Clasificación y patogénesis de la diabetes mellitus
Clasificación y patogénesis de la diabetes mellitus

Clasificación y patogénesis de la diabetes mellitus

La diabetes mellitus es una enfermedad metabólica crónica caracterizada por concentraciones persistentemente elevadas de glucosa en la sangre, condición conocida como hiperglucemia. Esta alteración se produce como resultado de un defecto en la secreción de insulina, en la acción de esta hormona o en ambos procesos. La insulina es una hormona producida por las células beta del páncreas, específicamente en los islotes de Langerhans, cuya función principal es facilitar la entrada de glucosa a las células del organismo para ser utilizada como fuente de energía o almacenada, fundamentalmente en forma de glucógeno en el hígado y en los músculos. Cuando esta función se ve comprometida, la glucosa permanece en el torrente sanguíneo, alcanzando niveles anormalmente altos que, sostenidos en el tiempo, generan una amplia gama de complicaciones tanto agudas como crónicas.


A. Diabetes mellitus tipo 1

La diabetes mellitus tipo uno es una enfermedad endocrino-metabólica de origen autoinmunitario, cuyo principal mecanismo patogénico consiste en la destrucción progresiva de las células beta de los islotes pancreáticos, encargadas de la síntesis y secreción de insulina. Esta destrucción celular está mediada por el sistema inmunológico del propio individuo, que por mecanismos aún no completamente comprendidos, reconoce como extrañas y ataca selectivamente estas células endocrinas. El ritmo de destrucción de las células beta varía considerablemente entre individuos: en algunos casos se produce de forma rápida, lo que conlleva una aparición súbita de los síntomas, mientras que en otros puede desarrollarse de forma insidiosa y prolongada, incluso durante años.

Aunque esta forma de diabetes puede manifestarse a cualquier edad, su incidencia es mayor en la infancia y adolescencia, con un pico entre los diez y los catorce años de edad. En ausencia de tratamiento, la deficiencia absoluta de insulina conduce a un estado catabólico caracterizado por hiperglucemia, cetosis y, potencialmente, cetoacidosis diabética, una complicación grave que puede poner en riesgo la vida. La administración exógena de insulina es por lo tanto indispensable, no solo para normalizar los niveles de glucosa en sangre, sino también para suprimir la producción hepática de cuerpos cetónicos, corregir el exceso de glucagón circulante, y restaurar el equilibrio metabólico general.

Desde el punto de vista inmunológico, la mayoría de los pacientes con diabetes mellitus tipo uno presentan, al momento del diagnóstico, autoanticuerpos dirigidos contra diversos componentes de las células de los islotes pancreáticos. Estos incluyen anticuerpos contra las células de los islotes (ICA), contra la insulina (IAA), contra la descarboxilasa del ácido glutámico (GAD65), contra la tirosina fosfatasa IA2 (también conocida como ICA-512), y contra el transportador de zinc tipo 8 (ZnT8). La presencia de estos autoanticuerpos no solo confirma el origen autoinmune de la enfermedad, sino que también permite realizar estudios de tamizaje en familiares de primer grado y en individuos adultos con características atípicas para la diabetes tipo dos. Cuando se emplean conjuntamente GAD65, IA2, IAA y ZnT8 como marcadores, es posible identificar aproximadamente al noventa y ocho por ciento de los casos con base inmunológica para la pérdida de células beta.

Es importante destacar que la concentración de estos autoanticuerpos tiende a disminuir conforme progresa la enfermedad, y que, tras iniciar el tratamiento con insulina exógena, muchos pacientes desarrollan anticuerpos antiinsulina como respuesta inmunitaria secundaria. Por ello, el valor diagnóstico de estos marcadores es mayor en las etapas iniciales del proceso.

El riesgo de desarrollar diabetes mellitus tipo uno está influenciado por factores genéticos, especialmente aquellos vinculados con el complejo principal de histocompatibilidad humano (HLA). Los familiares de pacientes con esta enfermedad presentan un riesgo significativamente mayor de desarrollarla. Por ejemplo, los hijos de madres con diabetes tipo uno tienen un tres por ciento de probabilidad de padecerla, mientras que el riesgo aumenta a un seis por ciento si el padre está afectado. En los hermanos, el riesgo varía dependiendo del grado de coincidencia genética con el paciente índice: si comparten un haplotipo HLA, el riesgo es del seis por ciento; si comparten ambos haplotipos, el riesgo puede incrementarse hasta un rango del doce al veinticinco por ciento. El mayor grado de riesgo se observa en gemelos monocigóticos, con tasas de concordancia que oscilan entre el veinticinco y el cincuenta por ciento, lo que refleja la fuerte contribución genética en la susceptibilidad a esta enfermedad.

Por último, es importante mencionar que existe una forma más leve de diabetes mellitus tipo uno, conocida como diabetes autoinmunitaria latente del adulto, que se presenta generalmente en personas mayores de treinta años. En estos casos, la destrucción de las células beta ocurre de manera más lenta, lo que permite mantener una función pancreática residual durante un tiempo variable, evitando inicialmente la cetosis. No obstante, a medida que disminuye la masa funcional de células beta, estos pacientes también se vuelven dependientes de la insulina. Estudios inmunológicos han demostrado que hasta un quince por ciento de los pacientes diagnosticados inicialmente con diabetes tipo dos, particularmente entre poblaciones de ascendencia europea del norte, pueden presentar esta variante autoinmune.

La evidencia que respalda la influencia de factores ambientales en el desarrollo de la diabetes mellitus tipo uno es amplia y se ha ido consolidando a través de estudios epidemiológicos, observacionales y clínicos. Una de las observaciones más notables es la variación geográfica en la incidencia de la enfermedad, la cual es marcadamente más alta en países escandinavos —como Finlandia y Suecia— y decrece progresivamente conforme se avanza hacia regiones cercanas al ecuador. Este gradiente latitudinal sugiere que el ambiente tiene un papel modulador importante en la expresión de la susceptibilidad genética a la diabetes tipo uno.

Un dato revelador que apoya esta hipótesis es el aumento del riesgo observado en poblaciones que emigran desde regiones de baja incidencia hacia entornos de mayor riesgo. Este fenómeno sugiere que, al cambiar el entorno, factores ambientales propios del nuevo lugar de residencia pueden desencadenar o acelerar el proceso autoinmunitario en individuos genéticamente susceptibles.

A pesar de estos hallazgos, no se ha identificado de manera concluyente un único factor ambiental responsable. No obstante, algunos elementos han mostrado asociaciones consistentes. La lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de vida, por ejemplo, parece ejercer un efecto protector, probablemente debido a su capacidad para modular el sistema inmunológico en una etapa crítica del desarrollo. Por el contrario, la exposición temprana a proteínas heterólogas, como las de la leche de vaca, ha sido propuesta como un posible desencadenante de respuestas inmunológicas aberrantes en ciertos individuos.

Otra línea importante de investigación es la llamada «hipótesis de la higiene», que plantea que las mejoras en las condiciones sanitarias y la disminución de infecciones en la infancia —en especial infecciones parasitarias— pueden alterar el equilibrio del sistema inmunitario, predisponiendo a la aparición de enfermedades autoinmunes como el asma y la diabetes tipo uno. En ambientes excesivamente limpios o con escasa exposición a agentes infecciosos, el sistema inmunológico en desarrollo podría carecer de los estímulos necesarios para su maduración adecuada, generando una tendencia a atacar tejidos propios, como las células beta pancreáticas.

En el ámbito farmacológico, el uso de inmunoterapias inhibidoras de puntos de control inmunitarios —como nivolumab, pembrolizumab e ipilimumab— ha proporcionado evidencia directa de que la manipulación del sistema inmune puede inducir diabetes tipo uno. Estos medicamentos, utilizados en el tratamiento de diversos tipos de cáncer, potencian la respuesta inmunitaria contra células tumorales, pero en algunos casos provocan efectos adversos autoinmunes, incluyendo la destrucción de células beta. La aparición de diabetes bajo estos tratamientos suele ser abrupta, con una alta frecuencia de presentación en forma de cetoacidosis diabética. Curiosamente, solo alrededor del cincuenta por ciento de estos pacientes desarrollan autoanticuerpos dirigidos contra antígenos de los islotes pancreáticos, lo que sugiere una vía inmunopatológica parcialmente distinta o incompleta.

Existe también un subgrupo de pacientes que desarrollan diabetes tipo uno sin evidencia serológica de autoinmunidad. A este grupo se le conoce como diabetes tipo uno idiopática o tipo uno B. Aunque representa una minoría del total de casos, es más frecuente en individuos de ascendencia africana subsahariana o del este asiático. En particular, se ha identificado una variante genética específica en individuos de África occidental que parece conferir susceptibilidad a una forma de diabetes con cetosis pronunciada pero sin autoanticuerpos detectables. Esta variante afecta al gen PAX-4, un factor de transcripción crítico para el desarrollo normal de los islotes pancreáticos. La mutación Arg133Trp, homocigota en aproximadamente el cuatro por ciento de esta población, se ha asociado con un fenotipo de diabetes propenso a la cetosis, con requerimientos variables de insulina a lo largo del tiempo.

 

B. Diabetes mellitus tipo 2

La diabetes mellitus tipo dos es una enfermedad metabólica compleja, caracterizada fundamentalmente por una combinación de pérdida progresiva de la función de las células beta pancreáticas y una resistencia variable de los tejidos periféricos a la acción de la insulina. A diferencia de la diabetes tipo uno, esta forma no tiene un origen autoinmunitario. La producción residual de insulina por parte de las células beta suele ser suficiente para prevenir la cetogénesis, por lo que los episodios de cetoacidosis son inusuales. Sin embargo, esta producción es insuficiente para contrarrestar el grado de resistencia a la insulina y mantener niveles normales de glucosa en sangre, lo que conduce a una hiperglucemia crónica.

Tradicionalmente, la diabetes tipo dos se consideraba una enfermedad del adulto, particularmente asociada al envejecimiento y al estilo de vida sedentario. No obstante, en las últimas décadas se ha observado un incremento alarmante de su prevalencia en niños y adolescentes, impulsado en gran medida por el aumento paralelo de la obesidad infantil, la mala alimentación y la disminución de la actividad física.

Desde una perspectiva etiológica, la diabetes tipo dos resulta de una interacción compleja entre factores genéticos y ambientales. La carga genética de la enfermedad es considerable, como lo demuestran estudios en gemelos monocigóticos mayores de cuarenta años, en los cuales la concordancia para diabetes tipo dos supera el setenta por ciento en el primer año tras el diagnóstico en uno de ellos. Esto indica una predisposición hereditaria significativa. Estudios genómicos de asociación amplia han identificado más de ciento cuarenta variantes genéticas asociadas con un mayor riesgo de desarrollar esta enfermedad. Muchas de estas variantes afectan genes que codifican proteínas implicadas en el desarrollo y funcionamiento de las células beta, tales como CDKAL1, SLC30A8, HHEX-IDE, CDKN2A/B, KCNJ11 e IGF2BP2. Uno de los genes de mayor relevancia es TCF7L2, que codifica un factor de transcripción esencial en la vía de señalización Wnt, la cual es crucial para el desarrollo pancreático normal y la regulación de la secreción de insulina.

Otros loci genéticos afectan procesos metabólicos distintos, como el control del apetito y la regulación de la masa grasa corporal. Por ejemplo, los genes FTO y MC4R se asocian con el riesgo de obesidad, mientras que PPARG participa directamente en la diferenciación, supervivencia y función de los adipocitos. La identificación de estos alelos de riesgo ha permitido desarrollar puntuaciones de riesgo poligénico, que permiten estimar el riesgo genético individual de padecer diabetes tipo dos a lo largo de la vida. Sin embargo, su uso en la práctica clínica aún es limitado, debido a la falta de directrices claras para su aplicación diagnóstica o pronóstica.

En cuanto a los factores ambientales, la obesidad es el elemento más determinante en el desarrollo de resistencia a la insulina. No obstante, no toda obesidad tiene el mismo impacto metabólico. La distribución del tejido adiposo desempeña un papel crucial: la acumulación de grasa visceral, particularmente en las regiones omental y mesentérica, se correlaciona estrechamente con la resistencia a la insulina. Por el contrario, la grasa subcutánea abdominal tiene una asociación mucho menos significativa con la insensibilidad a la insulina. Este fenómeno ha dado lugar al concepto de “obesidad metabólica”, que se refiere a individuos con cantidades elevadas de grasa visceral que pueden tener un índice de masa corporal dentro de rangos normales o moderadamente elevados, pero que presentan alteraciones metabólicas propias de la diabetes tipo dos.

La actividad física regular tiene un efecto protector documentado, no solo por su contribución al control del peso corporal, sino también por su impacto en la redistribución del tejido graso. Estudios en atletas de alto rendimiento, como los luchadores japoneses, muestran que, a pesar de consumir entre cinco mil y siete mil kilocalorías diarias y desarrollar obesidad masiva subcutánea, su estilo de vida físicamente activo previene la acumulación de grasa visceral. Como resultado, presentan perfiles lipídicos normales y niveles de glucosa en sangre adecuados, lo que evidencia el efecto beneficioso del ejercicio en la homeostasis metabólica incluso en presencia de obesidad.

C. Otros tipos específicos de diabetes mellitus

1. Maturity-onset diabetes of the young (MODY)

La diabetes de inicio en la madurez del joven, conocida por su acrónimo en inglés MODY (Maturity-Onset Diabetes of the Young), constituye un subgrupo clínico y genético dentro del espectro de las diabetes monogénicas. A diferencia de la diabetes mellitus tipo uno y tipo dos, MODY se origina por mutaciones en genes únicos, con un patrón de herencia autosómico dominante, lo que implica que un solo alelo mutado es suficiente para producir la enfermedad. Esta forma de diabetes se manifiesta típicamente antes de los veinticinco años de edad, en individuos no obesos, y se caracteriza por una hiperglucemia que no requiere inicialmente tratamiento con insulina. Su fisiopatología radica principalmente en una alteración en la secreción de insulina inducida por glucosa, es decir, en una disfunción de las células beta pancreáticas para responder adecuadamente a los aumentos en la concentración de glucosa en sangre.

Hasta la fecha se han descrito al menos seis tipos de MODY, cada uno asociado con mutaciones en genes específicos que desempeñan un papel crucial en la función pancreática, la transcripción genética, el metabolismo de la glucosa o el desarrollo embrionario del páncreas. La identificación de MODY es de gran importancia clínica, ya que permite un abordaje terapéutico más preciso, evita diagnósticos erróneos de diabetes tipo uno o tipo dos, y facilita el consejo genético familiar.

El perfil típico de un paciente con MODY incluye una edad de inicio inferior a treinta años, ausencia de autoanticuerpos contra antígenos de islotes pancreáticos (como GAD65, IA2, ZnT8 e IAA) y evidencia de producción endógena de insulina, que puede ser evaluada mediante la medición de la relación entre péptido C y creatinina en orina. Una relación de 0.2 nanomoles por milimol o superior sugiere una función pancreática residual suficiente para descartar una deficiencia absoluta de insulina como la observada en la diabetes tipo uno, y favorece la sospecha de una forma monogénica como MODY.

Entre los distintos subtipos, MODY tipo dos es causado por mutaciones en el gen que codifica la enzima glucocinasa. Esta enzima actúa como sensor de glucosa en las células beta y representa un paso limitante en la vía glucolítica, ya que cataliza la conversión de glucosa en glucosa-6-fosfato. Esta reacción inicial determina la producción de adenosina trifosfato (ATP), el cual es esencial para la secreción de insulina mediada por glucosa. Las mutaciones heterocigotas en glucocinasa disminuyen su afinidad por la glucosa, lo que eleva el umbral de glucemia necesario para iniciar la secreción de insulina. Clínicamente, MODY tipo dos se manifiesta como una hiperglucemia leve en ayunas, que suele mantenerse estable en el tiempo y raramente conduce a complicaciones microvasculares, por lo que muchos pacientes no requieren tratamiento farmacológico más allá de la vigilancia metabólica.

En contraste, MODY tipo tres es la forma más común, responsable de aproximadamente dos tercios de todos los casos. Está asociado a mutaciones en el gen que codifica el factor nuclear hepático 1 alfa (HNF1A), un regulador transcripcional que modula la expresión de múltiples genes implicados en el metabolismo de la glucosa y en la función de las células beta. Estos pacientes presentan inicialmente una buena respuesta a sulfonilureas, un grupo de fármacos que estimulan la secreción de insulina, lo que permite evitar la terapia con insulina durante varios años. Sin embargo, la evolución clínica suele incluir una progresiva disfunción de las células beta y, con el tiempo, puede volverse necesario el uso de insulina para mantener un control glucémico adecuado.

Existen formas más severas de diabetes asociadas a mutaciones bialélicas en los mismos genes. Por ejemplo, cuando ambas copias del gen de la glucocinasa están afectadas, se presenta una forma grave de diabetes neonatal. De manera similar, las mutaciones en el gen PDX1, que codifica un factor de transcripción esencial para el desarrollo del páncreas, pueden dar lugar a diferentes fenotipos clínicos dependiendo de si la mutación afecta a uno o ambos alelos. Las mutaciones heterocigotas suelen asociarse con un inicio tardío de la diabetes, alrededor de los treinta y cinco años de edad, mientras que las mutaciones homocigotas provocan agenesia pancreática, una condición congénita grave que requiere tratamiento desde los primeros días de vida.

2. Diabetes mellitus asociada a mutaciones en el ADN mitocondrial

La diabetes mellitus debida a mutaciones en el ADN mitocondrial representa un subconjunto poco frecuente de la enfermedad, afectando a menos del dos por ciento del total de los pacientes con diabetes. La mitocondria, además de ser el principal sitio de generación de energía celular en forma de adenosina trifosfato, posee su propio genoma, distinto del nuclear, y es transmitida exclusivamente por vía materna. La mutación más común relacionada con esta forma de diabetes es la A3243G, que afecta al gen codificante del ARN de transferencia para leucina (tRNA^Leu, UUR). Esta mutación interfiere con la capacidad de la mitocondria para generar energía de manera eficiente, lo que compromete la funcionalidad de tejidos con alta demanda energética, como las células beta pancreáticas.

La diabetes en estos pacientes suele aparecer en la cuarta década de la vida, y se acompaña casi invariablemente de pérdida progresiva de la audición, un fenómeno conocido como sordera neurosensorial. Esta combinación clínica se conoce como «diabetes y sordera materna hereditaria» o Maternally Inherited Diabetes and Deafness (MIDD, por sus siglas en inglés). La transmisión exclusivamente materna de la enfermedad es una característica distintiva, ya que las mitocondrias se heredan casi en su totalidad a través del óvulo. El reconocimiento de esta forma de diabetes es crucial, ya que su diagnóstico permite la identificación de otros miembros afectados en la familia y evita tratamientos inadecuados, como la insulina en etapas donde todavía puede preservarse la función pancreática.

3. Síndrome de Wolfram

El síndrome de Wolfram es una enfermedad neurodegenerativa rara de herencia autosómica recesiva que suele manifestarse en la infancia o adolescencia temprana. Su presentación clínica característica está compuesta por diabetes insípida, diabetes mellitus, atrofia óptica y sordera neurosensorial, una constelación de síntomas que se agrupa en el acrónimo DIDMOAD. Este síndrome es causado por mutaciones en el gen WFS1, el cual codifica una proteína transmembrana de 100.3 kilodaltones localizada en el retículo endoplásmico. Esta proteína tiene un papel fundamental en la homeostasis del calcio intracelular, en la respuesta al estrés del retículo endoplásmico y en la supervivencia celular, particularmente en tejidos vulnerables como las células beta pancreáticas y las neuronas.

La diabetes mellitus en el síndrome de Wolfram suele aparecer en la primera década de la vida, mientras que la diabetes insípida central, resultante de la deficiencia de hormona antidiurética, y la sordera neurosensorial tienden a desarrollarse en la segunda década en más del sesenta por ciento de los casos. A medida que la enfermedad progresa, los pacientes pueden presentar complicaciones adicionales como ureterohidronefrosis, disfunción neurogénica vesical, ataxia cerebelosa, neuropatía periférica y trastornos psiquiátricos. Esta evolución multisistémica refleja la amplia expresión del gen WFS1 en tejidos neuronales y endocrinos, y subraya la necesidad de un abordaje multidisciplinario para su manejo.

4. Síndromes autosómicos recesivos con diabetes neonatal o infantil

Existen múltiples síndromes genéticos de herencia autosómica recesiva que se manifiestan con diabetes de aparición neonatal o infantil, originados por mutaciones homocigotas en genes que codifican factores de transcripción esenciales para el desarrollo y función del páncreas. Entre estos se incluyen NEUROG3, PTF1A, RFX6 y GLIS3. Estos factores de transcripción regulan procesos críticos durante la embriogénesis pancreática, incluyendo la diferenciación de células endocrinas, exocrinas y ductales. Cuando se altera su expresión por mutaciones genéticas, el resultado es una agenesia o disfunción severa de los islotes pancreáticos, lo que conduce a una deficiencia de insulina desde etapas muy tempranas de la vida.

Un caso paradigmático es el síndrome de Wolcott-Rallison, causado por mutaciones en el gen EIF2AK3, que codifica una quinasa implicada en la respuesta al estrés del retículo endoplásmico. Esta forma grave de diabetes neonatal se asocia a displasia epifisaria, retraso en el desarrollo neurológico, y alteraciones hepáticas y renales. La naturaleza sistémica de este síndrome refleja el rol central del retículo endoplásmico en la fisiología celular, y la alta vulnerabilidad de órganos en desarrollo frente a su disfunción.

5. Diabetes mellitus secundaria a otras causas

La diabetes mellitus secundaria a otras causas constituye un grupo heterogéneo de trastornos en los cuales la hiperglucemia no es el resultado primario de un defecto autoinmunitario ni de un proceso crónico de resistencia a la insulina de causa multifactorial, como ocurre en la diabetes tipo uno o tipo dos, respectivamente. En su lugar, esta forma de diabetes se origina a partir de condiciones subyacentes que alteran directa o indirectamente la secreción o la acción de la insulina. Entre las causas más relevantes se encuentran los trastornos endocrinos, el uso de ciertos fármacos, enfermedades pancreáticas, mutaciones genéticas específicas y trastornos inmunológicos poco comunes.

Los tumores secretores de hormonas como la hormona del crecimiento, glucocorticoides, catecolaminas, glucagón y somatostatina pueden inducir intolerancia a los carbohidratos o diabetes franca. Estas hormonas, conocidas como contrarreguladoras de la insulina, interfieren con la homeostasis de la glucosa al inducir resistencia periférica a la insulina, aumentar la producción hepática de glucosa o suprimir la secreción pancreática de insulina.

En el caso del exceso de glucocorticoides, como ocurre en el síndrome de Cushing, se produce una marcada resistencia a la insulina en tejidos periféricos y un aumento en la gluconeogénesis hepática. Las catecolaminas, elevadas en el feocromocitoma, también incrementan la producción hepática de glucosa y reducen la liberación de insulina, lo que agrava la hiperglucemia. El glucagón, en exceso como en el glucagonoma, estimula intensamente la gluconeogénesis y la glucogenólisis, favoreciendo la hiperglucemia. La somatostatina, por su parte, actúa inhibiendo directamente la secreción de insulina y glucagón, pero en presencia de una función beta comprometida, su efecto sobre la insulina predomina, causando hiperglucemia. En general, la hiperglucemia inducida por estos tumores tiende a resolverse cuando se elimina la causa hormonal, ya sea mediante cirugía o tratamiento médico dirigido.

Una causa inusual pero clínicamente significativa de resistencia severa a la insulina es la presencia de autoanticuerpos contra el receptor de insulina. Estos anticuerpos, generalmente de alto título, impiden la unión efectiva de la insulina a su receptor, lo que impide su señalización intracelular. Los pacientes presentan intolerancia a los carbohidratos, resistencia grave a la insulina y, frecuentemente, acantosis nigricans como manifestación cutánea. Este síndrome autoinmunitario suele coexistir con otras enfermedades autoinmunes sistémicas, y su tratamiento requiere inmunosupresión intensiva.

Numerosos medicamentos pueden alterar la homeostasis de la glucosa al interferir con la secreción de insulina, aumentar la resistencia a la misma o ambas. Entre ellos destacan:

  • Inhibidores de calcineurina, como ciclosporina y tacrolimus, ampliamente utilizados en la inmunosupresión postrasplante, los cuales afectan negativamente la secreción de insulina al dañar directamente las células beta.

  • Sirolimus, otro inmunosupresor, actúa principalmente induciendo resistencia a la insulina.

  • Corticosteroides, que no solo aumentan la resistencia a la insulina sino que también pueden reducir la secreción de insulina. Su uso crónico se asocia con un riesgo duplicado de desarrollar diabetes.

  • Diuréticos tiazídicos y betabloqueadores, que incrementan modestamente el riesgo de diabetes, especialmente en pacientes predispuestos. La corrección de la hipopotasemia inducida por las tiazidas puede revertir parcialmente la hiperglucemia.

  • Antipsicóticos atípicos, como olanzapina y clozapina, causan aumento de peso, resistencia a la insulina y disfunción de las células beta, además de haber sido vinculados con un aumento en la incidencia de cetoacidosis diabética.

  • Alpelisib y capivasertib, fármacos dirigidos contra componentes clave de la vía de señalización de la insulina, como PI3K y AKT, utilizados en el tratamiento del cáncer de mama con mutaciones en PIK3CA. Su mecanismo de acción interfiere directamente con la captación y utilización de la glucosa por parte de los tejidos, generando hiperglucemia como efecto adverso frecuente.

Los trastornos estructurales o funcionales del páncreas también pueden causar diabetes secundaria. La pancreatitis crónica, el cáncer pancreático o la resección quirúrgica extensa del páncreas (pancreatectomía subtotal mayor al cuarenta por ciento del volumen glandular) conducen a una disminución sustancial del número de células beta funcionales. Esta situación simula, desde el punto de vista metabólico, la diabetes tipo uno, aunque con diferencias importantes: dado que también pueden afectarse las células alfa del páncreas, la secreción de glucagón puede estar reducida, disminuyendo el riesgo de cetoacidosis y requiriendo dosis menores de insulina para el tratamiento.

🎴TARJETA DE REPASO:TIPOS ESPECÍFICOS DE DIABETES MELLITUS
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Fuente y lecturas recomendadas:
  1. Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
  2. Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
  3. Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2025. McGraw Hill.
  4. Rozman, C., & Cardellach López, F. (Eds.). (2024). Medicina interna (20.ª ed.). Elsevier España.
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