La alucinósis es un trastorno psicológico que se manifiesta por la presencia de percepciones sensoriales sin un estímulo externo correspondiente. Es decir, la persona experimenta sensaciones de ver, oír o incluso sentir cosas que no existen en la realidad. Este fenómeno es una alteración de la percepción, una función cognitiva fundamental que permite la interacción adecuada con el entorno. La alucinósis puede afectar cualquier modalidad sensorial, por lo que las alucinaciones pueden involucrar la vista (alucinaciones visuales), el oído (alucinaciones auditivas), el tacto (alucinaciones táctiles), entre otras. Aunque este trastorno tiene múltiples posibles causas, en muchos casos se asocia con el consumo de sustancias psicoactivas, particularmente en situaciones de abuso de alcohol y drogas.
Cuando el consumo de sustancias es elevado o prolongado, las funciones cerebrales se alteran debido a la sobrecarga de neurotransmisores, lo que provoca cambios en la forma en que el cerebro procesa la información sensorial. Las sustancias como el alcohol, las drogas alucinógenas, las anfetaminas o los cannabinoides pueden inducir estados de alucinación. Además, el consumo crónico de estas sustancias puede generar una predisposición a trastornos perceptuales, ya que afecta la regulación normal de neurotransmisores como la dopamina y la serotonina, que son esenciales para el procesamiento de estímulos sensoriales y la regulación emocional. Las alucinaciones pueden ser un reflejo de la disfunción en los sistemas neurológicos que controlan la percepción y el procesamiento cognitivo de la realidad.
Por otro lado, el síndrome de abstinencia es un conjunto de síntomas físicos y psicológicos que se presentan cuando una persona reduce o interrumpe bruscamente el consumo de una sustancia de la que se ha vuelto dependiente. Este síndrome es característico en individuos que han desarrollado tolerancia a una sustancia, lo que significa que el cuerpo ha ajustado sus funciones biológicas para adaptarse a la presencia constante de la droga. Cuando el consumo de esta sustancia cesa o se disminuye significativamente, el cuerpo experimenta un estado de desequilibrio, ya que ya no tiene acceso a la sustancia que había condicionado sus procesos fisiológicos y neurológicos.
Los síntomas del síndrome de abstinencia varían en intensidad y naturaleza dependiendo de la sustancia en cuestión, la duración del consumo, la cantidad utilizada y las características individuales de la persona afectada. Los síntomas más comunes incluyen ansiedad, sudoración excesiva, temblores, insomnio, náuseas y vómitos. En casos más graves, el síndrome de abstinencia puede desencadenar delirios, alucinaciones e incluso convulsiones. Estas alteraciones son el resultado de la disfunción en los sistemas neuroquímicos del cerebro, que previamente se habían visto alterados por la presencia constante de la sustancia. El cerebro, al no recibir la sustancia, entra en un estado de hiperactividad de ciertos neurotransmisores, lo que puede desencadenar alteraciones en el estado mental de la persona, incluyendo las alucinaciones.
El mecanismo biológico detrás de las alucinaciones en el síndrome de abstinencia se relaciona con la falta de regulación en las áreas cerebrales responsables de la percepción y la conciencia. Por ejemplo, en el caso de la abstinencia alcohólica, el cerebro experimenta una sobreexcitación en el sistema nervioso central debido a la disminución de los efectos depresores del alcohol. Esta hiperactividad puede resultar en alucinaciones auditivas o visuales, que son características de las fases más severas del síndrome de abstinencia. Así, tanto la alucinósis asociada al consumo como las alucinaciones en el síndrome de abstinencia son el resultado de una alteración de los mecanismos de procesamiento de información sensorial en el cerebro, exacerbada por el uso prolongado o la interrupción brusca de sustancias psicoactivas.
Tratamiento de la alucinosis
La alucinósis alcohólica es una condición psiquiátrica que se caracteriza por la presencia de alucinaciones en individuos con antecedentes de consumo excesivo y prolongado de alcohol. A diferencia de otros trastornos relacionados con el alcohol, como el síndrome de abstinencia alcohólica, la alucinósis alcohólica no es parte del síndrome típico de abstinencia, aunque puede ocurrir durante o tras la cesación de un periodo prolongado de ingesta alcohólica. Esta diferencia radica en que los síntomas de la alucinósis alcohólica se presentan principalmente como una psicosis en la que el individuo mantiene un sensorio claro, es decir, conserva la conciencia y la orientación a la realidad, a diferencia de otros trastornos psicóticos que suelen involucrar una alteración significativa de la percepción o el juicio.
La alucinósis alcohólica se caracteriza por la aparición de alucinaciones, que pueden ser visuales, auditivas o táctiles, sin una base externa real. Estas experiencias perceptivas son muy vívidas para el individuo, quienes suelen describirlas con gran detalle y convicción. A pesar de que estas alucinaciones pueden ser perturbadoras o aterradoras, los afectados no suelen presentar la confusión mental que se observa en otros tipos de psicosis, lo que implica que la cognición básica, como la orientación a tiempo, lugar y persona, permanece intacta. Esta característica distingue la alucinósis alcohólica de otras manifestaciones psicóticas, donde las alteraciones cognitivas suelen ser más profundas.
El tratamiento de la alucinósis alcohólica difiere del manejo estándar del síndrome de abstinencia alcohólica. Mientras que el síndrome de abstinencia, conocido popularmente como «delirium tremens» (DTs), está asociado con síntomas como agitación extrema, confusión, alucinaciones y convulsiones, la alucinósis alcohólica no suele requerir un enfoque de manejo tan inmediato o intensivo, ya que la psicosis es generalmente transitoria y se resuelve en un plazo corto de 24 a 48 horas tras la cesación del consumo de alcohol. Es importante destacar que, aunque la alucinósis alcohólica se resuelve con la suspensión del alcohol, su tratamiento suele incluir hospitalización, en casos donde se considere necesario, y la administración de medicamentos antipsicóticos, con el fin de controlar las alucinaciones y estabilizar el estado mental del paciente.
El hecho de que la alucinósis alcohólica se resuelva en un plazo relativamente breve, en contraste con la gravedad de los delirium tremens, hace que el manejo de esta condición sea diferente al de otros aspectos del síndrome de abstinencia. Sin embargo, es crucial realizar un diagnóstico adecuado y diferenciar entre los distintos trastornos que pueden presentarse en personas con antecedentes de abuso de alcohol. Si bien la alucinósis alcohólica puede resolverse rápidamente, la intervención médica es fundamental para prevenir complicaciones mayores y para garantizar que el individuo reciba el tratamiento adecuado para la psicosis inducida por alcohol.
El mecanismo detrás de la alucinósis alcohólica implica una alteración en los sistemas neuroquímicos del cerebro, particularmente aquellos relacionados con la dopamina y la serotonina, que son cruciales en el procesamiento de las percepciones sensoriales y en la regulación emocional. El alcohol tiene un efecto depresor sobre el sistema nervioso central, y su uso prolongado puede generar adaptaciones en los sistemas neuroquímicos, llevando a una disfunción temporal en la forma en que el cerebro procesa las señales sensoriales, lo que facilita la aparición de alucinaciones.
Tratamiento de la abstinencia
El síndrome de abstinencia alcohólica es un conjunto de síntomas físicos y psicológicos que se desarrollan cuando una persona que ha estado consumiendo alcohol de manera habitual y en grandes cantidades cesa repentinamente su ingesta. El inicio de los síntomas de abstinencia suele ocurrir entre 6 y 36 horas después de la interrupción del consumo de alcohol, y la intensidad máxima de los síntomas se alcanza entre las 48 y 72 horas posteriores. Este patrón de aparición y agravamiento de los síntomas está relacionado con la adaptación del sistema nervioso central (SNC) a la presencia crónica del alcohol, que actúa como un depresor del sistema nervioso. Cuando el consumo de alcohol cesa bruscamente, el SNC, que ha estado funcionando bajo la influencia del alcohol, experimenta una sobreexcitación, lo que da lugar a los síntomas del síndrome de abstinencia.
Para contrarrestar esta excitabilidad y prevenir complicaciones graves, como convulsiones y delirium tremens (DTs), es crucial administrar depresores del SNC de manera adecuada. Los medicamentos más comúnmente utilizados para manejar los síntomas de abstinencia son las benzodiazepinas, que actúan sobre los mismos sistemas cerebrales que el alcohol, ayudando a estabilizar la actividad neuronal y reduciendo la excitabilidad excesiva. La elección de un sedante específico es menos relevante que el uso de dosis adecuadas para alcanzar un nivel de sedación moderada en el paciente. Este nivel de sedación puede variar entre individuos, ya que cada persona responde de manera diferente a los fármacos, por lo que es fundamental ajustar las dosis para cada paciente en función de su respuesta clínica.
La evaluación de todos los pacientes para determinar su riesgo de abstinencia alcohólica es esencial, ya que permite una atención adecuada según la gravedad del cuadro. En el caso de pacientes ambulatorios con un trastorno por uso de alcohol (AUD, por sus siglas en inglés) leve, puede ser útil un curso corto de benzodiazepinas de acción prolongada, como el diazepam. En este tratamiento, se inicia con una dosis de 20 mg por vía oral al día, reduciéndola gradualmente en 5 mg diarios. Esta estrategia permite una reducción gradual de los síntomas de abstinencia sin causar una sedación excesiva. Sin embargo, en aquellos pacientes que presentan una historia de consumo reciente de alcohol o que muestran signos de estar en abstinencia o en riesgo significativo de desarrollarla, debe considerarse la hospitalización.
Entre los factores de riesgo más importantes para el síndrome de abstinencia alcohólica grave se incluyen un historial reciente de consumo de alcohol en grandes cantidades, episodios previos de abstinencia alcohólica, convulsiones, alucinaciones, delirium tremens, o la necesidad de medicación para desintoxicación en episodios previos. Además, un historial de abuso o dependencia de benzodiazepinas o barbitúricos también puede aumentar el riesgo de complicaciones graves. Los pacientes que presentan estos factores de riesgo deben ser hospitalizados para una evaluación y manejo adecuados.
El manejo general de los pacientes hospitalizados incluye garantizar una hidratación adecuada, corregir desequilibrios electrolíticos (especialmente en relación con magnesio, calcio y potasio), y administrar vitaminas esenciales como tiamina, ácido fólico y un multivitamínico. La tiamina, en particular, debe administrarse antes de soluciones que contengan glucosa para prevenir la encefalopatía de Wernicke o el síndrome de Korsakoff, condiciones neurológicas graves que pueden desarrollarse debido a la deficiencia de tiamina en pacientes con alcoholismo crónico.
Aunque las benzodiazepinas siguen siendo el tratamiento de primera línea para la abstinencia alcohólica, investigaciones sobre otros agentes, como el fenobarbital o la ketamina, no han demostrado ser más eficaces que las benzodiazepinas en el manejo de los síntomas. Es recomendable una evaluación continua para determinar la gravedad de la abstinencia en cada paciente y ajustar el tratamiento en función de la evolución de los síntomas. En este sentido, los regímenes de medicación dirigidos por los síntomas (es decir, basados en la intensidad de los síntomas observados en el paciente) son más efectivos que los regímenes de dosis fija, ya que ayudan a evitar tanto la sedación insuficiente como la sobredosificación, lo que optimiza el uso de benzodiazepinas y mejora la seguridad del tratamiento.
La gravedad de la abstinencia determinará el nivel de atención necesario para cada paciente. Para aquellos con un riesgo leve de abstinencia o síntomas de abstinencia leves, la admisión a una unidad médica estándar puede ser suficiente. En aquellos con abstinencia moderada, se recomienda un entorno hospitalario de mayor agudeza, mientras que los pacientes con síntomas graves deben ser ingresados en una unidad de cuidados intensivos (UCI), donde se pueda proporcionar un monitoreo más estrecho y una intervención inmediata en caso de complicaciones.
Evaluación de la severidad de los síntomas
La evaluación de la severidad de los síntomas de abstinencia alcohólica es un componente fundamental para el manejo adecuado de los pacientes que experimentan este fenómeno. La abstinencia alcohólica puede presentar una amplia gama de síntomas, que varían desde leves a graves, y que incluyen síntomas físicos y psicológicos. Para poder tratar de manera eficaz a los pacientes, es crucial contar con herramientas que permitan medir la gravedad de estos síntomas y ajustar el tratamiento de acuerdo con las necesidades individuales del paciente. Una de las herramientas más utilizadas y validadas para este fin es la Clinical Institute Withdrawal Assessment for Alcohol, Revised (CIWA-Ar), que es una versión revisada de una escala originalmente diseñada para evaluar la severidad de los síntomas de abstinencia alcohólica.
El CIWA-Ar es un instrumento de evaluación estandarizado que permite medir la intensidad de los síntomas de abstinencia en 10 áreas específicas, cada una de las cuales corresponde a un aspecto particular de la experiencia de abstinencia. Estas áreas incluyen la ansiedad, la agitación psicomotora, las alucinaciones, la transpiración, la presión arterial, los temblores, entre otros. Cada uno de estos síntomas es puntuado de manera independiente en una escala que va desde 0 hasta un valor máximo, lo que permite obtener una puntuación total que refleja la gravedad global de los síntomas del paciente. La puntuación máxima posible en la escala CIWA-Ar es de 67, lo que indica la presencia de síntomas muy graves.
Una de las principales ventajas del CIWA-Ar es que permite una evaluación rápida de la severidad de los síntomas de abstinencia alcohólica. Esta herramienta es especialmente útil en entornos clínicos, ya que puede administrarse de manera eficiente en pocos minutos. Sin embargo, su efectividad depende en gran medida de la capacidad del paciente para comunicar sus síntomas al proveedor de salud. Esto significa que el paciente debe estar consciente y ser capaz de describir con claridad lo que está experimentando para que la evaluación sea precisa. En situaciones donde el paciente esté demasiado alterado o no sea capaz de comunicarse adecuadamente (por ejemplo, en casos de delirium tremens graves o cuando el paciente presenta confusión extrema), la puntuación de la CIWA-Ar podría no ser completamente representativa de la severidad de la abstinencia.
Una vez que se ha obtenido la puntuación total en el CIWA-Ar, los resultados se utilizan para guiar el tratamiento del paciente. Sin embargo, es importante señalar que el juicio clínico sigue siendo fundamental para determinar la dosificación de medicamentos. La dosificación de fármacos, particularmente de sedantes como las benzodiazepinas, debe ajustarse de acuerdo con la severidad de los síntomas, el estado general del paciente y otros factores individuales. Esto significa que, aunque la puntuación obtenida con el CIWA-Ar ofrece una base objetiva para la evaluación de la abstinencia, las decisiones sobre el tratamiento no deben depender exclusivamente de la escala. El proveedor de salud debe tener en cuenta la evolución clínica del paciente, su historial médico, las comorbilidades presentes, así como otros factores contextuales que puedan influir en la respuesta al tratamiento.
En términos prácticos, el CIWA-Ar se utiliza principalmente para medir la gravedad de la abstinencia en pacientes que están en riesgo de sufrir complicaciones, como convulsiones o delirium tremens, y para decidir si es necesario administrar medicamentos sedantes, como las benzodiazepinas. La puntuación obtenida puede ser un indicador de la necesidad de intervención farmacológica, pero, como se mencionó anteriormente, la respuesta al tratamiento debe ajustarse a las características particulares de cada paciente. La dosificación de medicamentos se debe realizar de forma flexible, a menudo guiada por una medición continua de los síntomas y la respuesta al tratamiento.
Tratamiento de los síntomas de abstinencia de alcohol basado en la puntuación CIWA-Ar
Síntomas mínimos de abstinencia (Puntuación CIWA-Ar menor de 8)
Los pacientes con antecedentes de abstinencia alcohólica y síntomas mínimos de abstinencia pueden ser candidatos adecuados para una profilaxis de abstinencia. En estos casos, la gravedad de los síntomas es leve, lo que permite el uso de un enfoque preventivo en lugar de un tratamiento intensivo para manejar la abstinencia activa. Los síntomas mínimos de abstinencia son aquellos que no representan un riesgo inmediato para la salud del paciente, como ligeros temblores o ansiedad, y en estos casos, la intervención médica se orienta a prevenir el agravamiento de los síntomas.
Las opciones recomendadas para la profilaxis de la abstinencia alcohólica en estos pacientes incluyen el uso de benzodiazepinas como el clordiazepóxido o el lorazepam. Ambas son eficaces para aliviar los síntomas de abstinencia sin causar sedación excesiva o efectos secundarios graves en este contexto de baja intensidad. El clordiazepóxido o el lorazepam se administran por vía oral y deben ser reducidos gradualmente (es decir, «tapered») durante un período de tres días. La reducción gradual de la dosis ayuda a evitar la aparición de síntomas de abstinencia más graves y a mantener un nivel de sedación adecuado.
Es esencial que los síntomas del paciente sean monitoreados de forma continua a lo largo del tratamiento. Se recomienda realizar una evaluación de sedación y síntomas de abstinencia utilizando la escala CIWA-Ar cada 6 horas. Esta evaluación permite ajustar la dosificación de la medicación y asegurarse de que el paciente no experimente sedación excesiva o un empeoramiento de los síntomas de abstinencia. La evaluación se debe llevar a cabo por personal de enfermería capacitado, que debe observar y registrar cualquier cambio en el estado de sedación y en los síntomas de abstinencia, como temblores, ansiedad o alucinaciones.
Cuando se indica la medicación profiláctica, se puede seguir un régimen específico de reducción gradual para cada medicamento. Por ejemplo, en el caso del lorazepam, un esquema de reducción puede incluir la administración de 1 mg por vía oral cada 6 horas durante el primer día, luego disminuir la dosis a 1 mg cada 8 horas durante el segundo día y finalmente a 1 mg cada 12 horas durante el tercer día, antes de discontinuar el tratamiento. Para el clordiazepóxido, el régimen puede consistir en administrar 50 mg cada 6 horas durante el primer día, seguido de 25 mg cada 6 horas durante los siguientes dos días, antes de discontinuar la medicación.
El clordiazepóxido debe evitarse en pacientes mayores o en aquellos con enfermedades hepáticas, ya que el metabolismo de este medicamento se ve alterado en estos grupos, lo que puede aumentar el riesgo de efectos adversos y complicaciones. En cambio, el lorazepam es preferido en pacientes con afecciones hepáticas, ya que se metaboliza de manera diferente y no depende tanto de la función hepática para su eliminación, lo que lo convierte en una opción más segura en estos casos.
El nivel de sedación del paciente debe evaluarse entre 30 y 60 minutos después de cada dosis de benzodiazepina. Esto es crucial para garantizar que la sedación sea adecuada y no excesiva. Si se observa que el paciente está excesivamente sedado o que presenta una frecuencia respiratoria inferior a 10 respiraciones por minuto, la dosis de benzodiazepina debe suspenderse temporalmente hasta que el paciente se estabilice. El objetivo es proporcionar un nivel de sedación moderado, que permita controlar los síntomas de abstinencia sin inducir un nivel de sedación que pueda comprometer la respiración o la seguridad del paciente.
Si durante la evaluación se detecta que la puntuación de CIWA-Ar es mayor a 8, esto indica la presencia de abstinencia activa, y el proveedor de atención médica debe ser notificado de inmediato. En estos casos, es necesario un ajuste en el tratamiento, lo que puede incluir la escalada del manejo farmacológico. Esto podría implicar el aumento de las dosis de benzodiazepinas o el uso de medicamentos adicionales para controlar los síntomas graves de abstinencia, como las convulsiones o el delirium tremens. La intervención temprana y escalada del tratamiento es esencial para prevenir complicaciones graves y asegurar una recuperación segura para el paciente.
Síntomas leves de abstinencia (Puntuación CIWA-Ar entre 8 y 15)
El manejo de los síntomas leves de abstinencia alcohólica se centra en controlar los síntomas sin inducir sedación excesiva, con el objetivo de evitar la progresión a formas más graves de abstinencia, como el delirium tremens o las convulsiones. Los pacientes con puntuaciones de entre 8 y 15 en la escala Clinical Institute Withdrawal Assessment for Alcohol, Revised (CIWA-Ar) presentan síntomas leves a moderados de abstinencia, lo que indica que, si bien es necesario un tratamiento, este puede manejarse de forma menos intensiva que en los casos de abstinencia grave.
Para estos pacientes, se pueden utilizar tanto el clordiazepóxido como el lorazepam, administrados por vía oral o intravenosa, según la condición del paciente y las preferencias del equipo médico. Ambos fármacos pertenecen a la clase de las benzodiazepinas, que son eficaces para reducir la excitabilidad del sistema nervioso central y aliviar los síntomas de abstinencia, como la ansiedad, los temblores y la agitación psicomotora. El clordiazepóxido y el lorazepam actúan en los mismos receptores del cerebro que el alcohol, facilitando la disminución de la actividad neuronal excesiva que ocurre cuando el alcohol es eliminado del sistema.
El tratamiento inicial consiste en la administración de una dosis inicial relativamente alta para estabilizar al paciente rápidamente. En el caso del clordiazepóxido, se administra una dosis de 50 mg por vía oral, mientras que para el lorazepam, la dosis inicial es de 1 o 2 mg, también administrada por vía oral o intravenosa. Esta dosis debe ser administrada cada hora durante las primeras dos horas de tratamiento para controlar rápidamente los síntomas de abstinencia.
Durante este período de administración intensiva, es fundamental evaluar frecuentemente al paciente para asegurar que los síntomas de abstinencia se estén manejando adecuadamente sin causar sedación excesiva. La evaluación de sedación y síntomas de abstinencia debe realizarse cada 4 horas mediante la escala CIWA-Ar. Esta evaluación continua permite ajustar la dosis de la medicación según la respuesta clínica del paciente. Si los síntomas de abstinencia persisten o no se controlan adecuadamente, se puede ajustar la dosificación para asegurar una respuesta terapéutica óptima.
Después de las dos primeras horas de tratamiento intensivo, la dosificación de las benzodiazepinas se ajusta para mantener un control adecuado de los síntomas de abstinencia sin inducir una sedación excesiva. En esta fase, el clordiazepóxido o el lorazepam se administran cada 4 horas según sea necesario, ajustando la dosis según los síntomas del paciente. Las dosis típicas durante esta fase de tratamiento incluyen 25 a 50 mg de clordiazepóxido por vía oral o 0.5 a 1 mg de lorazepam por vía oral o intravenosa cada 4 horas, dependiendo de la evaluación clínica y la respuesta del paciente.
Es importante que la dosificación de las benzodiazepinas se ajuste de manera dinámica, dependiendo de la evolución de los síntomas. Si la puntuación del CIWA-Ar permanece entre 8 y 15, lo que indica la presencia de síntomas de abstinencia leves a moderados, deben administrarse dosis adicionales de benzodiazepinas. Sin embargo, se debe tener especial cuidado en evitar la sedación excesiva, ya que esto puede comprometer la seguridad respiratoria y general del paciente. El monitoreo de la sedación, la frecuencia respiratoria y otros signos vitales es esencial durante el tratamiento.
Además, si en algún momento la puntuación del CIWA-Ar aumenta por encima de 15, lo que indicaría una mayor gravedad en los síntomas de abstinencia, debe considerarse la escalada del tratamiento, posiblemente aumentando las dosis o utilizando otros agentes terapéuticos, y notificando al equipo médico para una intervención más intensiva.
La elección entre clordiazepóxido y lorazepam depende de varios factores, incluyendo la condición clínica general del paciente. El clordiazepóxido es metabolizado en el hígado y tiene una vida media más larga, lo que lo hace adecuado para pacientes sin enfermedades hepáticas graves. Sin embargo, en pacientes con insuficiencia hepática o aquellos que tienen dificultades para metabolizar los medicamentos de manera eficiente, el lorazepam es preferido, ya que tiene un metabolismo más directo y menos dependiente de la función hepática.
Abstinencia moderada (Puntuación CIWA-Ar entre 16 y 20)
El manejo de los síntomas de abstinencia alcohólica moderada requiere una intervención más intensiva en comparación con la abstinencia leve, debido a que los pacientes presentan síntomas más pronunciados que pueden incluir agitación significativa, temblores, sudoración excesiva, ansiedad y, en algunos casos, alucinaciones visuales o auditivas. Estos síntomas indican un desequilibrio en el sistema nervioso central, que, si no se trata adecuadamente, puede progresar hacia complicaciones más graves, como convulsiones o delirium tremens. La evaluación de los síntomas de abstinencia mediante la escala Clinical Institute Withdrawal Assessment for Alcohol, Revised (CIWA-Ar) permite una medición objetiva de la severidad y guía el ajuste del tratamiento.
En los pacientes con síntomas de abstinencia moderada, el tratamiento se basa en la administración de benzodiazepinas de acción más rápida y potente, como el clordiazepóxido o el lorazepam. Estas benzodiazepinas ayudan a controlar la excitabilidad neuronal y a mitigar los síntomas físicos y psicológicos asociados con la abstinencia alcohólica. El clordiazepóxido, en dosis inicial de 100 mg por vía oral, o el lorazepam, en dosis de 3 o 4 mg por vía oral o intravenosa, deben administrarse cada hora durante las primeras dos horas del tratamiento. Este enfoque agresivo busca estabilizar al paciente rápidamente, controlando los síntomas antes de que progresen a una forma más grave de abstinencia.
A lo largo de la intervención, el monitoreo continuo es crucial para ajustar las dosis de forma adecuada y evitar la sedación excesiva, que puede comprometer la seguridad del paciente. La evaluación de los síntomas debe realizarse cada 2 horas utilizando la escala CIWA-Ar. Este monitoreo frecuente permite ajustar la dosificación de las benzodiazepinas según la severidad de los síntomas, manteniendo el equilibrio entre controlar la abstinencia y evitar una sedación profunda o peligrosa. La medicación debe ser administrada en intervalos que permitan un control adecuado de los síntomas, sin inducir efectos adversos graves como depresión respiratoria o sedación excesiva.
Después de las primeras dos horas de tratamiento, las dosis se ajustan para continuar el manejo de la abstinencia sin sobredosificar al paciente. En esta etapa, se pueden administrar 50 mg de clordiazepóxido por vía oral o 1 a 2 mg de lorazepam por vía oral o intravenosa cada 2 horas, según los resultados del monitoreo de la CIWA-Ar, siempre que la puntuación de la escala se mantenga entre 16 y 20. Si la puntuación de la CIWA-Ar disminuye a un rango de entre 8 y 15, las dosis se pueden reducir a 25 mg de clordiazepóxido o de 0.5 a 1 mg de lorazepam, administrados cada 2 horas.
Es importante tener en cuenta que la dosis máxima de clordiazepóxido no debe exceder los 600 mg en un período de 24 horas. Este límite es esencial para evitar efectos adversos asociados con la sobredosificación, como la sedación profunda o la depresión respiratoria, que pueden ser peligrosos para el paciente. En cuanto al lorazepam, su dosificación debe ajustarse para mantener la sedación en niveles seguros, controlando los síntomas de abstinencia sin inducir efectos secundarios graves.
Dado que los pacientes en abstinencia moderada pueden presentar un aumento significativo en la frecuencia cardíaca y la presión arterial, es crucial monitorear continuamente su estado con oximetría de pulso y monitorización cardíaca. Estos dispositivos permiten evaluar el estado cardiovascular del paciente y detectar cualquier cambio potencialmente peligroso en tiempo real, lo que facilita una intervención inmediata si fuera necesario.
El monitoreo de la sedación es un componente clave en la seguridad del tratamiento de la abstinencia moderada. Las medicaciones benzodiazepínicas, aunque efectivas para controlar los síntomas de abstinencia, pueden inducir sedación, que en dosis inapropiadas puede llevar a complicaciones graves, como depresión respiratoria. Por ello, se debe evaluar la sedación 30 a 60 minutos después de cada dosis oral de medicación y durante 15 minutos después de cada dosis intravenosa. Esta evaluación asegura que el paciente no esté excesivamente sedado y que los signos vitales, especialmente la frecuencia respiratoria, se mantengan dentro de un rango seguro.
El tratamiento de la abstinencia alcohólica moderada requiere un enfoque flexible y dinámico, con ajustes continuos en la dosificación según la respuesta clínica del paciente. Si bien la medicación profiláctica con benzodiazepinas es fundamental para controlar los síntomas, el monitoreo constante es esencial para garantizar que el tratamiento sea eficaz y seguro. Además, la intervención temprana y escalada en caso de que los síntomas no se controlen adecuadamente es clave para evitar complicaciones graves.
Abstinencia severa (Puntuación CIWA-Ar superior a 20)
La abstinencia alcohólica severa es una condición crítica que conlleva un alto riesgo de complicaciones graves, como el delirium tremens (DTs), una manifestación aguda y potencialmente mortal de la abstinencia alcohólica. Los pacientes que presentan síntomas de abstinencia severa, reflejados en una puntuación de la escala Clinical Institute Withdrawal Assessment for Alcohol, Revised (CIWA-Ar) superior a 20, requieren una atención médica intensiva. La intervención en estos casos debe ser rápida y efectiva, dado el peligro que representan los síntomas severos, como agitación extrema, temblores intensos, taquicardia, hipertensión, y alteraciones en el estado mental, los cuales pueden progresar rápidamente a complicaciones que amenazan la vida.
El tratamiento de la abstinencia alcohólica severa se basa principalmente en el uso de benzodiazepinas, como el lorazepam, que son medicamentos eficaces para controlar la excitabilidad neuronal asociada con la abstinencia. En estos pacientes, el lorazepam intravenoso es el tratamiento de elección. Se administra en dosis iniciales de 1 a 2 mg intravenosos cada 15 minutos, hasta que el paciente logre un estado de calma y sedación, pero mantenga la consciencia. Este enfoque intensivo busca estabilizar al paciente rápidamente, ya que los síntomas graves de abstinencia requieren un control efectivo para prevenir la progresión hacia el delirium tremens, convulsiones o insuficiencia cardiovascular.
Dado el riesgo elevado de complicaciones en los pacientes con abstinencia severa, es fundamental un monitoreo constante. Inicialmente, se debe realizar un monitoreo de la puntuación de la CIWA-Ar cada 30 minutos para evaluar la gravedad de los síntomas y la respuesta al tratamiento. Después de las primeras dosis de lorazepam intravenoso, si la puntuación CIWA-Ar permanece entre 16 y 20, se puede continuar con dosis de 2 mg de lorazepam cada hora según sea necesario. Si la puntuación baja entre 8 y 15, se puede ajustar la dosis a 1-2 mg por hora, ya sea por vía intravenosa o oral. El ajuste de la dosificación se realiza para mantener el control de los síntomas sin inducir sedación excesiva, que puede ser perjudicial, especialmente en pacientes con riesgo de depresión respiratoria.
En algunos casos, a pesar del tratamiento con altas dosis de lorazepam, los pacientes pueden continuar mostrando signos de agitación, temblores, taquicardia o hipertensión. Si los síntomas no se controlan adecuadamente, es necesario considerar la adición de un agente adjunto, como el dexmedetomidina, un agonista alfa-2 que induce sedación sin efectos significativos sobre la respiración. El dexmedetomidina no debe ser utilizado como tratamiento único para la abstinencia alcohólica, sino como una terapia complementaria junto con las benzodiazepinas. Su función es reducir la salida de catecolaminas, lo que puede aliviar la hiperactividad simpática característica de la abstinencia severa.
El protocolo recomendado para la administración de dexmedetomidina es de 0.2 a 0.7 mcg/kg/hora, en combinación con lorazepam administrado en intervalos de 1-2 mg cada 8 horas. Si la abstinencia no se controla con este enfoque combinado, y si el paciente requiere dosis continuas de lorazepam para mantener un control adecuado de los síntomas, se puede considerar la infusión continua de lorazepam intravenoso, lo cual es apropiado en casos extremos que demandan un manejo intensivo. Sin embargo, la administración continua de lorazepam requiere una monitorización estricta, especialmente para detectar signos de depresión respiratoria.
Cuando los pacientes requieren dosis elevadas de benzodiazepinas, existe el riesgo de que se presenten efectos adversos graves, como depresión respiratoria, lo que puede comprometer la capacidad del paciente para mantener una respiración adecuada. En estos casos, la intubación endotraqueal para proteger las vías respiratorias y asegurar una ventilación adecuada puede ser necesaria. Una vez intubado, se recomienda iniciar una infusión de propofol para proporcionar sedación, lo que también puede ser útil para tratar la abstinencia alcohólica refractaria en estos pacientes. El propofol es un agente anestésico que, a dosis controladas, permite una sedación profunda sin afectar excesivamente la respiración.
Si a pesar de la administración escalonada de benzodiazepinas y la adición de dexmedetomidina, los síntomas de abstinencia alcohólica permanecen sin control, se puede considerar el uso de fenobarbital. Aunque algunos hospitales utilizan el fenobarbital como tratamiento único para la abstinencia alcohólica, su eficacia comparativa frente a las benzodiazepinas aún necesita ser validada por estudios controlados y aleatorios suficientemente robustos. El fenobarbital actúa como un depresor del sistema nervioso central, similar a las benzodiazepinas, y puede ser útil en casos de abstinencia alcohólica severa que no responden a otros tratamientos.
En el tratamiento de la abstinencia alcohólica severa, se debe evitar administrar dosis altas de lorazepam de manera rápida o excesiva, específicamente dosis intravenosas superiores a 4 mg en un solo bolo. La administración de lorazepam en dosis altas debe realizarse de manera escalonada y controlada para prevenir efectos adversos, como la sedación profunda o la depresión respiratoria. Además, se recomienda no mezclar diferentes tipos de benzodiazepinas, como clordiazepóxido y lorazepam, ya que esto puede resultar en un control inadecuado de la dosificación y en la acumulación de fármacos en el cuerpo.
Una vez que el paciente haya alcanzado un estado estable y haya estado libre de síntomas graves de abstinencia durante al menos 24 horas, se puede comenzar a reducir la dosis de benzodiazepinas de forma gradual. Esta reducción debe ser progresiva, con una disminución diaria del 20% de la dosis, hasta que se complete el proceso de abstinencia. La reducción gradual es esencial para evitar la reaparición de los síntomas y asegurar que el paciente se recupere completamente sin complicaciones.
Manejo de otras condiciones asociadas a la abstinencia alcohólica
El manejo adecuado de la abstinencia alcohólica no solo requiere la atención de los síntomas típicos de la misma, sino también un examen meticuloso para identificar y tratar otros problemas médicos subyacentes que puedan estar presentes en los pacientes con trastorno grave por consumo de alcohol. Esta población frecuentemente tiene comorbilidades médicas que pueden complicar aún más el cuadro clínico, y es crucial abordarlas para garantizar una recuperación completa y prevenir complicaciones adicionales.
Una de las condiciones médicas que debe considerarse en los pacientes con abstinencia alcohólica es la hipoglucemia alcohólica. Cuando los niveles de alcohol en sangre disminuyen en individuos con un consumo crónico y elevado, puede ocurrir una hipoglucemia significativa. Esto se debe a la interrupción del efecto inhibitorio del alcohol sobre la liberación de glucosa hepática, lo que puede llevar a niveles de azúcar en sangre peligrosamente bajos. La hipoglucemia alcohólica, si no es detectada y tratada oportunamente, puede generar efectos adversos graves, como alteraciones en el estado de conciencia, convulsiones y, en casos más extremos, coma.
Además, los pacientes con un historial prolongado de consumo excesivo de alcohol a menudo desarrollan enfermedades hepáticas crónicas, como cirrosis, que afectan la función hepática y están asociadas con trastornos de la coagulación. Estas alteraciones en la coagulación, combinadas con la tendencia a la caída y otros traumas derivados del abuso de alcohol, aumentan el riesgo de lesiones intracraneales, como hematomas subdurales. En estos casos, el sangrado en el cerebro puede no ser diagnosticado inmediatamente, lo que resalta la necesidad de una evaluación clínica exhaustiva en la que se incluyan imágenes de diagnóstico si es necesario. Es fundamental que el equipo médico esté alerta a estas posibles complicaciones y actúe de manera rápida para intervenir si se identifican hemorragias intracraneales.
Las convulsiones son una complicación potencialmente peligrosa durante la abstinencia alcohólica. Sin embargo, el uso de fenitoína, un anticonvulsivo comúnmente utilizado en otros tipos de convulsiones, no ha demostrado ser eficaz para manejar las convulsiones asociadas con la abstinencia alcohólica. En lugar de fenitoína, el tratamiento con dosis sedantes de benzodiazepinas es la intervención más efectiva para controlar las convulsiones que ocurren durante el síndrome de abstinencia alcohólica. Las benzodiazepinas actúan sobre los receptores GABA en el sistema nervioso central, promoviendo un efecto sedante que puede prevenir y tratar las convulsiones sin la necesidad de otros anticonvulsivos, salvo que exista un trastorno convulsivo preexistente.
Los pacientes con un largo historial de consumo excesivo de alcohol pueden desarrollar síndromes cerebrales crónicos debido a los efectos neurotóxicos del alcohol. Estos pueden incluir alteraciones cognitivas persistentes, como demencia alcohólica, o trastornos neurológicos secundarios, como la encefalopatía de Wernicke o el síndrome de Korsakoff. A pesar de que la reposición de vitaminas, particularmente la tiamina y el ácido fólico, es una parte importante del tratamiento de la abstinencia alcohólica, no se ha demostrado que estas intervenciones reviertan completamente los efectos de daño cerebral crónico en personas con daño cerebral avanzado debido al consumo prolongado de alcohol. Por lo tanto, el tratamiento con vitaminas se enfoca en prevenir complicaciones adicionales, como la encefalopatía de Wernicke, pero puede tener un beneficio limitado en la reversión de los síndromes cerebrales crónicos.
Medidas psicológicas y sociales en el tratamiento
El manejo de la abstinencia alcohólica no debe limitarse a la atención médica de los síntomas físicos, sino que también debe integrar medidas psicológicas y sociales esenciales para el bienestar a largo plazo del paciente. Una vez que se ha tratado exitosamente la alucinósis alcohólica o la abstinencia, es fundamental iniciar el tratamiento psicológico y conductual adecuado. Esto incluye terapias cognitivas y conductuales, intervenciones de apoyo emocional y la planificación de un seguimiento continuo, que son cruciales para reducir el riesgo de recaídas y promover la recuperación a largo plazo.
La intervención temprana durante la hospitalización para abordar aspectos psicológicos y sociales aumenta significativamente las posibilidades de que el paciente continúe recibiendo tratamiento después del alta hospitalaria. Esto implica la organización de un plan de tratamiento que incluya el seguimiento con profesionales de la salud mental, programas de rehabilitación y apoyo social. El apoyo social, como la inclusión en grupos de autoayuda o redes de apoyo familiar, es particularmente relevante para aquellos que luchan con el trastorno por consumo de alcohol, ya que un entorno de apoyo puede desempeñar un papel crucial en la prevención de recaídas y en la mejora de la calidad de vida de los pacientes.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Bahji A et al. Comparative efficacy and safety of pharmacotherapies for alcohol withdrawal: a systematic review and network meta-analysis. Addiction. 2022;117:2591. [PMID: 35194860]
- Bosch NA et al. Implementation of a phenobarbital-based pathway for severe alcohol withdrawal: a mixed-method study. Ann Am Thorac Soc. 2021;18:1708. [PMID: 33945771]
- Casper R et al. Which detoxification syndromes are effective for alcohol withdrawal syndrome? J Fam Pract. 2021;70:E16. [PMID: 33760908]
- Kelson M et al. Ketamine treatment for alcohol use disorder: a systematic review. Cureus. 2023;15:e38498. [PMID: 37273364]
- Malone D et al. Phenobarbital versus benzodiazepines in alcohol withdrawal syndrome. Neuropsychopharmacol Rep. 2023;43:532. [PMID: 37368937]

