¿Cuáles son las causas de cirrosis hepática?

La cirrosis hepática es una condición crónica progresiva del hígado caracterizada por la formación de tejido cicatricial fibroso que resulta de una lesión hepatocelular continua y persistente. Esta lesión inicial puede ser causada por diversas etiologías, incluyendo el consumo crónico de alcohol, infecciones virales como la hepatitis B y C, enfermedades metabólicas como la esteatohepatitis no alcohólica (EHNA), o trastornos autoinmunes. Independientemente de la causa específica, la respuesta inflamatoria crónica del hígado es un denominador común en el desarrollo de la cirrosis.
La lesión hepatocelular induce la activación de células estrelladas hepáticas, que son responsables de la producción excesiva de colágeno y otros componentes de la matriz extracelular. Este proceso de reparación y cicatrización inicialmente intenta restaurar la estructura del hígado, pero con el tiempo conduce a la formación de tejido fibroso que altera la arquitectura hepática normal y compromete su función.
A medida que avanza la enfermedad, se desarrollan nódulos regenerativos, áreas de hepatocitos que proliferan en respuesta a la pérdida de tejido funcional. Estos nódulos pueden ser rodeados por tejido cicatricial, lo cual contribuye a la aparición de la arquitectura nodular característica de la cirrosis.
La prevalencia de la cirrosis es significativa a nivel global, afectando aproximadamente al 0,27 % de la población. Se estima que alrededor de 1.500 millones de personas sufren de alguna forma de enfermedad hepática crónica en todo el mundo, lo que subraya su importancia como un problema de salud pública. Además, las complicaciones asociadas con la cirrosis, como la hipertensión portal, la ascitis, las encefalopatías hepáticas y el riesgo aumentado de cáncer hepatocelular, contribuyen a una alta morbimortalidad. De hecho, se estima que 2,14 millones de muertes cada año están relacionadas con enfermedades hepáticas, destacando la severidad del impacto global de la cirrosis y otras enfermedades hepáticas crónicas.
Una de las causas principales es la hepatitis viral crónica, especialmente la hepatitis B y C, que pueden persistir durante años sin síntomas evidentes hasta que la enfermedad hepática avanzada se desarrolla. El virus infecta las células hepáticas, provocando inflamación crónica y eventualmente cicatrización del tejido hepático.
El consumo crónico de alcohol es otro factor de riesgo significativo para desarrollar cirrosis hepática. El alcohol induce inflamación y daño directo a las células hepáticas, promoviendo la acumulación de tejido cicatricial y la disminución de la función hepática con el tiempo.
La toxicidad de ciertos medicamentos también puede contribuir al desarrollo de cirrosis. Algunos fármacos, especialmente aquellos utilizados a largo plazo o en dosis elevadas, pueden causar daño hepático directo o inducir reacciones inmunológicas que afectan al hígado.
Las enfermedades hepáticas autoinmunes, como la hepatitis autoinmune, y las enfermedades metabólicas, como la esteatosis hepática no alcohólica (NAFLD) y la esteatohepatitis no alcohólica (NASH), son causas crecientes de cirrosis. Estas condiciones implican respuestas inmunológicas anormales o acumulación de grasa en el hígado que pueden progresar hacia la fibrosis y la cirrosis en etapas avanzadas.
Además, existen diversos trastornos genéticos y factores predisponentes que pueden aumentar el riesgo de cirrosis hepática. Por ejemplo, la enfermedad celíaca se ha asociado con un mayor riesgo de desarrollar cirrosis debido a la respuesta inmune anormal frente al gluten que puede afectar también al hígado.
Es importante destacar que muchos pacientes con cirrosis hepática tienen más de un factor de riesgo presente simultáneamente. Por ejemplo, una persona puede tener hepatitis crónica junto con un historial de consumo de alcohol, lo que acelera el daño hepático. Además, la predisposición genética juega un papel crucial en la susceptibilidad individual a desarrollar cirrosis en presencia de factores de riesgo ambientales.
En individuos con factores de riesgo aumentado para desarrollar lesiones hepáticas, como el consumo excesivo de alcohol, la obesidad, y la sobrecarga de hierro, se ha observado que ciertos hábitos y medicaciones pueden influir significativamente en la reducción del riesgo de cirrosis hepática.
El consumo de café y té se ha asociado de manera consistente con una disminución en el riesgo de cirrosis hepática. Estudios epidemiológicos han demostrado que el consumo regular de café, independientemente de la cafeína, está inversamente asociado con el desarrollo de cirrosis hepática. Se postula que los compuestos antioxidantes y antiinflamatorios presentes en el café y el té pueden proteger al hígado contra el daño oxidativo y la inflamación crónica, reduciendo así la progresión hacia la cirrosis.
Además, las estatinas, medicamentos utilizados principalmente para reducir los niveles de colesterol en sangre, han mostrado efectos protectores contra la cirrosis hepática en diversos estudios. Aunque el mecanismo exacto no está completamente elucidado, se sugiere que las estatinas pueden tener propiedades antiinflamatorias y antioxidantes que contribuyen a la protección del hígado. Además, las estatinas podrían modular la respuesta inmune y reducir la fibrosis hepática, lo que podría ser beneficioso en pacientes con riesgo de desarrollar cirrosis debido a otras condiciones como la obesidad y la sobrecarga de hierro.
Es importante destacar que estos efectos protectores del café, té y estatinas no reemplazan la necesidad de abordar y manejar los factores de riesgo subyacentes como el consumo excesivo de alcohol y la obesidad. Sin embargo, estas observaciones respaldan la posibilidad de que ciertos hábitos dietéticos y farmacológicos puedan tener un papel beneficioso en la prevención o retardación de la progresión hacia la cirrosis hepática en individuos susceptibles.
Fuente y lecturas recomendadas:
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Originally posted on 20 de julio de 2024 @ 12:29 PM