Colecistitis aguda

Colecistitis aguda
Colecistitis aguda

La colecistitis es una inflamación de la vesícula biliar que generalmente se asocia con la presencia de cálculos biliares en un 90–95% de los casos. Esta patología se desarrolla típicamente cuando un cálculo biliar se impacta en el conducto cístico, lo que ocasiona una obstrucción que impide el flujo normal de la bilis desde la vesícula hacia el intestino delgado. Esta obstrucción genera una acumulación de bilis dentro de la vesícula biliar, lo que a su vez provoca una distensión y un aumento de la presión intraluminal. La congestión y la retención de bilis promueven la proliferación bacteriana, lo que agrava la inflamación, y en última instancia puede dar lugar a una infección.

La colecistitis acalculosa es el este tipo de inflamación de la vesícula biliar que ocurre en ausencia de cálculos biliares y debe ser considerado en casos en los que se presenten fiebre inexplicada o dolor en el cuadrante superior derecho del abdomen dentro de un período de 2 a 4 semanas después de una cirugía mayor. También debe sospecharse en pacientes críticamente enfermos que han estado sin ingesta oral durante un período prolongado. En estos pacientes, la falta de estimulación de la vesícula biliar, combinada con la alteración de la motilidad biliar, facilita el desarrollo de la inflamación. La colecistitis acalculosa suele estar asociada con fallos multiorgánicos, lo que la convierte en una condición grave y difícil de manejar.

Adicionalmente, la colecistitis puede ser causada por agentes infecciosos en ciertos contextos. En pacientes con infección por el virus de citomegalovirus, criptosporidiosis o microsporidiosis, particularmente aquellos con el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), la inflamación de la vesícula biliar puede ser desencadenada por la acción directa de estos patógenos. También se observa en enfermedades autoinmunes y vasculitis, como la poliarteritis nodosa y la púrpura de Henoch-Schönlein, en las cuales la inflamación sistémica afecta a la circulación biliar. Además, ciertos medicamentos, como los agonistas del receptor del péptido similar al glucagón tipo 1, pueden inducir un estado de colecistitis como efecto secundario. Estas diversas etiologías destacan la complejidad de la colecistitis y su asociación con una variedad de condiciones clínicas, desde obstrucciones mecánicas hasta alteraciones inmunológicas e infecciosas.

 

Manifestaciones clínicas

El ataque agudo de colecistitis suele ser precipitado por la ingestión de una comida abundante o grasosa, que es capaz de desencadenar una serie de respuestas fisiológicas que afectan la vesícula biliar. Este tipo de comidas estimula la liberación de hormonas gastrointestinales, como la colecistoquinina, que induce la contracción de la vesícula biliar y la liberación de bilis hacia el intestino delgado. Sin embargo, en presencia de cálculos biliares o de obstrucción en el conducto cístico, esta contracción puede generar un aumento en la presión intraluminal de la vesícula biliar, lo que desencadena un episodio doloroso.

El dolor característico de un ataque de colecistitis aguda se presenta de manera súbita, generalmente localizado en la región epigástrica o en el hipocondrio derecho, y se describe como un dolor constante y de intensidad moderada a severa. Este dolor puede ir disminuyendo de forma gradual durante un período de 12 a 18 horas, aunque algunos pacientes pueden experimentar episodios más prolongados. El dolor se origina debido a la distensión de la vesícula biliar, la irritación de los nervios locales y la inflamación resultante de la obstrucción.

El vómito es un síntoma frecuente, presente en aproximadamente el 75% de los pacientes que sufren un ataque de colecistitis aguda. En la mitad de los casos, el vómito puede proporcionar un alivio variable del dolor, posiblemente debido a la disminución de la presión intraabdominal o a la relajación del sistema gastrointestinal. La fiebre es también un signo característico de la colecistitis aguda, ya que la inflamación y la posible infección de la vesícula biliar provocan una respuesta febril sistémica.

Uno de los hallazgos clínicos más significativos es la sensibilidad en el cuadrante superior derecho del abdomen, la cual casi siempre está presente en los pacientes con colecistitis aguda. Esta sensibilidad se asocia a menudo con la maniobra de Murphy, que consiste en la inhibición de la inspiración del paciente debido al dolor intenso al palpar el área del hipocondrio derecho. Además, la presencia de contractura muscular y sensibilidad a la descompresión (signo de rebote) son comunes, lo que indica una irritación peritoneal secundaria a la inflamación de la vesícula biliar.

En aproximadamente el 15% de los casos, se puede palpar la vesícula biliar aumentada de tamaño, lo que indica la presencia de una vesícula distendida e inflamada. Aunque no es un hallazgo constante, la palpación de una vesícula biliar palpable es un signo que puede orientar al diagnóstico de colecistitis.

La ictericia, que se presenta en aproximadamente el 25% de los pacientes, es un signo menos frecuente pero relevante. Cuando la ictericia persiste o es grave, puede ser indicativa de la presencia de cálculos en el conducto colédoco, lo que sugiere la posibilidad de coledocolitiasis. En estos casos, la obstrucción del conducto colédoco impide el paso normal de la bilis hacia el intestino, lo que resulta en la acumulación de bilirrubina en el torrente sanguíneo, manifestándose clínicamente como ictericia.

 

Exámenes diagnósticos

El recuento de glóbulos blancos es usualmente elevado, alcanzando valores entre 12,000 y 15,000 células por microlitro, lo que refleja una respuesta inflamatoria aguda a la obstrucción de la vesícula biliar. Este aumento en el recuento de leucocitos es indicativo de una activación del sistema inmune, que se produce como resultado de la inflamación y, en muchos casos, la posible infección bacteriana asociada a la colecistitis.

Los valores de bilirrubina en suero, es posible observar niveles entre 1 y 4 miligramos por decilitro, aunque la presencia de ictericia no siempre implica una obstrucción en el conducto biliar. Estos valores pueden elevarse debido a la alteración del drenaje normal de la bilis hacia el intestino, que ocurre en la colecistitis, aún sin que exista una obstrucción completa del conducto colédoco. Esta elevación moderada de la bilirrubina se debe a la dificultad del flujo biliar, pero no necesariamente refleja una obstrucción completa del sistema biliar.

Los niveles de las enzimas hepáticas, específicamente las aminotransferasas (transaminasas), también suelen estar elevados en la colecistitis aguda, con cifras que pueden alcanzar hasta 300 unidades por mililitro. Estas elevaciones reflejan la inflamación de la vesícula biliar y el daño a las células hepáticas debido a la retención biliar. Cuando la colecistitis aguda se asocia con colangitis, una inflamación del conducto biliar, los niveles de estas enzimas pueden ser aún más altos. Además, la fosfatasa alcalina, una enzima relacionada con el sistema biliar y hepático, también puede estar elevada debido a la obstrucción del flujo biliar, aunque generalmente en menor grado que las aminotransferasas.

El amilasa sérica también puede mostrar un aumento moderado en los casos de colecistitis aguda, aunque este hallazgo no es específico de la enfermedad. La amilasa se eleva en diversas condiciones, incluidas las que afectan el páncreas, pero en el contexto de la colecistitis, puede reflejar la inflamación que afecta a estructuras adyacentes como el páncreas, dado que la vesícula biliar y el páncreas comparten la irrigación sanguínea y los conductos de drenaje.

Las pruebas de imagen, las radiografías simples del abdomen pueden mostrar cálculos biliares radiopacos en aproximadamente el 15% de los casos, aunque esto no es suficientemente sensible para un diagnóstico definitivo. Por otro lado, la ecografía abdominal en el cuadrante superior derecho es una de las primeras pruebas de imagen realizadas. Aunque es sensible para detectar los cálculos biliares, su capacidad para diagnosticar colecistitis aguda es moderada, con una sensibilidad del 81% y una especificidad del 83%. Los hallazgos sugestivos de colecistitis aguda en ecografía incluyen engrosamiento de la pared de la vesícula biliar, líquido pericolecístico y un signo ecográfico de Murphy, que consiste en la aparición de dolor durante la compresión del área del hipocondrio derecho.

La tomografía de emisión de positrones con tecnetio-99m (escintigrafía hepatobiliar), también conocida como prueba HIDA, es útil para demostrar la obstrucción del conducto cístico, que es la causa más frecuente de la colecistitis aguda. Esta prueba tiene una alta sensibilidad (96%) y especificidad (90%) cuando los niveles de bilirrubina en suero son inferiores a 5 miligramos por decilitro. Sin embargo, los resultados falsos positivos pueden ocurrir en situaciones de ayuno prolongado, enfermedad hepática o colecistitis crónica. La especificidad de la prueba HIDA se puede mejorar mediante la administración intravenosa de morfina, que induce un espasmo del esfínter de Oddi y facilita la identificación de obstrucciones en el conducto cístico.

La resonancia magnética (RM) también se ha utilizado en la evaluación de la colecistitis aguda, con una sensibilidad del 88% y una especificidad del 89%. La RM puede proporcionar detalles adicionales sobre la anatomía biliar y las estructuras circundantes. Finalmente, la tomografía computarizada (TC) se utiliza principalmente para identificar complicaciones graves de la colecistitis aguda, como la perforación o la gangrena de la vesícula biliar, que pueden ser difíciles de detectar con otras modalidades de imagen. La TC tiene una utilidad limitada para el diagnóstico directo de la colecistitis aguda, pero es esencial cuando se sospechan complicaciones.

Diagnóstico diferencial

La colecistitis aguda puede presentar un cuadro clínico similar al de diversas otras patologías abdominales y sistémicas, lo que puede dificultar su diagnóstico diferencial. Entre los trastornos más comúnmente confundidos con la colecistitis aguda se incluyen la coledocolitiasis con colangitis, la úlcera péptica perforada, la pancreatitis aguda, la apendicitis en un apéndice de posición alta, el carcinoma colónico perforado o un divertículo en la flexura hepática, el absceso hepático, la hepatitis, la neumonía con pleuritis en el lado derecho y la isquemia miocárdica.

  1. Coledocolitiasis con colangitis: La presencia de cálculos en el conducto colédoco, que obstruyen el paso de la bilis, puede generar síntomas similares a los de la colecistitis aguda, incluyendo dolor en el cuadrante superior derecho, fiebre y elevación de las enzimas hepáticas. Sin embargo, en la coledocolitiasis con colangitis, la obstrucción biliar es más proximal y puede ir acompañada de ictericia y de signos de infección sistémica. La colangitis es una infección bacteriana del conducto biliar, que puede estar asociada con fiebre, escalofríos y un cuadro clínico más grave.
  2. Úlcera péptica perforada: La perforación de una úlcera péptica puede presentar dolor en el cuadrante superior derecho del abdomen, aunque este dolor suele ser más súbito e intenso y puede irradiarse hacia el abdomen en general. A diferencia de la colecistitis, en la úlcera perforada es común la aparición de un abdomen rígido y los signos de peritonitis generalizada, debido a la liberación de contenido gástrico en la cavidad abdominal.
  3. Pancreatitis aguda: La pancreatitis aguda, que se caracteriza por la inflamación del páncreas, generalmente presenta un dolor epigástrico intenso que puede irradiarse hacia la espalda. Aunque ambos trastornos pueden causar dolor abdominal intenso y elevados niveles de enzimas pancreáticas, la pancreatitis no suele asociarse con los hallazgos característicos de la colecistitis, como el engrosamiento de la pared de la vesícula biliar en la ecografía.
  4. Apendicitis en un apéndice de posición alta: Cuando el apéndice se encuentra en una posición anómala, como en el cuadrante superior derecho del abdomen, puede simular los síntomas de la colecistitis. El dolor de la apendicitis suele comenzar de forma difusa y luego localizarse en el cuadrante inferior derecho, mientras que en la colecistitis, el dolor se concentra inicialmente en el cuadrante superior derecho y puede irradiarse hacia la parte posterior.
  5. Carcinoma colónico perforado o divertículo en la flexura hepática: Un carcinoma colónico o un divertículo en la flexura hepática también puede causar dolor en el cuadrante superior derecho del abdomen si hay perforación. En estos casos, el dolor suele estar asociado con signos de peritonitis localizada o difusa, como distensión abdominal, rigidez y sensibilidad generalizada, lo cual es diferente del dolor focalizado que se observa en la colecistitis.
  6. Absceso hepático: Un absceso hepático, causado por infecciones bacterianas o parasitarias, puede causar dolor en el cuadrante superior derecho, fiebre y hepatomegalia. Sin embargo, la ecografía o la tomografía computarizada suelen mostrar una masa localizada en el hígado, lo cual ayuda a diferenciar esta condición de la colecistitis.
  7. Hepatitis: La hepatitis, tanto viral como alcohólica, puede ocasionar dolor en el cuadrante superior derecho, aunque generalmente el dolor se asocia con síntomas sistémicos como ictericia, fatiga y alteraciones en las pruebas hepáticas. La inflamación del hígado puede generar dolor, pero no suele causar los signos específicos de colecistitis, como el engrosamiento de la pared de la vesícula biliar.
  8. Neumonía con pleuritis en el lado derecho: La neumonía, especialmente cuando se asocia con pleuritis en el lado derecho, puede provocar dolor en el cuadrante superior derecho del abdomen debido a la irritación del diafragma. Este dolor tiende a ser más pleurítico, es decir, empeora con la respiración profunda y la tos, a diferencia del dolor continuo y constante de la colecistitis.
  9. Isquemia miocárdica: La isquemia miocárdica puede presentarse con dolor en el cuadrante superior derecho, especialmente en los casos de dolor irradiado desde el pecho hacia el abdomen. Sin embargo, este dolor se asocia típicamente con otros síntomas de insuficiencia cardíaca, como sudoración, palpitaciones y disnea, lo cual ayuda a distinguirla de la colecistitis.

En la práctica clínica, la localización precisa del dolor y la sensibilidad en el cuadrante superior derecho del abdomen, especialmente si el dolor irradia hacia el área infrascapular, favorece fuertemente el diagnóstico de colecistitis aguda. Esta radiación del dolor es un hallazgo característico que ayuda a diferenciar la colecistitis de otras condiciones abdominales.

En aquellos casos de colecistitis sin cálculos, conocida como colecistitis acalculosa, la inflamación de la vesícula biliar puede ser más difícil de identificar, ya que no se observan los cálculos típicos en las imágenes. Este tipo de colecistitis debe ser considerado especialmente en pacientes críticamente enfermos, en aquellos con antecedentes de cirugía mayor o en quienes no han tenido ingesta oral durante un período prolongado.

 

Complicaciones

La gangrena de la vesícula biliar es una complicación grave de la colecistitis aguda, y su desarrollo está estrechamente relacionado con la continuación o progresión del dolor en el cuadrante superior derecho del abdomen, la sensibilidad abdominal, la contractura muscular, la fiebre y la leucocitosis después de un período de 24 a 48 horas desde el inicio de los síntomas. Esta progresión sugiere una inflamación severa que puede estar acompañada de gangrena de la vesícula biliar, generalmente como consecuencia de la isquemia causada por la vasoconstricción esplácnica y la coagulación intravascular. La vasoconstricción es un mecanismo fisiopatológico que disminuye el flujo sanguíneo hacia los órganos abdominales, y en este caso afecta a la vesícula biliar, privándola de oxígeno y nutrientes, lo que favorece la necrosis del tejido biliar. Esta necrosis puede desarrollarse de forma ocasional en personas con factores predisponentes como obesidad, diabetes, edad avanzada o inmunosupresión, sin que se presenten signos específicos de gangrena.

Cuando la gangrena avanza, puede dar lugar a la perforación de la vesícula biliar, lo cual habitualmente se acompaña de la formación de un absceso pericolecístico. Esta complicación ocurre cuando el contenido de la vesícula biliar se derrama en el abdomen, creando un foco de infección localizado. En raros casos, la perforación puede conducir a una peritonitis generalizada, que es una inflamación difusa de la cavidad peritoneal, lo que constituye una situación médica de emergencia y un riesgo grave para la vida del paciente. Otras complicaciones graves que pueden surgir de la colecistitis aguda incluyen la colecistitis empiematosa, que se produce por una infección secundaria con organismos productores de gas, y el empiema, que es la acumulación de pus dentro de la vesícula biliar.

Por otro lado, la colecistitis crónica es una condición que se desarrolla a partir de episodios repetidos de colecistitis aguda o de irritación crónica de la pared de la vesícula biliar debido a la presencia de cálculos biliares. Esta forma crónica se caracteriza histológicamente por grados variables de inflamación crónica en la pared de la vesícula biliar. Los cálculos biliares suelen estar presentes, y en aproximadamente el 4–5% de los casos, se observa una hiperplasia de los villos de la vesícula biliar, lo que da lugar a una alteración polipoide, conocida como colecistosis o «vesícula biliar de fresa». Esta condición se debe a la deposición de colesterol en la pared de la vesícula biliar, lo que le otorga una apariencia distintiva.

En otros casos, la colecistitis crónica puede llevar a una hiperplasia de toda o parte de la pared de la vesícula biliar, lo que puede dar lugar a una apariencia similar a un mioma (adenomiomatosis), un tipo de crecimiento benévolo de los tejidos. Por otro lado, cuando la colecistitis aguda desaparece pero persiste la obstrucción del conducto cístico, se puede desarrollar hidrocolecisto, una condición en la que la vesícula biliar se distiende debido a la acumulación de un fluido mucoide claro. Este fluido es producto de la acumulación de bilis, pero la obstrucción impide su drenaje adecuado hacia el intestino.

En ocasiones, un cálculo en el cuello de la vesícula biliar puede comprimir el conducto hepático común, lo que provoca ictericia debido a la obstrucción del paso normal de la bilis desde el hígado hacia el intestino. Esta condición, conocida como síndrome de Mirizzi, es una complicación menos frecuente pero significativa de la colecistitis crónica.

La colecistitis xantogranulomatosa es una variante rara y agresiva de la colecistitis crónica, que se caracteriza por la presencia de nódulos o bandas de color gris amarillento en la pared de la vesícula biliar, los cuales son representaciones de macrófagos cargados de lípidos. Esta condición a menudo se presenta con ictericia aguda y requiere un enfoque diagnóstico y terapéutico específico debido a su naturaleza destructiva y potencialmente maligna.

Además, la colelitiasis asociada con colecistitis crónica puede complicarse con exacerbaciones agudas de la inflamación de la vesícula biliar, piedras en los conductos biliares, fístulas hacia el tracto intestinal, pancreatitis e, inusualmente, carcinoma de la vesícula biliar. La vesícula biliar calcificada, también conocida como vesícula biliar porcelanizada, se asocia con un riesgo aumentado de carcinoma de la vesícula biliar. Esta condición se caracteriza por la calcificación de la pared de la vesícula, y generalmente constituye una indicación para la colecistectomía, ya que el riesgo de cáncer es considerablemente mayor cuando la calcificación afecta a la mucosa en lugar de ser intramural.

 

Tratamiento

La colecistitis aguda se trata comúnmente mediante un régimen conservador, que involucra la suspensión de las ingestas orales, la administración de líquidos intravenosos, analgésicos y antibióticos intravenosos. Los antibióticos empleados típicamente son cefalosporinas de segunda o tercera generación, como la ceftriaxona, administrada a una dosis de 1 gramo intravenoso cada 24 horas, junto con metronidazol, 500 miligramos intravenosos cada 6 horas. Este tratamiento se utiliza con el objetivo de prevenir infecciones secundarias que puedan surgir en el contexto de la obstrucción biliar, que favorece la proliferación bacteriana. Sin embargo, la necesidad de antibióticos ha sido objeto de debate, especialmente en aquellos pacientes que se someten a una colecistectomía inmediata, pues algunos estudios sugieren que en estos casos la administración de antibióticos puede no ser estrictamente necesaria si la intervención quirúrgica se realiza en un tiempo adecuado.

En situaciones graves, cuando la infección es particularmente severa o cuando hay signos de complicaciones adicionales, se pueden emplear fluoroquinolonas, como la ciprofloxacina, en combinación con metronidazol, para cubrir un espectro más amplio de patógenos. La administración de analgésicos es esencial en el manejo de la colecistitis aguda, debido a la intensidad del dolor abdominal. Los opiáceos como la morfina o la meperidina son los fármacos preferidos, ya que ofrecen un alivio eficaz del dolor intenso asociado con la inflamación de la vesícula biliar.

El tratamiento quirúrgico, específicamente la colecistectomía, se considera el estándar en el tratamiento de la colecistitis aguda, ya que la mayoría de los pacientes experimentan un riesgo significativo de ataques recurrentes. Estos ataques recurrentes pueden ocurrir en hasta el 10% de los casos en el primer mes y en más del 20% al cabo de un año, lo que justifica la necesidad de intervenir quirúrgicamente para prevenir complicaciones mayores, como la gangrena de la vesícula o la perforación. La colecistectomía laparoscópica es el procedimiento preferido debido a su menor invasividad y tiempos de recuperación más rápidos. Se recomienda realizar esta intervención dentro de las primeras 24 horas tras la hospitalización, ya que la cirugía temprana se asocia con una estancia hospitalaria más corta, menores costos y mayor satisfacción del paciente. No obstante, la cirugía temprana puede estar asociada con una tasa más alta de complicaciones operatorias, lo que resalta la importancia de una evaluación adecuada de cada caso.

En algunos casos, especialmente en pacientes con comorbilidades como diabetes o en individuos de mayor edad, puede ser apropiado optar por un tratamiento no quirúrgico. Sin embargo, estos pacientes deben ser cuidadosamente monitoreados para detectar síntomas recurrentes de colecistitis, signos de gangrena de la vesícula biliar o colangitis, que pueden requerir intervención quirúrgica inmediata. En pacientes de alto riesgo, existen procedimientos alternativos como la aspiración ecoguiada de la vesícula biliar, la colecistostomía percutánea o guiada por ultrasonido endoscópico (EUS), y la inserción endoscópica de un stent o drenaje nasobiliario en la vesícula biliar. Estas técnicas pueden ser útiles para retrasar o incluso evitar la necesidad de cirugía en algunos pacientes, aunque están asociadas con altas tasas de complicaciones, por lo que se deben considerar en circunstancias específicas. En aquellos pacientes con coagulopatía o ascitis, la colangiopancreatografía retrógrada endoscópica (ERCP) con drenaje transpapilar de la vesícula biliar puede ser una alternativa preferible.

En casos de gangrena o perforación de la vesícula biliar, la colecistectomía inmediata se vuelve una necesidad absoluta. Estas complicaciones son de alta gravedad y requieren un tratamiento quirúrgico urgente para evitar la sepsis y otras consecuencias fatales. En cuanto a la colecistitis crónica, el tratamiento quirúrgico sigue el mismo enfoque que en la colecistitis aguda, siendo la colecistectomía la intervención recomendada para prevenir la progresión de la enfermedad y sus complicaciones asociadas.

Durante la colecistectomía laparoscópica, si se sospecha la presencia de coledocolitiasis, se puede realizar una colangiografía para evaluar los conductos biliares y detectar posibles cálculos en el conducto biliar principal. La coledocolitiasis puede ser excluida mediante técnicas de imagen preoperatorias o postoperatorias, como la colangiografía por resonancia magnética (MRCP), la ultrasonografía endoscópica (EUS) o la colangiopancreatografía retrógrada endoscópica (ERCP). Estos procedimientos son fundamentales para asegurar un manejo completo y efectivo de los trastornos biliares y evitar complicaciones adicionales durante el tratamiento quirúrgico.

 

Pronóstico

La colecistectomía, que es el procedimiento quirúrgico para la extirpación de la vesícula biliar, se asocia con una tasa de mortalidad global inferior al 0.2%. Este dato refleja que la intervención, en términos generales, es segura y tiene una probabilidad extremadamente baja de resultar fatal. Sin embargo, es importante señalar que los riesgos asociados con la cirugía varían en función de las características clínicas y comórbidas del paciente. En particular, los pacientes de edad avanzada, aquellos con diabetes y aquellos con cirrosis hepática presentan un mayor riesgo de complicaciones graves, incluida la mortalidad. Esto se debe a que estas condiciones suelen estar asociadas con alteraciones en la función de múltiples órganos y un sistema inmunológico más comprometido, lo que puede dificultar la recuperación tras la cirugía.

En pacientes cuidadosamente seleccionados, aquellos sin comorbilidades graves o complicaciones, la colecistectomía se traduce generalmente en una resolución completa de los síntomas. Esto se debe a que el procedimiento elimina la fuente de los trastornos biliares, como la inflamación crónica o las obstrucciones causadas por cálculos, lo que alivia el dolor, la dispepsia y otros síntomas asociados con la colecistitis o la colelitiasis. De hecho, la cirugía es altamente eficaz para mejorar la calidad de vida de los pacientes, especialmente en aquellos con colecistitis crónica o recurrente y en aquellos con colelitiasis sintomática.

Sin embargo, como cualquier procedimiento quirúrgico, la colecistectomía está asociada con una serie de posibles complicaciones. Las complicaciones pueden incluir infecciones, hemorragias, lesiones de los conductos biliares, lesiones de órganos adyacentes, como el intestino delgado o el hígado, y problemas relacionados con la anestesia. Además, en algunos casos, pueden desarrollarse complicaciones a largo plazo, como el síndrome postcolecistectomía, que se refiere a la persistencia de síntomas como dolor abdominal o dispepsia después de la extirpación de la vesícula biliar. Estas complicaciones son relativamente raras, pero pueden ocurrir en un pequeño porcentaje de pacientes, dependiendo de factores como la técnica quirúrgica empleada, la presencia de enfermedad biliar complicada y la respuesta individual del paciente a la cirugía.

La evaluación preoperatoria cuidadosa y la selección de los pacientes adecuados para la colecistectomía son esenciales para minimizar los riesgos. En pacientes con enfermedades subyacentes graves, como la diabetes o la cirrosis, puede ser necesario realizar un enfoque más personalizado, considerando el riesgo de complicaciones quirúrgicas y posquirúrgicas. De esta manera, la cirugía se puede ajustar para optimizar los resultados y reducir la morbilidad y mortalidad asociadas.

 

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Fuente y lecturas recomendadas:
  1. Gallaher JR et al. Acute cholecystitis: a review. JAMA. 2022;327:965. [PMID: 35258527]
  2. Hudson JL et al. Endoscopic approaches to cholecystitis. Am J Gastroenterol. 2023;118:1711. [PMID: 37272848]
  3. Inoue T et al. Comparison of the long-term outcomes of EUSguided gallbladder drainage and endoscopic transpapillary gallbladder drainage for calculous cholecystitis in poor surgical candidates: a multicenter propensity score-matched analysis. Gastrointest Endosc. 2023;98:362. [PMID: 37059367]
  4. Irani SS et al. AGA Clinical Practice Update on role of EUS-guided gallbladder drainage in acute cholecystitis: commentary. Clin Gastroenterol Hepatol. 2023;21:1141. [PMID: 36967319]
  5. Walter K. Acute cholecystitis. JAMA. 2022;327:1514. [PMID: 35258523]

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