de la miocarditis eosinofílica a menudo implica el uso de corticosteroides de alta dosis y la identificación y eliminación del medicamento o el desencadenante subyacente, si se conoce.

Además, ciertas infecciones virales, como el VIH, el virus de Epstein-Barr y el herpes simplex, también pueden contribuir al desarrollo de miocarditis. Se ha observado que el VIH, aunque indirectamente, puede causar miocardiopatía, y se han implicado otros factores como la proteína gp120 y reacciones adversas a la terapia antirretroviral.

En el ámbito de la oncología, el tratamiento con agentes de quimioterapia puede tener efectos secundarios cardiovasculares significativos. Las antraciclinas, como la doxorrubicina y la epirrubicina, son conocidas por su eficacia en el tratamiento de diversas malignidades, pero también pueden provocar miocardiopatía. Se ha observado que la incidencia de insuficiencia cardíaca aumenta con dosis acumulativas de antraciclinas, especialmente en pacientes mayores de 65 años.

En pacientes sometidos a quimioterapia, es fundamental estar alerta a los signos sutiles de compromiso cardiovascular, dado que algunos agentes quimioterapéuticos pueden tener efectos adversos en el corazón. La detección temprana de la cardiotoxicidad es crucial para prevenir complicaciones graves y mejorar los resultados del tratamiento. Para ello, se pueden utilizar diversas herramientas de diagnóstico y seguimiento.

La ecocardiografía seriada y la resonancia magnética cardíaca (RM) son métodos de imagen importantes que pueden proporcionar información detallada sobre la función del ventrículo izquierdo, el cual es especialmente vulnerable a los efectos adversos de la quimioterapia. Las anormalidades en la deformación global del miocardio detectadas por eco/Doppler pueden ser la primera señal de daño cardíaco, incluso antes de que se observe una disminución en la fracción de eyección del ventrículo izquierdo (FEVI). Además, la evaluación de la señal T2 en la RM cardíaca puede ofrecer una detección temprana de la cardiotoxicidad.

Los biomarcadores también desempeñan un papel importante en la detección precoz de la lesión miocárdica asociada con la quimioterapia. Biomarcadores como el BNP o NT-proBNP pueden ser útiles cuando se obtienen mediciones de manera serial, proporcionando información sobre la función cardíaca en curso. Otros biomarcadores, como la troponina y la mieloperoxidasa, pueden aparecer tempranamente en el curso de la lesión miocárdica, lo que permite una detección precoz de la cardiotoxicidad antes de que se manifiesten otros signos clínicos.

Se ha observado que la terapia con betabloqueantes puede tener un efecto protector sobre la función miocárdica en pacientes sometidos a quimioterapia. Sin embargo, es importante tener en cuenta que algunos agentes, como los antiinflamatorios no esteroides (AINE), pueden ser perjudiciales en pacientes con miocarditis inducida por quimioterapia. Por lo tanto, se recomienda evitar los AINE, junto con el consumo de alcohol y el ejercicio físico intenso, en estos pacientes para minimizar el riesgo de exacerbación de la cardiotoxicidad.

 

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