¿Cuáles son las causas de dolor o enrojecimiento ocular?

¿Cuáles son las causas de dolor o enrojecimiento ocular?
¿Cuáles son las causas de dolor o enrojecimiento ocular?

 

Abrasiones corneales

El daño del epitelio corneal se identifican mejor instilando una gota de fluoresceína en el ojo y examinándolo mediante la lámpara de hendidura con una luz azul cobalto puesto de manifiesto por la fluorescencia amarilla de la membrana basal expuesta, debajo del epitelio.

 

Hemorragia de la subconjuntiva

Esta hemorragia se debe a la rotura de pequeños vasos que atraviesan a modo de puente el espacio virtual entre la epiesclerótica y la conjuntiva. La sangre diseca este espacio y produce un ojo rojo muy llamativo, pero no afecta la visión y la hemorragia cede sin
tratamiento. La hemorragia suele aparecer de manera espontánea, también como consecuencia de contusión, fricción ocular o tos muy intensa o como un signo de trastorno hemorrágico subyacente.

 

Pingüécula y pterigión

La pingüécula es un pequeño nódulo de la conjuntiva elevado del limbo temporal o nasal. Aparece en personas que trabajan frecuentemente al aire libre. El pterigión remeda la pingüécula, pero cruza el limbo hasta llegar a la superfi cie de la córnea. Puede producir síntomas de irritación o visión borrosa.

 

Blefaritis

La blefaritis es la inflamación de los párpados. La forma más común se vincula con el acné rosácea o la dermatitis seborreica. Los bordes palpebrales suelen colonizarse intensamente por estafilococos. El orzuelo externo se produce por la infección estafilocócica de las glándulas superficiales accesorias de Zeis o Moll situadas en los bordes palpebrales. El orzuelo interno se produce después de una infección supurativa de las glándulas de Meibomio, las cuales producen una secreción oleosa y están situadas dentro del tarso palpebral.

 

Chalazión

El chalazión es una inflamación granulomatosa indolora de una glándula de Meibomio que produce un nódulo parecido a un guisante dentro del párpado.

 

Dacriocistitis

Este trastorno consiste en inflamación del sistema de drenaje lagrimal que puede causar epífora (lagrimeo) e hiperemia ocular. La presión suave sobre el saco lagrimal induce dolor y reflujo de moco o pus a partir del punto lagrimal. La dacriocistitis suele aparecer cuando se obstruye el sistema lagrima.

 

Conjuntivitis

Las conjuntivitis son la causa más frecuente del ojo rojo y doloroso. El dolor es mínimo y la agudeza visual apenas disminuye. La causa viral más frecuente es el adenovirus. Éste produce una secreción serosa, con sensación ligera de cuerpo extraño y fotofobia. Las infecciones bacterianas tienden a producir un exudado más mucopurulento.

 

Conjuntivitis alérgica

Es muy común y suele confundirse con la conjuntivitis infecciosa. El prurito, la hiperemia y la epífora constituyen las manifestaciones típicas. La conjuntiva palpebral presenta a veces hipertrofia, con excrecencias gigantes llamadas papilas en empedrado. La conjuntivitis atópica se manifiesta en personas con dermatitis atópica o asma.

 

Queratoconjuntivitis seca

Este trastorno también recibe el nombre de ojo seco; produce ardor, sensación de cuerpo extraño, hiperemia y fotofobia. En los casos leves el ojo tiene un aspecto normal, pero la producción de lágrimas es deficiente. Algunos fármacos de acción generalizada como los antihistamínicos, anticolinérgicos y psicotrópicos pueden causar sequedad ocular porque aminoran la secreción lagrimal. Los trastornos que afectan directamente a la glándula lagrimal, como la sarcoidosis y el síndrome de Sjögren, también producen ojo seco. Los problemas de sequedad ocular son también comunes después de lesiones que afectan par craneal V o VII. La anestesia corneal resulta en particular peligrosa porque la ausencia del refljo de parpadeo normal expone la córnea a lesiones indoloras no percibidas por el paciente.

 

Queratitis

La queratitis constituye una amenaza para la visión debido al riesgo de opacidad corneal, cicatrización y perforación. Las dos causas principales de ceguera por queratitis son el tracoma debido a la infección por clamidias y el déficit de vitamina A relacionado con la desnutrición. Las infecciones de la córnea pueden clasificarse como superficiales (queratoconjuntivitis) o profundas, ulceradas y graves. Estas últimas se acompañan de una mayor pérdida visual, dolor, fotofobia, eritema y secreción.  Las infecciones micóticas son frecuentes en climas húmedos y cálidos, en particular si la córnea ha sufrido una lesión penetrante por una planta o material vegetal.

 

Herpes simple

Los virus herpéticos constituyen una causa importante de ceguera debida a queratitis. La primoinfección ocular es producida por el herpes simple tipo 1 y no por el tipo 2. Se manifiesta en la forma de una blefaroconjuntivitis folicular unilateral, que se confunde fácilmente con la conjuntivitis adenoviral, a menos que aparezcan las vesículas reveladoras alrededor de la piel periocular o la conjuntiva. La erupción viral en el epitelio de la córnea puede producir el aspecto dendrítico característico del herpes. El tipo dendrítico de ulceración del epitelio corneal, que detecta la tinción con fluoresceína, es patognomónico de la infección herpética, pero sólo se observa en un reducido número de infecciones primarias. Las infecciones oculares recurrentes son consecuencia de la reactivación del virus herpético latente.  La afectación del estroma de la córnea causa edema, vascularización e iridociclitis.

 

Herpes zoster

El herpes zóster, que surge por la reactivación del virus latente de la varicela. Los síntomas oculares pueden aparecer tras la erupción del zóster en cualquier rama del nervio trigémino. El herpes zóster oftálmico produce dendritas corneales que son difíciles de distinguir de las del herpes simple. La queratitis del estroma, la uveítis anterior, la hipertensión ocular, las parálisis oculomotoras, la
necrosis aguda de la retina y la cicatrización y neuralgia posherpéticas representan otras secuelas comunes.

 

Epiescleritis

El término epiescleritis se aplica a la inflamación de la epiesclerótica, una capa fina de tejido conjuntivo situado entre la conjuntiva y la esclerótica. La epiescleritis remeda la conjuntivitis, pero es un trastorno más localizado y no produce secreción. La mayor parte de los casos es idiopático, pero algunos acompañan a enfermedades autoinmunitarias. A menudo acompaña a las conjuntivopatías como artritis reumatoide, lupus eritematoso, poliarteritis nudosa, granulomatosis con polivasculitis (de Wegener) o policondritis recurrente. La inflamación y engrosamiento de la esclerótica son difusos o nodulares. En las variedades anteriores de escleritis el globo ocular adquiere un tono violeta y el paciente se queja de hipersensibilidad ocular intensa y dolor. En la escleritis posterior, el dolor y enrojecimiento son menos pronunciados, pero a menudo se acompañan de proptosis, derrame coroideo, motilidad reducida y capacidad visual reducida.

 

Uveítis

La uveítis abarca a las estructuras anteriores del ojo y también se denomina iritis o iridociclitis. Hay  células inflamatorias que flotan en el humor acuoso o se depositan en el endotelio corneal (precipitados corneales). La uveítis anterior acompaña a la sarcoidosis, espondilitis anquilosante, artritis reumatoide juvenil, enteropatía inflamatoria, psoriasis, artritis reactiva y enfermedad de Behçet. Igualmente, acompaña a infecciones herpéticas, sífilis, enfermedad de Lyme, oncocercosis, tuberculosis y lepra.

 

Uveítis posterior

La uveítis posterior se identifica por la inflamación del vítreo, la retina o la coroides en el examen del fondo de ojo. Algunos enfermos sufren panuveítis o inflamación de los segmentos anterior y posterior del ojo. La uveítis posterior constituye una manifestación para las enfermedades autoinmunitarias como sarcoidosis, enfermedad de Behçet, síndrome de Vogt-Koyanagi-Harada y enteropatía inflamatoria. También acompaña a otras enfermedades como toxoplasmosis, oncocercosis, cisticercosis, coccidioidomicosis, toxocariosis e histoplasmosis, sífilis, borreliosis de Lyme, tuberculosis, linforreticulosis benigna, enfermedad de Whipple y brucelosis. En la esclerosis múltiple pueden aparecer lesiones inflamatorias crónicas en la zona periférica más extrema de la retina (pars planitis o uveítis intermedia).

 

Glaucoma de ángulo cerrado agudo

El glaucoma de ángulo cerrado agudo es una causa rara de ojo rojo y doloroso. El riesgo es mayor en las personas con una cámara anterior reducida, ya sea por la escasa longitud axial (hipermetropía) o por el engrosamiento del cristalino a causa del desarrollo gradual de cataratas. Cuando la pupila adquiere una dilatación intermedia, la porción periférica del iris bloquea el flujo de humor acuoso a través del ángulo anterior, con aumento repentino de la presión intraocular que genera dolor, hiperemia, edema corneal, oscurecimiento y visión borrosa. El diagnóstico se corrobora al medir la presión intraocular durante el ataque agudo u observar el estrechamiento del ángulo de la cámara, por medio de una lente de contacto con espejos especiales.

 

Endoftalmitis

Este trastorno se debe a las infecciones bacterianas, virales, micóticas o parasitarias de las estructuras internas del ojo y suele adquirirse por diseminación hematógena desde un lugar remoto. El riesgo máximo para la endoftalmitis endógena lo presentan los enfermos crónicos, diabéticos o inmunodeprimidos, en particular aquellos con antecedentes de cateterismo intravenoso prolongado o hemocultivos positivos. La mayoría de ellos sufre dolor e hiperemia oculares, pero a veces el único síntoma es la pérdida de la visión. Los émbolos sépticos que parten de una lesión cardiaca valvular o de un absceso dental y se alojan en la circulación retiniana pueden producir endoftalmitis. Las hemorragias retinianas con un centro blanco (manchas de Roth) se consideran patognomónicas de la endocarditis bacteriana subaguda, pero también pueden observarse en la leucemia, la diabetes y en otras muchas enfermedades. La endoftalmitis se presenta también como una complicación de la cirugía ocular.

 

 

 

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