Neutropenia

La neutropenia es un trastorno hematológico caracterizado por una disminución en el número absoluto de neutrófilos en la sangre periférica. Se define como una cifra de neutrófilos inferior a 1800 células por microlitro de sangre (1.8 × 10^9 células por litro), aunque existen variaciones significativas en los valores de referencia dependiendo de factores étnicos y genéticos. Por ejemplo, algunas poblaciones, como las personas de ascendencia africana y surasiática, pueden presentar recuentos de neutrófilos más bajos sin que esto se considere patológico, con cifras normales que pueden estar en el rango de 800 a 1200 células por microlitro, o incluso más bajas. Esta variabilidad étnica se debe en parte a adaptaciones genéticas específicas, como la presencia del fenotipo Duffy-nulo en africanos, que confiere una protección parcial contra la malaria, pero también puede estar asociada a una tendencia a la neutropenia leve o moderada.
La neutropenia, al reducir el número de neutrófilos, células clave en la respuesta inmune innata, incrementa la vulnerabilidad del paciente a las infecciones. Los neutrófilos son esenciales en la defensa contra bacterias grampositivas y gramnegativas, así como en el control de infecciones fúngicas, por lo que su disminución compromete la capacidad del organismo para enfrentar patógenos comunes. El riesgo de infecciones graves se incrementa a medida que el número de neutrófilos disminuye. Cuando el recuento de neutrófilos baja de 500 células por microlitro (0.5 × 10^9 células por litro), el riesgo de infecciones se eleva de manera pronunciada, y con cifras inferiores a 100 células por microlitro (0.1 × 10^9 células por litro), se considera que el paciente presenta una neutropenia profunda, con un alto riesgo de infecciones severas en un plazo muy corto, incluso en cuestión de días.
Existen diferentes formas de neutropenia, cada una con características clínicas y etiológicas particulares. Un ejemplo es la neutropenia benigna crónica, un tipo de neutropenia caracterizada por bajos recuentos estables de neutrófilos sin que esto se traduzca en un aumento de las infecciones. Los pacientes con este tipo de neutropenia son capaces de responder adecuadamente a las infecciones e incluso a estímulos inflamatorios, ya que sus médulas óseas liberan neutrófilos en respuesta a las necesidades del organismo. A pesar de sus niveles bajos de neutrófilos, estos pacientes suelen estar libres de infecciones, lo que sugiere que la función de los neutrófilos restantes es adecuada para mantener la defensa inmune.
Por otro lado, la neutropenia cíclica es una condición en la que los niveles de neutrófilos fluctúan de manera periódica, con ciclos que suelen durar alrededor de 21 días, en los cuales los recuentos de neutrófilos pueden ser normales en algunos momentos y muy bajos en otros. Durante los períodos de nadir, es decir, cuando los neutrófilos alcanzan su punto más bajo, los pacientes son particularmente susceptibles a las infecciones. La neutropenia congénita, por su parte, es una forma hereditaria de neutropenia que persiste durante toda la vida del paciente y se caracteriza por episodios recurrentes de infecciones, que ocurren cuando los recuentos de neutrófilos descienden por debajo de niveles suficientes para garantizar una defensa inmunológica efectiva.
La clasificación de los síndromes de neutropenia es compleja y no completamente satisfactoria, ya que las bases patofisiológicas y el curso natural de las diversas formas de neutropenia a menudo se solapan. Además, la variabilidad en la respuesta clínica de los pacientes a las infecciones y la capacidad de recuperación de los neutrófilos dificulta la creación de un marco de clasificación único. Sin embargo, la identificación precisa del tipo de neutropenia y de la causa subyacente es crucial para el manejo adecuado de estos pacientes, especialmente para determinar el riesgo de infecciones y la necesidad de tratamientos preventivos o terapéuticos.
La neutropenia puede ser causada por una amplia variedad de trastornos de la médula ósea y condiciones no hematológicas. La médula ósea, como principal sitio de producción de neutrófilos, es vulnerable a múltiples factores que pueden alterar la hematopoyesis, ya sea por mecanismos directos que afectan las células madre hematopoyéticas o por procesos que afectan la función de las células precursoras de los neutrófilos.
Uno de los grupos de causas de neutropenia más importantes incluye los trastornos que afectan a la médula ósea, como la anemia aplásica y la pancitopenia. La anemia aplásica es un trastorno en el cual hay una insuficiencia grave de la médula ósea para producir células sanguíneas, incluyendo neutrófilos, lo que lleva a la neutropenia. La pancitopenia, por su parte, se refiere a la disminución simultánea de los tres componentes celulares de la sangre (glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas), y puede ser consecuencia de una amplia gama de trastornos, algunos de los cuales también afectan la producción de neutrófilos.
En el caso de la neutropenia de inicio reciente, la causa más frecuente es una reacción idiosincrática a medicamentos. Las reacciones adversas a fármacos pueden inducir una disminución de los neutrófilos de manera temporal, y en casos más graves, como en la agranulocitosis, la ausencia total de neutrófilos en la sangre periférica, este fenómeno casi siempre es provocado por una medicación. En estas situaciones, el examen de la médula ósea revela una ausencia casi completa de los precursores de los granulocitos, mientras que otras líneas celulares, como los glóbulos rojos y las plaquetas, permanecen intactas. Esto sugiere que el efecto del fármaco es específico para la línea de los granulocitos, sin afectar otras funciones hematopoyéticas.
Por otro lado, en los casos de neutropenia con una médula ósea aparentemente normal, las causas suelen estar relacionadas con la destrucción periférica de neutrófilos o con trastornos que afectan su función. Un mecanismo común es la neutropenia autoinmune, en la que el sistema inmune del paciente produce anticuerpos dirigidos contra sus propios neutrófilos, provocando su destrucción acelerada en la periferia. La presencia de anticuerpos antineutrófilos en suero puede ser indicativa de esta condición, aunque no necesariamente confirma que la destrucción autoinmune sea la causa subyacente de la neutropenia. En algunos casos, la neutropenia autoinmune puede asociarse a infecciones severas, como en el contexto de sepsis, o a un estado de hiperesplenismo, en el cual el bazo secuestra de manera anormal los neutrófilos y otras células sanguíneas, contribuyendo a su deficiencia en la circulación periférica.
El síndrome de Felty es otro ejemplo de un trastorno inmunológico que puede llevar a neutropenia. Se asocia con artritis reumatoide nodular seropositiva y esplenomegalia. En este síndrome, la destrucción de neutrófilos es mediada por mecanismos autoinmunitarios, y a menudo se observa una disminución significativa de los neutrófilos en la sangre periférica en combinación con otros hallazgos clínicos característicos de la artritis reumatoide.
En algunos casos, la neutropenia severa puede estar asociada a trastornos clonales de los linfocitos T. Estos trastornos pueden estar marcados por la presencia de linfocitos grandes con gránulos citoplasmáticos, conocidos como linfocitos grandes granulars, y pueden incluir una condición conocida como trastorno linfoproliferativo de linfocitos T grandes y CD3 positivos. Estos trastornos son relativamente raros, pero se asocian a una forma de neutropenia que no responde a los mecanismos convencionales de defensa frente a infecciones.
Por otro lado, la neutropenia aislada, en la cual se observa una disminución específica de los neutrófilos sin afectación de otras líneas celulares sanguíneas, es una presentación poco común de ciertos tipos de leucemia, como la leucemia de células vellosas, o de síndromes mielodisplásicos, que son trastornos hematológicos caracterizados por la disfunción de la médula ósea. En estos casos, la producción de neutrófilos es insuficiente, lo que lleva a la neutropenia, pero los mecanismos subyacentes de estas condiciones son diferentes de los que provocan una neutropenia de tipo autoinmune o inducida por fármacos.
La quimioterapia citotóxica mielosupresiva es una causa bien conocida de neutropenia. Los tratamientos quimioterápicos, que tienen como objetivo destruir las células cancerosas, también afectan de manera predecible y generalizada a las células madre hematopoyéticas de la médula ósea, lo que interfiere con la producción de neutrófilos. La neutropenia inducida por quimioterapia suele ser temporal y está directamente relacionada con el ciclo del tratamiento, con una disminución en los neutrófilos que se presenta de manera predecible, generalmente alcanzando su punto más bajo después de unos días del tratamiento y luego recuperándose con el tiempo a medida que la médula ósea se recupera.
Causas
La neutropenia puede ser el resultado de una amplia variedad de causas, tanto relacionadas con trastornos de la médula ósea como con condiciones no hematológicas.
Trastornos de la médula ósea
- Disqueratosis congénita: Es un trastorno genético raro que afecta la producción de células sanguíneas, incluidas las células de la serie blanca. Este trastorno se caracteriza por una disfunción en las células madre hematopoyéticas, lo que lleva a una producción insuficiente de neutrófilos y otros componentes sanguíneos. Los pacientes pueden presentar características cutáneas como manchas pigmentadas y atrofia de las uñas, junto con un riesgo elevado de desarrollar leucemia o fibrosis de la médula ósea.
- Anemia de Fanconi: Este es un trastorno genético raro caracterizado por defectos en la reparación del ADN, lo que resulta en una mayor susceptibilidad a la destrucción de las células madre hematopoyéticas de la médula ósea. La anemia de Fanconi puede dar lugar a pancitopenia (disminución de todas las líneas celulares), incluida la neutropenia, y los pacientes pueden desarrollar deficiencias en otras líneas sanguíneas, como glóbulos rojos y plaquetas.
- Neutropenia congénita: Se refiere a un grupo de trastornos hereditarios que causan una deficiencia crónica de neutrófilos desde el nacimiento. Estas condiciones pueden ser aisladas o formar parte de un espectro de trastornos hematológicos más amplios. Los pacientes con neutropenia congénita a menudo presentan episodios recurrentes de infecciones debido a la escasez de neutrófilos.
- Neutropenia cíclica: Es un trastorno en el cual los niveles de neutrófilos fluctúan en ciclos periódicos, típicamente de 21 días. Durante los períodos de «nadir», los niveles de neutrófilos son muy bajos, lo que aumenta el riesgo de infecciones. Sin embargo, entre estos ciclos, los recuentos de neutrófilos pueden ser normales.
- Leucemia de células vellosas: Es una forma rara de leucemia que puede presentar una neutropenia aislada. En este trastorno, las células de la médula ósea se transforman en células malignas que afectan la producción de neutrófilos y otras células sanguíneas. Aunque la presentación más común es la pancitopenia, algunos casos se limitan a una neutropenia.
- Trastorno linfoproliferativo de linfocitos T grandes: Este trastorno se caracteriza por una proliferación anormal de linfocitos T grandes y granulars, que pueden afectar la producción de neutrófilos y otras células sanguíneas. Los pacientes pueden presentar una neutropenia grave asociada con esta proliferación clonal de linfocitos.
- Mielodisplasia: Los síndromes mielodisplásicos son un grupo de trastornos hematológicos caracterizados por la producción ineficaz de células sanguíneas en la médula ósea. Aunque la pancitopenia es más común, algunos pacientes pueden presentar neutropenia aislada, debido a la disfunción en la hematopoyesis.
Trastornos no relacionados con la médula ósea
- Anemia aplásica: La anemia aplásica es un trastorno en el que la médula ósea deja de producir suficientes células sanguíneas, incluidas los neutrófilos. Este trastorno puede ser adquirido (por ejemplo, por exposición a toxinas o medicamentos) o heredado, y a menudo da lugar a pancitopenia. La neutropenia en este contexto es consecuencia de la insuficiencia generalizada de la médula ósea.
- Neutropenia crónica benigna: En este trastorno, los recuentos de neutrófilos son persistentemente bajos, pero los pacientes no presentan infecciones frecuentes ni complicaciones graves. A pesar de la cantidad reducida de neutrófilos, la función inmune del paciente puede no estar significativamente comprometida, lo que sugiere que otros mecanismos de defensa están funcionando adecuadamente.
- Hiperesplenismo: En este estado, el bazo, generalmente debido a una enfermedad subyacente, secuestra de manera excesiva los neutrófilos y otras células sanguíneas. Esto da lugar a una disminución en la cantidad de neutrófilos circulantes, aunque la médula ósea sigue funcionando normalmente.
- Infección por VIH: El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) puede causar neutropenia mediante una combinación de destrucción directa de las células inmunológicas y la alteración de la función hematopoyética. En los pacientes con VIH avanzado o con síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), la neutropenia es común y está asociada con un mayor riesgo de infecciones oportunistas.
- Lupus eritematoso sistémico (LES): En el LES, un trastorno autoinmune, el sistema inmunológico ataca a los propios tejidos del cuerpo, incluyendo los neutrófilos. Esto puede llevar a una neutropenia autoinmune, generalmente asociada con otras manifestaciones clínicas de la enfermedad, como artritis, erupciones cutáneas y daño a órganos internos.
- Aplasia pura de leucocitos: En esta condición rara, la médula ósea es incapaz de producir células de la serie blanca (leucocitos), incluyendo los neutrófilos. Aunque la hematopoyesis de otras células puede estar preservada, los pacientes presentan una marcada deficiencia de neutrófilos y están en riesgo de infecciones bacterianas y fúngicas graves.
- Sepsis: La sepsis, una respuesta sistémica grave a una infección, puede inducir neutropenia debido a una destrucción periférica acelerada de neutrófilos o a una redistribución anormal de estos en el tejido infectado. Además, en la sepsis grave, la médula ósea puede no ser capaz de producir suficientes neutrófilos en respuesta a la infección.
Medicamentos
Numerosos medicamentos pueden inducir neutropenia, a menudo como una reacción idiosincrática o como efecto secundario de su acción farmacológica. Algunos de los fármacos que más comúnmente causan neutropenia incluyen:
- Medicamentos antirretrovirales: Algunos fármacos utilizados en el tratamiento del VIH, como los inhibidores de la transcriptasa inversa, pueden inducir neutropenia como efecto secundario.
- Cefalosporinas y penicilinas: Estos antibióticos pueden provocar neutropenia, especialmente cuando se administran a largo plazo o a altas dosis.
- Clorpromazina y clorpropamida: Medicamentos utilizados en el tratamiento de trastornos psiquiátricos y diabetes, respectivamente, pueden inducir neutropenia.
- Cimetidina: Un antagonista de los receptores H2 de histamina, que a veces causa neutropenia.
- Metimazol: Un medicamento utilizado para tratar el hipertiroidismo, que puede inducir neutropenia en algunos pacientes.
- Quimioterapia citotóxica mielosupresiva: Los agentes quimioterápicos que afectan la médula ósea a menudo inducen neutropenia como parte de su efecto esperado en la destrucción de células malignas.
- Fenitoína y procainamida: Medicamentos anticonvulsivos y antiarrítmicos que pueden inducir neutropenia.
- Rituximab: Un anticuerpo monoclonal utilizado en enfermedades autoinmunes y algunos tipos de cáncer, que puede inducir neutropenia al afectar los linfocitos B y la función del sistema inmunológico.
- Sulfamidas: Los antibióticos sulfonamídicos pueden causar neutropenia como efecto secundario.
Trastornos inmunológicos
- Neutropenia autoinmune: En esta condición, el sistema inmunológico produce anticuerpos contra los neutrófilos, lo que resulta en su destrucción acelerada. Este fenómeno puede ser idiopático o secundario a otras condiciones autoinmunes.
- Síndrome de Felty: Es un trastorno asociado con artritis reumatoide seropositiva, esplenomegalia y neutropenia autoinmune. Los pacientes con este síndrome tienen una mayor susceptibilidad a infecciones debido a la deficiencia de neutrófilos.
Manifestaciones clínicas
La neutropenia, que se caracteriza por una reducción en el número de neutrófilos en la sangre, aumenta considerablemente la vulnerabilidad de los pacientes a una amplia variedad de infecciones. Los neutrófilos son los principales responsables de la defensa inmunitaria contra patógenos, especialmente bacterias y hongos, por lo que su escasez dificulta la capacidad del cuerpo para combatir infecciones. En consecuencia, las personas con neutropenia tienen una mayor propensión a desarrollar infecciones graves y, con frecuencia, estas infecciones provienen de bacterias grampositivas y gramnegativas, así como de hongos como Candida y Aspergillus.
Las infecciones bacterianas en los pacientes neutropénicos suelen ser causadas por bacterias que, en condiciones normales, serían controladas de manera efectiva por el sistema inmunológico. Entre las infecciones más comunes se encuentran la sinusitis, la celulitis, la neumonía, la septicemia y la fiebre neutropénica de origen desconocido. La sinusitis, que es una inflamación de los senos paranasales, se presenta más frecuentemente en estos pacientes, ya que la falta de neutrófilos impide una respuesta inmune adecuada frente a las bacterias que normalmente colonizan esta área. La celulitis, una infección bacteriana de la piel, también se presenta con frecuencia, debido a que la piel, que actúa como barrera protectora contra los patógenos, se ve comprometida en pacientes neutropénicos, favoreciendo la invasión bacteriana.
La neumonía es otra complicación común, especialmente la neumonía bacteriana, causada por patógenos como Staphylococcus aureus y Pseudomonas aeruginosa. Dado que los neutrófilos son esenciales para combatir infecciones respiratorias, su deficiencia aumenta el riesgo de que estas infecciones se desarrollen de forma más grave. En algunos casos, las infecciones pueden progresar rápidamente a septicemia, una infección sistémica generalizada que afecta a todo el cuerpo, lo que representa una amenaza de vida para los pacientes con neutropenia. Además, la fiebre neutropénica de origen desconocido es un síntoma frecuente, y la fiebre en pacientes neutropénicos siempre debe considerarse de origen infeccioso hasta que se descarte esta posibilidad, dado que el cuerpo no puede generar una respuesta inflamatoria eficaz sin la acción de los neutrófilos.
Además de las infecciones bacterianas, los pacientes neutropénicos son especialmente susceptibles a infecciones fúngicas. Los hongos como Candida y Aspergillus son patógenos comunes en estos pacientes, dado que los neutrófilos desempeñan un papel crucial en la defensa contra los hongos. Candida, un hongo oportunista, puede provocar infecciones en mucosas, como la boca y el tracto gastrointestinal, y en pacientes neutropénicos, puede diseminarse y causar infecciones sistémicas graves, como candidemia, que puede ser potencialmente fatal si no se trata de forma adecuada. Por otro lado, Aspergillus es un hongo que puede invadir los pulmones y otros órganos, causando una neumonía invasivaque es especialmente difícil de tratar en personas con neutropenia, ya que no tienen la capacidad adecuada para combatir la infección.
La fiebre en los pacientes neutropénicos es un hallazgo clínico fundamental que siempre debe ser interpretado con precaución. Dado que la fiebre suele ser un signo de infección en este grupo de pacientes, se considera una indicación de tratamiento inmediato con antibióticos de amplio espectro, incluso antes de determinar el agente infeccioso específico. Este enfoque empírico es crucial, ya que una respuesta rápida puede marcar la diferencia entre una recuperación exitosa y una complicación grave, como sepsis o muerte. La fiebre de origen desconocido en estos pacientes, aunque ocasionalmente no esté relacionada con infecciones bacterianas o fúngicas, debe siempre ser tratada como una emergencia, dada la alta probabilidad de que se trate de una infección que aún no ha sido identificada.
Tratamiento
El tratamiento de la neutropenia depende directamente de la causa que la origina, por lo que es fundamental identificar el origen de la disminución de los neutrófilos antes de comenzar con cualquier estrategia terapéutica. Si la neutropenia es causada por medicamentos, el primer paso es suspender el fármaco responsable. En muchos casos, la neutropenia inducida por fármacos es reversible una vez que se interrumpe el medicamento, aunque en algunos pacientes se pueden utilizar factores de crecimiento mieloides, como filgrastim o sargramostim, para acelerar la recuperación de los neutrófilos tras la interrupción de la medicación causal. Estos factores de crecimiento estimulan la médula ósea para producir más neutrófilos, lo que ayuda a prevenir infecciones graves mientras el cuerpo se recupera.
En los casos de neutropenia cíclica o neutropenia congénita, en los que los niveles de neutrófilos fluctúan de manera periódica o son bajos de manera crónica, el tratamiento con factores de crecimiento mieloides puede ser necesario a largo plazo. Estos fármacos se administran de forma diaria o cada dos días para mantener una cantidad estable de neutrófilos en el cuerpo, lo que ayuda a reducir el riesgo de infecciones recurrentes que podrían poner en peligro la salud del paciente. De esta forma, los factores de crecimiento no solo son útiles en la recuperación, sino también en la prevención de episodios infecciosos durante los períodos de neutropenia.
Cuando la neutropenia es consecuencia de un síndrome de Felty, una condición asociada con la artritis reumatoide y caracterizada por la presencia de esplenomegalia, el tratamiento tradicional ha sido la esplenectomía, es decir, la extirpación quirúrgica del bazo. Sin embargo, hoy en día se sabe que el uso prolongado de factores de crecimiento mieloides puede ofrecer una alternativa eficaz a la cirugía. Este tratamiento puede mejorar los niveles de neutrófilos y reducir la frecuencia de infecciones, lo que constituye una opción menos invasiva y con menos riesgos asociados que la intervención quirúrgica.
En el caso de la neutropenia autoinmune, donde el sistema inmunológico ataca y destruye los neutrófilos, el tratamiento inicial suele incluir el uso de corticosteroides, que actúan como inmunosupresores, reduciendo la respuesta inmune del cuerpo y ayudando a prevenir la destrucción de los neutrófilos. Sin embargo, los corticosteroides no son una solución a largo plazo debido a sus efectos secundarios, por lo que en estos pacientes, los factores de crecimiento mieloides se administran de manera intermitente para mantener los niveles de neutrófilos sin los efectos perjudiciales de los corticosteroides a largo plazo. Este enfoque ayuda a controlar la neutropenia de manera más eficaz y menos dañina para el cuerpo.
Por otro lado, en los pacientes con trastornos linfoproliferativos, como el trastorno de linfocitos T grandes o neutropenia asociada a linfoproliferación de células T grandes, el tratamiento puede incluir fármacos inmunosupresores, tales como metotrexato, ciclofosfamida o ciclosporina. Estos medicamentos ayudan a controlar la proliferación anormal de linfocitos T que interfieren con la producción de neutrófilos en la médula ósea. La administración de estos fármacos puede ser eficaz para restaurar la producción normal de neutrófilos y controlar las infecciones recurrentes asociadas a la neutropenia.
La fiebre en pacientes neutropénicos debe ser considerada siempre como una posible manifestación de una infección hasta que se demuestre lo contrario. Esto se debe a que, en el contexto de neutropenia, la capacidad del sistema inmunológico para defenderse contra los patógenos se encuentra gravemente comprometida. La fiebre es un signo clínico comúnmente asociado con infecciones, y en individuos con un recuento bajo de neutrófilos, este síntoma debe alertar a los profesionales de la salud sobre la posibilidad de una infección grave, que podría avanzar rápidamente y poner en riesgo la vida del paciente. De hecho, la fiebre neutropénica es una condición potencialmente mortal que requiere una atención urgente y un enfoque terapéutico inmediato.
Cuando un paciente neutropénico desarrolla fiebre, las bacterias gramnegativas entéricas son de particular preocupación. Este grupo de bacterias, que incluye organismos como Escherichia coli y Klebsiella, son comunes en el tracto gastrointestinal y pueden causar infecciones graves, especialmente en pacientes inmunocomprometidos. Debido a la deficiencia de neutrófilos, que son los principales encargados de controlar estas infecciones, la proliferación bacteriana puede ser descontrolada, llevando a sepsis o septicemia, una condición en la que las bacterias se diseminan por el torrente sanguíneo y pueden causar daño orgánico generalizado. Para tratar esta situación de manera empírica, los pacientes neutropénicos con fiebre suelen ser tratados de inmediato con fluoroquinolonas o cefalosporinas de tercera o cuarta generación, fármacos que tienen un espectro amplio de acción contra las bacterias gramnegativas.
En aquellos pacientes con neutropenia prolongada, como los que se someten a quimioterapia mielosupresora, las infecciones fúngicas se convierten en una preocupación importante. Los hongos como Candida y Aspergillus son patógenos frecuentes en estos casos, ya que, al igual que las bacterias, encuentran un entorno favorable en el organismo debilitado. Dado que los neutrófilos son fundamentales en la defensa contra estos hongos, su escasez permite que las infecciones fúngicas se desarrollen con mayor facilidad. En estos pacientes, la cobertura antimicrobiana empírica debe incluir azoles, como fluconazol para infecciones por levaduras, y voriconazol, itraconazol, posaconazol o isavuconazolpara infecciones por mohos. Alternativamente, los equinocandinas también se pueden utilizar, especialmente para infecciones por especies de Candida. La administración empírica de estos antifúngicos ayuda a prevenir la progresión de infecciones fúngicas graves mientras se identifican los patógenos específicos y se ajusta el tratamiento.
La neutropenia que sigue a la quimioterapia mielosupresora, comúnmente utilizada en el tratamiento de leucemias y otros cánceres, es un evento esperado y predecible. Durante este período, la producción de neutrófilos en la médula ósea se ve inhibida por la quimioterapia, lo que lleva a una disminución de las defensas del paciente contra infecciones. El tratamiento con factores de crecimiento mieloides, como el filgrastim, puede ayudar a acelerar la recuperación de los neutrófilos, pero su uso no elimina por completo el riesgo de infecciones. Por esta razón, en pacientes con leucemia aguda que reciben quimioterapia intensiva o pacientes con cáncer sólido que se someten a quimioterapia de altas dosis, se recomienda la profilaxis antimicrobiana. Esto implica la administración preventiva de antibióticos, antifúngicos y, en algunos casos, antivirales, con el fin de reducir el riesgo de infecciones mientras la médula ósea se recupera. Además, el uso de factores de crecimiento mieloides durante el tratamiento puede disminuir la duración de la neutropenia y, por lo tanto, reducir el riesgo de infecciones graves.
Fuente y lecturas recomendadas:
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- Frater JL. How I investigate neutropenia. Int J Lab Hematol. 2020;42:121. [PMID: 32543073]
- Van Driest SL et al. Association between a common, benign genotype and unnecessary bone marrow biopsies among African American patients. JAMA Intern Med. 2021;181:1100. [PMID: 34180972]