Diagnóstico del síndrome de intestino irritable
El síndrome del intestino irritable (SII) es una afección crónica del tracto gastrointestinal que se caracteriza por la presencia de síntomas recurrentes, como dolor abdominal, distensión, cambios en los hábitos intestinales (diarrea, estreñimiento o una combinación de ambos) y malestar general en la zona abdominal. Aunque la causa exacta del SII no está completamente comprendida, se sabe que involucra una interacción compleja entre factores genéticos, disfunciones en la motilidad intestinal, alteraciones en la microbiota intestinal y respuestas anormales del sistema nervioso entérico, lo que contribuye a la aparición y perpetuación de los síntomas.
El hecho de que el SII sea considerado una afección crónica se debe a que los síntomas, aunque pueden variar en intensidad y frecuencia, tienden a persistir a lo largo del tiempo, a menudo durante años. La cronicidad del trastorno se refleja en la naturaleza fluctuante de sus manifestaciones: los pacientes pueden experimentar períodos de remisión en los que los síntomas son menos severos o incluso desaparecen temporalmente, seguidos de recaídas o exacerbaciones, en las que los síntomas se vuelven más pronunciados y difíciles de manejar. Esta variabilidad contribuye a la dificultad de establecer un tratamiento único y definitivo que sea eficaz a largo plazo.
Los síntomas del SII suelen comenzar a finales de la adolescencia o en la veintena, siendo más frecuentes en mujeres que en hombres, aunque afecta a individuos de todas las edades. El inicio temprano de la afección sugiere que puede haber factores predisponentes genéticos o ambientales involucrados. En muchos casos, los pacientes experimentan molestias intestinales recurrentes que se desarrollan lentamente con el tiempo, y en algunas personas, los síntomas pueden volverse lo suficientemente graves como para interferir significativamente con la calidad de vida y las actividades cotidianas.
El diagnóstico del SII se basa principalmente en la presencia de síntomas compatibles con la enfermedad, tal como se describe en los criterios diagnósticos establecidos, como los Criterios de Roma IV. Estos criterios están diseñados para identificar patrones de dolor abdominal recurrente asociado con alteraciones en la frecuencia o consistencia de las deposiciones, sin la presencia de otros trastornos gastrointestinales o enfermedades orgánicas evidentes. La evaluación clínica tiene en cuenta la duración de los síntomas, la historia médica del paciente y la exclusión de otras condiciones que puedan presentar síntomas similares, como enfermedades inflamatorias intestinales, infecciones intestinales o cáncer gastrointestinal.
Para establecer un diagnóstico adecuado, se hace uso de una estrategia de pruebas diagnósticas prudente, dirigida a descartar condiciones orgánicas subyacentes. Las pruebas de laboratorio, la imagenología, como la endoscopia o la ecografía abdominal, y las pruebas de función gastrointestinal pueden ser útiles para excluir otras patologías que podrían mimetizar los síntomas del SII. No obstante, no existe un biomarcador específico para el síndrome del intestino irritable, por lo que el diagnóstico se basa en la clínica y la exclusión de otras afecciones.
Uno de los aspectos más complejos del SII es su naturaleza multifactorial. Además de los aspectos físicos, existen influencias psicológicas y emocionales significativas que pueden agravar o desencadenar los síntomas. Factores como el estrés, la ansiedad, la depresión y otros trastornos psicológicos son comunes en pacientes con SII y se ha observado que estas condiciones pueden interactuar con las alteraciones fisiológicas del tracto intestinal, exacerbando la percepción del dolor y la disfunción intestinal.
Manifestaciones clínicas
El dolor abdominal en el síndrome del intestino irritable (SII) es una de las manifestaciones más características de la enfermedad y presenta una serie de particularidades que lo distinguen de otras patologías gastrointestinales. Generalmente, el dolor en el SII es intermitente, lo que implica que ocurre en episodios recurrentes en lugar de ser constante. Este dolor es de tipo cólico, es decir, se presenta como una sensación de retortijón o calambre en el abdomen, y está localizado predominantemente en la región abdominal inferior, cerca del área del intestino grueso. La naturaleza cólica del dolor sugiere que está relacionado con la motilidad del tracto intestinal, ya que se asocia con contracciones intestinales espasmódicas.
Una característica distintiva del dolor abdominal en el SII es su relación con los hábitos intestinales. El dolor suele mejorar o empeorar con la defecación, lo que indica que la evacuación de las heces tiene un papel en la modulación de la percepción del dolor. Este fenómeno puede explicarse parcialmente por la influencia de los movimientos intestinales sobre la tensión y la distensión en las paredes del colon, que en algunas personas puede aliviar el dolor, mientras que en otras puede provocarlo debido a la alteración de la motilidad intestinal. Además, el dolor asociado al SII no suele ocurrir durante la noche, lo que lo distingue de otras condiciones que pueden causar dolor abdominal constante o nocturno, como las enfermedades inflamatorias intestinales o los trastornos infecciosos del tracto gastrointestinal. Tampoco interfiere generalmente con el sueño, lo que es un indicativo de que el dolor no es lo suficientemente severo como para alterar significativamente los ciclos normales de descanso.
El SII se clasifica en diferentes subtipos según los hábitos predominantes de las heces y la forma de las mismas, lo que ayuda a personalizar el diagnóstico y el tratamiento. Existen cuatro categorías principales: síndrome del intestino irritable con diarrea, síndrome del intestino irritable con estreñimiento, síndrome del intestino irritable con diarrea y estreñimiento mixtos, y síndrome del intestino irritable no subtipado. Esta clasificación permite reconocer patrones específicos de los síntomas y adaptarse a las necesidades de tratamiento de cada paciente.
En el caso del SII con estreñimiento, los pacientes suelen referir evacuaciones infrecuentes, típicamente menos de tres veces por semana. Las heces son descritas como duras, secas o grumosas, y los pacientes a menudo deben realizar un esfuerzo considerable para evacuar, lo que puede generar incomodidad y, en algunos casos, dolor. La sensación de evacuación incompleta es común en este subtipo, lo que aumenta la frustración y el malestar del paciente.
Por otro lado, los pacientes con SII con diarrea experimentan evacuaciones frecuentes, a menudo más de tres veces al día, y describen las heces como sueltas o acuosas. Además, pueden experimentar urgencia fecal, lo que implica una necesidad urgente y a menudo incontrolable de evacuar, y en algunos casos, incontinencia fecal. Este subtipo de SII puede generar ansiedad y afectación en la calidad de vida debido a la imprevisibilidad de las evacuaciones y la sensación de pérdida de control sobre el intestino.
Algunos pacientes con SII presentan un patrón mixto, en el cual las heces son firmes por la mañana, seguidas de evacuaciones progresivamente más líquidas a lo largo del día. Este patrón puede ser desconcertante y dificultar el manejo del trastorno, ya que implica la alternancia de síntomas de diarrea y estreñimiento, lo que complica la identificación de un tratamiento único y eficaz.
Una queja frecuente entre los pacientes con SII es la distensión abdominal, que puede estar acompañada de una sensación de plenitud o hinchazón. En algunos casos, esta distensión es visiblemente evidente, lo que sugiere que el abdomen se expande debido a la acumulación de gases y contenido intestinal. Sin embargo, en muchos pacientes, la distensión abdominal puede no ser clínicamente observable, lo que implica que la sensación de hinchazón es subjetiva y no necesariamente se correlaciona con hallazgos físicos. Esta sensación de distensión puede estar relacionada con la alteración de la motilidad y el tránsito intestinal, lo que favorece la acumulación de gases, o con cambios en la microbiota intestinal que producen una mayor fermentación.
Además de los síntomas mencionados, los pacientes con SII deben ser evaluados cuidadosamente para identificar posibles síntomas «de alarma» que sugieran un diagnóstico diferente al SII. Estos síntomas pueden incluir pérdida de peso inexplicada, sangrado rectal, fiebre persistente, anemia, o antecedentes familiares de enfermedades gastrointestinales graves, como cáncer colorrectal o enfermedades inflamatorias intestinales. La presencia de alguno de estos síntomas debe alertar al clínico, ya que podría indicar la necesidad de una investigación más exhaustiva, como pruebas endoscópicas o análisis más especializados, para excluir otras patologías que puedan estar presentando síntomas similares a los del SII.
El inicio agudo de los síntomas en el síndrome del intestino irritable (SII) es una característica clínica relevante que incrementa la probabilidad de que la condición subyacente no sea un trastorno funcional como el SII, sino una enfermedad orgánica. En particular, este riesgo es más notable en pacientes mayores de 45 años. El SII es una enfermedad crónica que generalmente se presenta de forma gradual y fluctuante, por lo que un inicio súbito o agudo de los síntomas puede ser indicativo de una patología más grave que necesita ser descartada antes de confirmar el diagnóstico de SII. Esta situación es especialmente relevante en pacientes de edad avanzada, dado que con el paso de los años aumenta la prevalencia de enfermedades orgánicas que pueden causar síntomas similares, como las enfermedades inflamatorias intestinales, el cáncer gastrointestinal o los trastornos infecciosos.
Existen síntomas específicos que, si se presentan en un paciente con sospecha de SII, deben hacer sospechar la presencia de una enfermedad orgánica. La diarrea nocturna, por ejemplo, es un signo clínico que no es compatible con el SII, ya que este trastorno no suele causar síntomas durante la noche. La presencia de diarrea nocturna sugiere una alteración más grave en el tracto gastrointestinal, como una infección crónica, una enfermedad inflamatoria intestinal o incluso neoplasias. Del mismo modo, el estreñimiento o diarrea graves que no responden a cambios dietéticos o terapias convencionales también son síntomas que deben hacer pensar en condiciones patológicas subyacentes.
La hematochezia, o presencia de sangre en las heces, es otro síntoma que está fuera del alcance del SII y que debe ser investigado exhaustivamente. La sangre en las heces puede ser indicativa de una hemorragia en el tracto gastrointestinal, que puede ser causada por diversas enfermedades graves, como cáncer colorrectal, diverticulosis o enfermedades inflamatorias intestinales, todas las cuales requieren una evaluación urgente. Además, la pérdida de peso inexplicada y la fiebre persistente son síntomas que no son propios del SII, ya que este trastorno no debe causar pérdida de peso significativa ni fiebre, lo que implica que deben considerarse señales de alerta de una enfermedad sistémica o grave.
Otro factor relevante en la evaluación diagnóstica es la historia médica del paciente. Los antecedentes familiares de cáncer colorrectal, enfermedad inflamatoria intestinal o enfermedad celíaca son factores de riesgo importantes que deben incidir en la decisión de realizar pruebas adicionales. Estos antecedentes familiares aumentan la probabilidad de que un paciente con síntomas gastrointestinales esté sufriendo de una de estas enfermedades, por lo que es esencial realizar un análisis más exhaustivo para descartar estas condiciones. En particular, el cáncer colorrectal es una de las enfermedades más preocupantes en personas mayores de 45 años, ya que su prevalencia aumenta con la edad, y los síntomas de esta patología pueden solaparse con los del SII.
Es igualmente importante evaluar los hábitos alimenticios y la ingesta de nutrientes del paciente. Trastornos alimentarios, como la anorexia nerviosa o la bulimia, pueden manifestarse a través de síntomas gastrointestinales que imitan al SII. Los pacientes con estas condiciones pueden presentar alteraciones en el tránsito intestinal, como diarrea o estreñimiento, así como dolor abdominal recurrente. Por lo tanto, una revisión detallada de los hábitos alimentarios y el comportamiento relacionado con la alimentación es esencial para identificar posibles trastornos alimentarios que necesiten ser tratados por separado.
En cuanto a la evaluación física, esta debe realizarse de manera meticulosa para detectar posibles signos de una enfermedad orgánica. A pesar de que en la mayoría de los casos del SII el examen físico es normal, un análisis físico detallado puede proporcionar pistas importantes. La sensibilidad abdominal, especialmente en la región inferior del abdomen, es común en los pacientes con SII, pero suele ser leve y no se asocia con signos de alarma como los que podrían presentarse en una enfermedad orgánica. Esta sensibilidad no se acompaña de hallazgos de rigidez abdominal, masas palpables o signos de peritonitis, los cuales serían indicativos de una afección más grave.
En los pacientes con estreñimiento, se debe realizar un examen rectal digital. Este examen tiene el objetivo de evaluar la presencia de apretamiento anal paradójico, que es una respuesta en la que los músculos del esfínter anal se contraen en lugar de relajarse durante el esfuerzo de la defecación. Esta disfunción del suelo pélvico, conocida como disynergia del suelo pélvico, puede ser una causa subyacente del estreñimiento crónico en algunos pacientes con SII. La evaluación de la función del suelo pélvico a través de un examen físico es fundamental para el diagnóstico y manejo adecuado de este subtipo de estreñimiento.
Para las mujeres posmenopáusicas que presentan estreñimiento reciente y dolor abdominal inferior, es fundamental realizar un examen pélvico para descartar la posibilidad de malignidad ginecológica, como el cáncer de ovario o el cáncer uterino. Estos cánceres pueden presentar síntomas abdominales y gastrointestinales, como dolor abdominal crónico y alteraciones en los hábitos intestinales, y su diagnóstico temprano es crucial para un tratamiento efectivo.
Exámenes diagnósticos
La evaluación clínica del síndrome del intestino irritable (SII) puede ser un desafío debido a la naturaleza vaga y no específica de sus síntomas, lo que a menudo genera ansiedad tanto en los pacientes como en los clínicos. Esta ansiedad puede llevar a los médicos a considerar una amplia gama de estudios diagnósticos, con la esperanza de identificar alguna patología subyacente grave. Sin embargo, es fundamental evitar la sobrecarga de pruebas diagnósticas innecesarias, ya que la probabilidad de que los síntomas sean causados por una enfermedad orgánica grave en el contexto del SII es baja. A pesar de esto, es necesario un enfoque prudente y sistemático para excluir otras posibles condiciones que puedan estar causando los síntomas gastrointestinales, especialmente en ciertos grupos de pacientes con características clínicas que sugieren un mayor riesgo de enfermedades orgánicas.
Las guías de práctica de la American Gastroenterological Association (Asociación Americana de Gastroenterología) y el American College of Gastroenterology (Colegio Americano de Gastroenterología) ofrecen recomendaciones específicas sobre las pruebas que deben realizarse en pacientes con diarrea crónica o síntomas persistentes. Estas guías están diseñadas para equilibrar la necesidad de diagnóstico con la prevención de pruebas excesivas que no aportarían un valor clínico relevante.
En pacientes con síntomas sugestivos de SII, como diarrea crónica, uno de los primeros pasos es obtener un hemograma completo para detectar posibles signos de anemia, como la anemia por deficiencia de hierro, que podría indicar una pérdida de sangre oculta en el tracto gastrointestinal. Esto es especialmente importante, ya que aunque la anemia no es una característica típica del SII, su presencia podría sugerir una enfermedad subyacente que requiera investigación adicional, como una hemorragia gastrointestinal crónica o una patología más grave, como el cáncer.
Además, la proteína C reactiva (CRP) es un marcador de inflamación sistémica que puede ayudar a identificar procesos inflamatorios agudos o crónicos en el cuerpo. Aunque el SII no suele causar inflamación detectable en los análisis de sangre, un nivel elevado de CRP puede ser indicativo de una enfermedad inflamatoria intestinal (EII), como la colitis ulcerosa o la enfermedad de Crohn, que puede presentar síntomas similares al SII, pero que requiere un enfoque terapéutico completamente diferente. En este contexto, la medición de calprotectina fecal se recomienda como una prueba de mayor especificidad para la EII, ya que es un marcador de inflamación intestinal. Un nivel superior a 50 microgramos por gramo de heces puede justificar la realización de una evaluación endoscópica adicional, como una colonoscopia, para descartar enfermedades inflamatorias del intestino, que son condiciones graves que requieren diagnóstico y tratamiento adecuados.
Otro examen que se recomienda es la prueba serológica para la enfermedad celíaca, mediante la medición de los anticuerpos TG IgA (transglutaminasa IgA). La enfermedad celíaca puede presentar síntomas similares al SII, como dolor abdominal y diarrea crónica, y es una condición tratable mediante la eliminación del gluten en la dieta. Aunque esta enfermedad es menos común que el SII, realizar esta prueba es crucial para asegurar que no se pase por alto un diagnóstico que podría tener un impacto significativo en la salud del paciente.
En pacientes que presentan características que sugieren una mayor probabilidad de infección parasitaria, como aquellos que tienen antecedentes de viaje a regiones endémicas, trabajadores de guarderías o campistas, se debe considerar la evaluación de muestras de heces para detectar parásitos. Pruebas como la detección de antígenos de Giardia o la identificación de organismos como Giardia, Cryptosporidium, Cyclospora y Entamoeba histolytica mediante pruebas de amplificación de ácidos nucleicos (PCR) pueden ayudar a identificar infecciones parasitarias que podrían ser la causa subyacente de los síntomas gastrointestinales. En la mayoría de los casos, si los resultados de estas pruebas son negativos, no es necesario realizar más estudios, y el tratamiento empírico para el SII, junto con educación y tranquilización del paciente, es el siguiente paso.
A pesar de la tentación de realizar pruebas adicionales, las guías actuales no recomiendan la realización rutinaria de sigmoidoscopias ni colonoscopias en pacientes menores de 45 años que presentan síntomas típicos de SII sin síntomas «de alarma», como sangrado, pérdida de peso o antecedentes familiares de enfermedades graves. Sin embargo, estas pruebas deben considerarse en pacientes que no mejoren con el tratamiento conservador o cuando los síntomas sean inusuales, persistentes o progresivos. En los pacientes mayores de 45 años, o aquellos con factores de riesgo adicionales, se recomienda realizar una colonoscopia para excluir la posibilidad de malignidad, especialmente cáncer colorrectal. La colonoscopia no solo permite la visualización directa del colon, sino que también ofrece la oportunidad de tomar biopsias aleatorias de la mucosa intestinal para detectar colitis microscópica, una condición que puede presentar síntomas clínicos muy similares al SII, pero que tiene un tratamiento diferente.
En casos en los que el paciente presenta síntomas sugerentes de un trastorno del suelo pélvico, como en el caso de pacientes con estreñimiento crónico y disfunción durante la defecación, se debe derivar al paciente para pruebas de fisiología anorectal, como la manometría anorectal y la prueba de expulsión de balón. Estos estudios permiten evaluar la función del esfínter anal y la coordinación de los músculos involucrados en la defecación, ayudando a identificar disynergia del suelo pélvico, una causa común de estreñimiento funcional y un componente importante de algunos casos de SII.
Por último, las pruebas de sobrecrecimiento bacteriano intestinal, que se realizan habitualmente mediante pruebas de aliento con hidrógeno, no deben ser realizadas de manera rutinaria en los pacientes con SII. Aunque el sobrecrecimiento bacteriano puede estar presente en algunos pacientes con SII, la evidencia científica sugiere que estas pruebas tienen un valor limitado y no son necesarias en la mayoría de los casos. En lugar de realizar pruebas innecesarias, el tratamiento del SII debe centrarse en el manejo conservador, que incluye modificaciones dietéticas, manejo del estrés y el uso de terapias farmacológicas según el tipo predominante de síntomas (diarrea, estreñimiento o dolor).
Diagnóstico diferencial
El síndrome del intestino irritable (SII) es un trastorno funcional del tracto gastrointestinal que se caracteriza por una variedad de síntomas, tales como dolor abdominal, alteraciones en los hábitos intestinales (diarrea, estreñimiento o ambos), distensión abdominal y malestar general. Sin embargo, muchos de estos síntomas pueden solaparse con los de otras enfermedades, tanto orgánicas como funcionales. Esto hace que el diagnóstico del SII sea complejo y que se requiera un enfoque diferencial exhaustivo para excluir trastornos que puedan presentar síntomas clínicos similares, pero que requieren un tratamiento específico y diferente. A continuación se exploran diversos trastornos que pueden simular el SII y por qué deben ser considerados en el proceso diagnóstico.
Trastornos gastrointestinales
Neoplasias colónicas: Las neoplasias malignas del colon, como el cáncer colorrectal, pueden presentar síntomas similares a los del SII, especialmente cuando el cáncer es de crecimiento lento y los síntomas son inespecíficos, como cambios en los hábitos intestinales, dolor abdominal y distensión. Sin embargo, la presencia de sangrado rectal, pérdida de peso inexplicada o anemia, entre otros, debe levantar sospecha de malignidad, lo que requiere una evaluación más profunda, como la realización de una colonoscopia para detectar tumores en el colon.
Enfermedades inflamatorias intestinales (EII): La colitis ulcerosa y la enfermedad de Crohn son enfermedades inflamatorias crónicas del tracto gastrointestinal que pueden presentar síntomas muy similares a los del SII, como dolor abdominal, diarrea y distensión abdominal. No obstante, la EII se caracteriza por una inflamación de la mucosa intestinal, que en muchos casos puede ser visible en estudios endoscópicos. Los pacientes con EII también pueden presentar otros signos, como fiebre, pérdida de peso significativa y sangre en las heces, lo que es un indicativo claro de que se trata de una afección más grave. La colitis microscópica, aunque presenta síntomas similares a los de un síndrome de intestino irritable, se distingue por la presencia de un hallazgo microscópico de inflamación en la mucosa colónica, lo que justifica la necesidad de biopsias durante una colonoscopia.
Diarrea por ácidos biliares: La diarrea crónica ocasionada por un exceso de ácidos biliares en el intestino delgado es una condición que se puede presentar con síntomas muy similares a los de la diarrea en el SII. Los ácidos biliares no absorbidos pueden irritar el intestino delgado y provocar un aumento en la motilidad intestinal, lo que conduce a la diarrea. Sin embargo, la presencia de otros factores, como la historia de cirugía biliar o la insuficiencia hepática, puede sugerir un trastorno relacionado con los ácidos biliares y justificar pruebas específicas como la medición de los ácidos biliares fecales.
Trastornos metabólicos y endocrinos
Hipertiroidismo o hipotiroidismo: Los trastornos tiroideos, tanto el hipertiroidismo como el hipotiroidismo, pueden influir en la motilidad intestinal, dando lugar a síntomas que imitan el SII. El hipertiroidismo, con su efecto acelerador sobre el metabolismo, puede causar diarrea crónica, mientras que el hipotiroidismo, con su tendencia a reducir la motilidad gastrointestinal, puede provocar estreñimiento. Estos trastornos deben ser evaluados a través de pruebas de función tiroidea, como la medición de las hormonas tiroideas (tiroxina y hormona estimulante de la tiroides), para confirmar o descartar un trastorno endocrino como causa de los síntomas gastrointestinales.
Infecciones y malabsorción
Parásitos: Las infecciones parasitarias intestinales, como aquellas causadas por Giardia, Entamoeba histolytica o Cryptosporidium, pueden presentar síntomas similares a los del SII, como diarrea, dolor abdominal y distensión. En pacientes con antecedentes de viajes a áreas endémicas o exposición a ambientes de alto riesgo (como en trabajadores de guarderías), las infecciones parasitarias deben ser consideradas. El diagnóstico de estos trastornos se realiza mediante la detección de antígenos o la identificación de parásitos en muestras de heces.
Malabsorción: La malabsorción de nutrientes, que incluye condiciones como la enfermedad celíaca, el sobrecrecimiento bacteriano y la deficiencia de lactasa, también puede imitar el SII. En la enfermedad celíaca, la ingestión de gluten provoca una respuesta inmune que daña la mucosa intestinal y conduce a la malabsorción, lo que puede generar síntomas gastrointestinales similares. El diagnóstico de la enfermedad celíaca se realiza mediante pruebas serológicas que detectan anticuerpos específicos (como la transglutaminasa IgA). El sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado, que puede producir diarrea y distensión abdominal, se diagnostica a menudo mediante pruebas de aliento con lactulosa o glucosa. La deficiencia de lactasa, que impide la digestión de la lactosa en los productos lácteos, también puede causar síntomas similares a los del SII, especialmente en personas que consumen grandes cantidades de lácteos. El diagnóstico se puede confirmar mediante pruebas de tolerancia a la lactosa o mediante la medición de hidrógeno en el aliento.
Causas de diarrea secretora crónica
Carcinoide: El síndrome carcinoide, asociado con tumores neuroendocrinos, puede provocar diarrea crónica debido a la liberación de sustancias como la serotonina, que afectan la motilidad intestinal. Esta condición también puede asociarse con enrojecimiento facial, dificultad respiratoria y palpitaciones, entre otros síntomas. Dado que la diarrea secretora crónica en el contexto de un tumor carcinoide es rara, el diagnóstico suele implicar la medición de los metabolitos de la serotonina en la orina y la realización de estudios de imagen para identificar el tumor.
Trastornos ginecológicos
Endometriosis y cáncer de ovario: En mujeres, los trastornos ginecológicos también deben ser considerados como parte del diagnóstico diferencial. La endometriosis, que implica el crecimiento del tejido endometrial fuera del útero, puede causar dolor abdominal crónico, distensión y alteraciones en los hábitos intestinales. El dolor tiende a estar relacionado con el ciclo menstrual y puede estar asociado con la infertilidad. El cáncer de ovario, aunque menos común, también puede presentarse con síntomas abdominales inespecíficos, como distensión, dolor abdominal, cambios en los hábitos intestinales y pérdida de peso. En mujeres con síntomas abdominales inexplicables o refractarios, es recomendable realizar un examen ginecológico detallado y, si es necesario, estudios de imagen para descartar malignidad ginecológica.
Trastornos psiquiátricos
Depresión, trastorno de pánico y ansiedad: Los trastornos psiquiátricos, especialmente la depresión, el trastorno de pánico y la ansiedad, pueden tener una gran influencia en la aparición y exacerbación de síntomas gastrointestinales. La relación entre el cerebro y el intestino es compleja, y las alteraciones en el estado emocional pueden alterar la función intestinal. Estos trastornos pueden inducir síntomas de dolor abdominal, cambios en los hábitos intestinales, y sensación de malestar general, lo que puede ser interpretado erróneamente como SII. La evaluación psicológica o psiquiátrica es importante en aquellos pacientes que no responden al tratamiento convencional del SII.
Abuso sexual y físico
Finalmente, se ha observado que las mujeres con síntomas refractarios de SII tienen una mayor incidencia de antecedentes de abuso sexual y físico. El abuso, especialmente en la infancia o adolescencia, puede afectar la percepción del dolor y alterar la función gastrointestinal, lo que lleva a la aparición o persistencia de síntomas similares a los del SII. El manejo de estas pacientes requiere una sensibilidad particular, que aborde tanto los aspectos físicos como emocionales, y la identificación de estos antecedentes es clave para un tratamiento integral.
Fuente y lecturas recomendadas:
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