Particularidades de la irrigación sanguínea del hígado
La irrigación sanguínea del hígado es única y es fundamental para el desempeño de sus diversas funciones metabólicas y digestivas.
Particularidades de la irrigación sanguínea del hígado
El hígado presenta una peculiaridad en su suministro sanguíneo, ya que recibe sangre de dos fuentes principales, conformando un doble sistema de irrigación sanguínea. Este sistema está compuesto por una irrigación venosa, a través de la vena porta hepática, y una irrigación arterial, a través de la arteria hepática.
La vena porta hepática y la arteria hepática ingresan en el hígado por el hilio o porta hepatis, que es el mismo sitio por donde salen el conducto biliar común, encargado de transportar la bilis secretada por el hígado, y los vasos linfáticos. Es interesante destacar que la bilis fluye en dirección opuesta a la de la sangre que llega al hígado.
El hígado recibe la sangre que primero ha irrigado los intestinos, el páncreas y el bazo. La vena porta hepática transporta sangre venosa con baja concentración de oxígeno, ya que ha recogido los nutrientes y productos de la digestión de los órganos abdominales antes de llegar al hígado. Esto significa que la sangre que llega al hígado con la vena porta hepática proviene directamente del tubo digestivo y de órganos clave como el páncreas y el bazo.
Este sistema de doble suministro sanguíneo del hígado es único entre los órganos. La vena porta hepática proporciona aproximadamente el 75 % del flujo sanguíneo total del hígado. Este flujo venoso, junto con la sangre arterial suministrada por la arteria hepática, permite al hígado realizar sus diversas funciones, incluyendo la metabolización de nutrientes, la síntesis de proteínas y la modulación de sustancias que ingresan al organismo desde el tracto gastrointestinal.
La circulación sanguínea hacia el hígado se caracteriza por un sistema dual de irrigación que comprende la vena porta hepática y la arteria hepática. La sangre portal que fluye a través de la vena porta hacia el hígado transporta una variada mezcla de componentes, incluyendo sustancias nutritivas esenciales, materiales tóxicos absorbidos en el intestino durante la digestión, eritrocitos y productos de degradación de los eritrocitos del bazo, así como secreciones endocrinas provenientes del páncreas y de las células enteroendocrinas del tubo digestivo.
El hígado se posiciona estratégicamente en el trayecto de los vasos sanguíneos que transportan estas sustancias absorbidas en el tubo digestivo, y actúa como un filtro y regulador primordial al interceptar esta corriente sanguínea antes de que se mezcle con la circulación sistémica. Esta posición única le permite al hígado ser el primer órgano en recibir sustratos metabólicos y sustancias nutritivas, así como el primero en exponerse a compuestos tóxicos que han sido absorbidos. De esta manera, el hígado desempeña un papel esencial en la metabolización y detoxificación de estas sustancias antes de que alcancen otros tejidos y órganos del organismo.
Adicionalmente, la arteria hepática, derivada del tronco celíaco, contribuye al suministro sanguíneo del hígado al transportar sangre oxigenada. Aunque la mayor parte del flujo sanguíneo hepático proviene de la vena porta hepática, que lleva sangre venosa rica en nutrientes, la arteria hepática provee el 25 % restante, asegurando así que el hígado reciba tanto oxígeno como nutrientes esenciales para llevar a cabo sus funciones metabólicas de manera eficiente. En conjunto, esta compleja red vascular permite al hígado cumplir sus múltiples roles en la regulación metabólica y la detoxificación, marcando su importancia vital en el funcionamiento global del organismo.
Particularidades de la irrigación sanguínea del hígado
El sistema vascular del hígado presenta singularidades que impactan directamente en la función hepática y la exposición de los hepatocitos a distintas características sanguíneas. Al combinarse la sangre de la vena porta hepática, que transporta sangre venosa con nutrientes provenientes del tracto gastrointestinal, y la arteria hepática, que lleva sangre oxigenada, justo antes de irrigar los hepatocitos, se logra que estos no queden expuestos a una sangre completamente oxigenada. Este fenómeno es crucial para las funciones metabólicas y detoxificadoras del hígado.
Internamente, las ramas de distribución de la vena porta y la arteria hepática, encargadas de transportar sangre a los capilares sinusoidales que irrigan los hepatocitos, se entrelazan con las ramas de drenaje de la vía biliar que desembocan en el conducto hepático común. Aunque se utiliza el término “tríada portal” para describir esta relación, es esencial destacar que siempre hay uno o más vasos del sistema de drenaje linfático del hígado acompañando a la vena, la arteria y el conducto biliar.
Los sinusoides, capilares hepáticos especializados, mantienen un contacto cercano con los hepatocitos, facilitando el intercambio de sustancias entre la sangre y las células hepáticas. Estos sinusoides convergen en la vénula hepática terminal, también conocida como vena central, que a su vez drena en las venas sublobulillares.
El proceso de drenaje sanguíneo culmina con la salida de la sangre del hígado a través de las venas hepáticas, las cuales desembocan en la vena cava inferior, reintegrando así la sangre al sistema circulatorio sistémico. Estas características anatómicas y funcionales son fundamentales para el desempeño integral del hígado en la regulación metabólica, la detoxificación y otras funciones vitales para el organismo.
Anatomía del hígado
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