Enfermedad hepática esteatótica asociada a disfunción metabólica

La enfermedad hepática esteatósica (EHE) es un término general que se utiliza para describir el exceso de grasa en el hígado, una condición que engloba diversas afecciones que afectan a este órgano debido a la acumulación de lípidos. La enfermedad hepática esteatósica metabólicamente asociada (MASLD, por sus siglas en inglés) se refiere a una forma específica de enfermedad hepática esteatósica que se presenta en el contexto del síndrome metabólico. Este síndrome incluye una serie de alteraciones, tales como sobrepeso u obesidad, diabetes mellitus tipo 2, alteración en la regulación de la glucosa, hipertensión y dislipidemia, caracterizada generalmente por niveles reducidos de lipoproteínas de alta densidad (HDL). La prevalencia de MASLD, anteriormente conocida como enfermedad hepática grasa no alcohólica (NAFLD), se estima en aproximadamente un 36% de la población adulta de Estados Unidos, y ha aumentado su incidencia al menos cinco veces desde finales de la década de 1990. Este fenómeno no se limita a los adultos, ya que incluso adolescentes y jóvenes adultos pueden verse afectados por esta condición.
Las principales causas de la MASLD son la obesidad, presente en al menos el 40% de los pacientes afectados; la diabetes mellitus, en un 20% o más; y la hipergliceridemia, también en aproximadamente un 20% de los casos. Estas condiciones están relacionadas con la resistencia a la insulina, que forma parte del síndrome metabólico. Además, más del 25% de los pacientes con MASLD consumen al menos 20 gramos de alcohol al día, lo que lleva a algunos expertos a usar el término «enfermedad hepática metabólica y alcohólica asociada» (MetALD) para describir a este subgrupo específico. En personas con síndrome metabólico, el riesgo de desarrollar MASLD es de 4 a 11 veces mayor en comparación con aquellos que no presentan resistencia a la insulina.
Cabe destacar que también existen personas no obesas que pueden padecer MASLD, y estas personas suelen ser más frecuentes entre los asiáticos, representando entre el 7% y el 20% de los casos de enfermedad hepática grasa no alcohólica. Estos individuos presentan perfiles metabólicos característicos de resistencia a la insulina. Además, existen otros factores que pueden contribuir a la aparición de esta enfermedad hepática, tales como el uso de ciertos medicamentos como corticosteroides, amiodarona, diltiazem, metotrexato, tamoxifeno, irinotecán, oxaliplatino y terapias antirretrovirales. Igualmente, las exposiciones tóxicas a sustancias como el cloruro de vinilo, el tetracloruro de carbono y el fósforo amarillo también pueden inducir una acumulación de grasa en el hígado. Otras condiciones endocrinas, como el síndrome de Cushing, la hipopituitarismo, el síndrome de ovario poliquístico, el hipotiroidismo, la hipobetalipoproteinemia y otros trastornos metabólicos, son también factores de riesgo para el desarrollo de EHE.
Asimismo, trastornos como la apnea obstructiva del sueño, que se caracteriza por hipoxia intermitente crónica, y el consumo excesivo de fructosa en la dieta, así como la desnutrición, el síndrome de realimentación y la nutrición parenteral total, son condiciones asociadas con la enfermedad hepática esteatósica. De hecho, se ha observado que el riesgo de MASLD aumenta en personas con psoriasis, y parece haber una correlación entre la actividad de la psoriasis y la gravedad de la enfermedad hepática asociada. Además, factores como el consumo de bebidas azucaradas, carne roja, la exposición a contaminantes del aire y la colecistectomía, es decir, la extirpación de la vesícula biliar, también se han vinculado a un mayor riesgo de desarrollar MASLD.
Es importante destacar que la actividad física regular puede desempeñar un papel protector en la prevención del desarrollo de MASLD. La práctica de ejercicio contribuye a la mejora de la sensibilidad a la insulina, la reducción de la inflamación sistémica y la mejora de los perfiles lipídicos, lo que favorece la salud hepática y reduce el riesgo de enfermedad hepática esteatósica.
Además de la esteatosis macrovesicular, las características histológicas de la enfermedad hepática esteatósica asociada a disfunción metabólica (MASH, por sus siglas en inglés) pueden incluir infiltración focal por neutrófilos polimorfonucleares y la presencia de hialina de Mallory. Este patrón es indistinguible del observado en la hepatitis asociada al alcohol y, por lo tanto, se utiliza para describir una forma más avanzada de la enfermedad, que afecta entre un 3% y un 6% de la población de Estados Unidos. De estos pacientes, aproximadamente un 20% desarrollará cirrosis.
En los pacientes con enfermedad hepática esteatósica metabólicamente asociada (MASLD), la edad avanzada, la obesidad y la diabetes mellitus se identifican como factores de riesgo para la fibrosis hepática avanzada y la cirrosis. Por otro lado, el consumo de café parece reducir este riesgo, lo que se ha relacionado con sus efectos antioxidantes e inflamatorios, que podrían proteger el hígado de los daños asociados con la enfermedad.
La frecuencia y gravedad de la MASLD es mayor en hombres que en mujeres durante la edad reproductiva. Sin embargo, después de la menopausia, la frecuencia de la enfermedad hepática esteatósica es más alta en mujeres que en hombres, lo que sugiere que los estrógenos ejercen un efecto protector sobre el hígado. No obstante, en mujeres, el uso de hormonas sintéticas, tales como anticonceptivos orales y terapia de reemplazo hormonal, se ha asociado con un aumento de la severidad histológica de la MASH, lo que puede agravar la evolución de la enfermedad hepática.
La cirrosis asociada con MASH parece ser poco frecuente en personas de raza negra, lo que podría estar relacionado con factores genéticos o ambientales específicos que modulan la respuesta del hígado ante el daño metabólico. Además, los pacientes con MASLD tienen un mayor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares (CVD), enfermedades renales crónicas (CKD) y cáncer colorrectal, lo que subraya la importancia de un diagnóstico temprano y un manejo adecuado de la enfermedad hepática para prevenir complicaciones graves.
Por otro lado, la esteatosis microvesicular, que se caracteriza por la acumulación de pequeñas gotas de grasa dentro de los hepatocitos, está asociada con diversas condiciones, entre ellas el síndrome de Reye, la toxicidad hepática inducida por medicamentos como didanosina, stavudina, linezolid, ácido valproico o dosis altas de tetraciclina, así como la hepatopatía grasa aguda del embarazo. Esta forma de esteatosis hepática puede conducir a una insuficiencia hepática aguda, una condición potencialmente fatal que requiere intervención médica urgente.
Manifestaciones clínicas
La mayoría de los pacientes con enfermedad del hígado graso no alcohólica metabólicamente asociada no presentan síntomas evidentes o bien experimentan solo molestias leves en el cuadrante superior derecho del abdomen. Este cuadro clínico es característico porque la condición puede avanzar sin manifestarse de manera significativa hasta etapas más avanzadas. La falta de síntomas en etapas iniciales se debe a que la acumulación de grasa en el hígado, que es la característica fundamental de esta enfermedad, no provoca una respuesta inflamatoria o alteraciones en la función hepática lo suficientemente graves como para ser detectadas clínicamente. En la mayoría de los casos, los pacientes no se sienten lo suficientemente afectados como para buscar atención médica, lo que contribuye a que la enfermedad pase desapercibida durante mucho tiempo.
En cuanto a la hepatomegalia, es decir, el agrandamiento del hígado, se presenta en hasta el 75% de los pacientes con MASLD. Este fenómeno se debe a la acumulación de grasa dentro de las células hepáticas (hepatocitos), lo que aumenta el volumen del órgano. Sin embargo, a pesar de esta alteración en el tamaño del hígado, los pacientes generalmente no presentan signos evidentes de enfermedad hepática crónica. Esto es indicativo de que, en las primeras fases de MASLD, el hígado puede estar agrandado pero funcionalmente intacto, sin mostrar los signos clásicos de daño hepático grave como la ictericia, la ascitis o la encefalopatía hepática.
Los signos de hipertensión portal, una condición que indica una presión elevada en el sistema venoso portal del hígado, generalmente ocurren en etapas más avanzadas de la enfermedad, como en presencia de fibrosis hepática avanzada o cirrosis. La fibrosis hepática avanzada es un proceso de cicatrización que ocurre como respuesta a una lesión hepática crónica, mientras que la cirrosis es una forma más severa y generalizada de fibrosis que puede comprometer gravemente la función del hígado. Sin embargo, en algunos casos, pacientes con MASLD que presentan un grado mínimo o incluso ausencia de fibrosis hepática significativa pueden experimentar signos de hipertensión portal si tienen una cantidad severa de acumulación de grasa en el hígado (esteatosis). Esto ocurre porque la acumulación excesiva de grasa puede alterar la estructura del tejido hepático y afectar la microcirculación hepática, generando cambios en la presión dentro del sistema portal sin que necesariamente se haya producido un daño significativo a nivel de los hepatocitos o del parénquima hepático.
Exámenes diagnósticos
Los estudios de laboratorio en pacientes con enfermedad del hígado graso no alcohólica metabólicamente asociada pueden mostrar niveles levemente elevados de aminotransferasas (alanina aminotransferasa y aspartato aminotransferasa) y fosfatasa alcalina. Sin embargo, es importante destacar que en hasta el 80% de las personas con esteatosis hepática (acumulación de grasa en el hígado), los valores de laboratorio pueden ser normales, lo que puede dificultar la detección temprana de la enfermedad. Esto contrasta con otras enfermedades hepáticas, como la enfermedad hepática asociada al alcohol, donde los cambios en las enzimas hepáticas son más evidentes. En MASLD, la relación entre la alanina aminotransferasa (ALT) y la aspartato aminotransferasa (AST) suele ser superior a 1.0, lo que refleja un patrón característico de la enfermedad. Sin embargo, esta relación tiende a disminuir a medida que la enfermedad progresa hacia etapas de fibrosis avanzada o cirrosis, donde la actividad de ambas enzimas puede igualarse o incluso ser más baja.
En cuanto a los hallazgos autoinmunitarios, en algunos pacientes con MASLD pueden detectarse anticuerpos antinucleares (ANA) o anticuerpos contra músculo liso, así como un nivel elevado de ferritina sérica, en aproximadamente el 30% de los casos. Estos hallazgos pueden ser indicativos de un componente autoinmunitario o inflamatorio adicional en la enfermedad, aunque no son específicos de MASLD. De manera interesante, también se observa con frecuencia deficiencia de hierro en los pacientes con MASLD, lo que se asocia especialmente con el sexo femenino, la obesidad, un aumento en la circunferencia de la cintura, la diabetes mellitus y con personas de raza negra o nativos americanos. La deficiencia de hierro puede reflejar un desequilibrio en el metabolismo del hierro relacionado con la inflamación crónica o la resistencia a la insulina, ambos factores comunes en el contexto de MASLD.
En cuanto a la evaluación por imágenes, la esteatosis hepática macrovascular (presencia de grandes depósitos de grasa en el hígado) puede ser visualizada mediante ultrasonografía, tomografía computarizada (CT) o resonancia magnética (RM). No obstante, las técnicas de imagen no son capaces de diferenciar entre la simple esteatosis hepática y la esteatohepatitis (inflamación del hígado asociada a la acumulación de grasa), ni de detectar la fibrosis hepática, que es un signo de daño hepático más avanzado. Para obtener una estimación más precisa del contenido de grasa hepática y la progresión de la fibrosis, existen técnicas más avanzadas. El parámetro de atenuación controlada, medido durante la elastografía transitoria, la fracción de grasa por densidad de protones de la resonancia magnética o la espectroscopía de resonancia magnética, permiten cuantificar el contenido de grasa hepática y han demostrado correlacionarse con el riesgo de progresión de la fibrosis hepática. Estas herramientas pueden proporcionar una estimación no invasiva del grado de acumulación de grasa en el hígado y de la posible fibrosis, lo que ayuda en la evaluación del pronóstico de la enfermedad. Además, el uso de elastografía por ultrasonido o resonancia magnética para evaluar la rigidez hepática también se ha convertido en una herramienta útil para estimar el grado de fibrosis hepática, lo que es crucial para evaluar la progresión de la enfermedad y decidir sobre la intervención terapéutica más adecuada.
La biopsia hepática percutánea es un procedimiento diagnóstico estándar utilizado para evaluar el grado de inflamación y fibrosis en el hígado. A pesar de su utilidad, la biopsia conlleva ciertos riesgos, como hemorragias o lesiones de otros órganos, que deben ser equilibrados con los beneficios potenciales que aporta en términos de información para las decisiones de manejo y la evaluación del pronóstico del paciente. La biopsia hepática no se recomienda en pacientes asintomáticos con esteatosis hepática detectada por imagen, pero que tienen resultados normales en los análisis de bioquímica hepática, dado que la información obtenida podría no cambiar significativamente el curso del tratamiento.
El espectro histológico de la enfermedad del hígado graso no alcohólica metabólicamente asociada (MASLD) incluye varias etapas, desde la simple acumulación de grasa en el hígado (esteatosis) hasta etapas más avanzadas, como la fibrosis portal aislada, la esteatohepatitis (inflamación hepática asociada a grasa) y la cirrosis, que representa un daño hepático irreversible. Sin embargo, en la práctica clínica actual, se prefieren los enfoques no invasivos para la evaluación de la fibrosis hepática debido a que son más seguros y menos costosos que la biopsia. La biopsia hepática se reserva solo cuando los resultados de las pruebas no invasivas no son concluyentes.
Entre los métodos no invasivos para evaluar la fibrosis hepática, el índice FIB-4 es una herramienta simple y ampliamente utilizada para excluir la fibrosis avanzada. Este índice se calcula utilizando la edad del paciente, el recuento de plaquetas y los niveles séricos de las enzimas hepáticas AST y ALT. Debido a su simplicidad, el FIB-4 se emplea comúnmente para realizar un cribado de fibrosis avanzada y se recomienda repetirlo cada 1-2 años para monitorear cualquier cambio.
Otro puntaje importante para identificar fibrosis avanzada es el NAFLD Fibrosis Score, que también se utiliza para evaluar el riesgo de complicaciones hepáticas y la muerte en pacientes con enfermedad hepática grasa no alcohólica. Este puntaje se basa en factores como la edad, la presencia de hiperglucemia, el índice de masa corporal (IMC), el recuento de plaquetas, los niveles de albúmina y la relación AST/ALT. Tiene un valor predictivo positivo superior al 80%, lo que lo convierte en una herramienta útil para identificar a los pacientes que están en mayor riesgo de sufrir complicaciones hepáticas graves.
En pacientes con obesidad mórbida, un sistema de puntuación clínica ha sido desarrollado para predecir la probabilidad de que presenten esteatohepatitis no alcohólica (MASH). Este sistema se basa en seis factores predictivos: hipertensión, diabetes mellitus tipo 2, apnea del sueño, niveles de AST mayores a 27 U/L, niveles de ALT mayores a 27 U/L y la no pertenencia a la raza negra.
El Enhanced Liver Fibrosis (ELF) score es otro sistema de puntuación que se utiliza para evaluar el grado de fibrosis hepática. Este índice se basa en la medición de tres biomarcadores: el inhibidor de la metaloproteinasa tisular 1 (TIMP-1), el propéptido aminoterminal del colágeno tipo III y el ácido hialurónico. Se ha demostrado que este marcador correlaciona bien con el estadio de la fibrosis y se emplea con mayor frecuencia cuando el FIB-4 muestra resultados elevados.
Por último, la medición de la rigidez hepática mediante elastografía es otro método que permite evaluar la fibrosis hepática. La elastografía es especialmente útil cuando los resultados del FIB-4 son elevados, ya que mide la resistencia del hígado, que aumenta con la fibrosis. No obstante, los resultados de elastografía pueden ser menos precisos en personas obesas en comparación con aquellas que no lo son, lo que es un factor a considerar al utilizar esta técnica en el diagnóstico y monitoreo de la fibrosis hepática.
Tratamiento
El tratamiento de la enfermedad del hígado graso no alcohólica metabólicamente asociada (MASLD) se basa principalmente en cambios en el estilo de vida que buscan eliminar o modificar los factores causales, frecuentemente dentro de un enfoque multidisciplinario. La pérdida de peso, la restricción calórica y de fructosa en la dieta, el aumento de la fibra dietética y la práctica de ejercicio moderado (enfocándose en la reducción de la obesidad abdominal) suelen mejorar las pruebas bioquímicas hepáticas y reducir la esteatosis en pacientes obesos con MASLD. Estos cambios no solo tienen un impacto en la salud hepática, sino que también pueden tener efectos beneficiosos en otras comorbilidades metabólicas asociadas, como la diabetes tipo 2 y la hipertensión.
Una de las recomendaciones dietéticas más efectivas es la adopción de una dieta mediterránea, que ha demostrado reducir el contenido de grasa hepática incluso sin pérdida de peso. Esta dieta, rica en grasas saludables como las que provienen del aceite de oliva, frutas, verduras, legumbres, pescados y frutos secos, se considera beneficiosa para la salud del hígado, ya que mejora la función hepática y reduce la inflamación sin necesidad de un cambio drástico en el peso corporal. Además, el ayuno intermitente ha mostrado ser prometedor como una estrategia terapéutica, ya que puede mejorar el metabolismo y la salud hepática.
En términos generales, para observar mejoras en la esteatosis hepática, se considera necesario perder al menos un 5% del peso corporal. Sin embargo, para lograr mejoras en la esteatohepatitis (inflamación hepática asociada con grasa) se recomienda una pérdida de peso superior al 7%, y para mejorar la fibrosis hepática, es necesario reducir el peso en un 10% o más. Estos objetivos de pérdida de peso no solo son efectivos para mejorar la salud del hígado, sino que también reducen el riesgo de progresión de la enfermedad a formas más graves, como la cirrosis.
El ejercicio también juega un papel crucial en la reducción de la grasa hepática, aunque es posible que no siempre conduzca a una pérdida de peso significativa o a una disminución directa en los niveles de alanina aminotransferasa (ALT), una enzima hepática que se eleva en la inflamación hepática. La actividad física regular, especialmente el ejercicio aeróbico y el entrenamiento de resistencia, ha demostrado ser igualmente eficaz en la reducción del contenido de grasa hepática en pacientes con MASLD, incluso en aquellos que también padecen diabetes tipo 2. Ambos tipos de ejercicio ayudan a mejorar la sensibilidad a la insulina y a reducir la grasa visceral, que es la principal responsable de la acumulación de grasa en el hígado.
Aunque la evitación del alcohol es recomendada debido a su efecto potencialmente perjudicial sobre el hígado, el consumo moderado de vino puede no ser perjudicial en personas no fumadoras. Este punto está relacionado con el hecho de que el tabaquismo, que es un factor de riesgo independiente para el daño hepático, puede alterar la respuesta del hígado al alcohol, haciendo que el consumo de este sea más dañino en los fumadores.
El tratamiento farmacológico de la esteatohepatitis no alcohólica metabólicamente asociada está en constante investigación, y varios fármacos han mostrado cierto potencial para mejorar la enfermedad. Uno de los tratamientos más estudiados es la vitamina E a una dosis de 800 unidades internacionales por día, que se ha utilizado principalmente para reducir el estrés oxidativo, un factor clave en el desarrollo de la esteatohepatitis no alcohólica (NASH). Los estudios han mostrado que la vitamina E puede ser beneficiosa en pacientes con NASH que no padecen diabetes mellitus. Sin embargo, su uso está rodeado de controversia, ya que algunos estudios sugieren que la vitamina E podría aumentar el riesgo de cáncer de próstata en hombres y el riesgo de accidente cerebrovascular hemorrágico. Además, los beneficios del tratamiento con vitamina E a menudo no se mantienen a largo plazo, lo que limita su eficacia como tratamiento continuo.
Otro grupo de medicamentos que se están estudiando son los tiazolidinedionas, como la pioglitazona, que actúan mejorando la resistencia a la insulina. En la mayoría de los estudios relevantes, estos fármacos han demostrado mejorar tanto los niveles séricos de aminotransferasas como las características histológicas de la esteatohepatitis, lo que sugiere que pueden reducir la inflamación y el daño hepático. Sin embargo, uno de los efectos secundarios más comunes es el aumento de peso, lo que puede ser problemático, especialmente en pacientes con obesidad.
Ácido obeticólico, un agonista del receptor X farnesoide (FXR), ha sido aprobado para el tratamiento de la colangitis biliar primaria (PBC, por sus siglas en inglés) y también ha demostrado mejorar la fibrosis hepática en pacientes con MASH. Este fármaco actúa modulando la actividad de los ácidos biliares y puede ser útil en pacientes con fibrosis hepática relacionada con MASH.
Los análogo de GLP-1, como semaglutida y liraglutida, y tirzepatida (un agonista dual del receptor de GLP-1 y del polipéptido insulinotrópico dependiente de glucosa), están siendo utilizados principalmente como terapias para la pérdida de peso. Estos fármacos no solo ayudan a reducir el peso corporal, sino que también han mostrado eficacia en el tratamiento de la MASLD, aunque aún no está claro si tienen un efecto en la reversión de la fibrosis hepática. Dado que la pérdida de peso es una de las intervenciones más efectivas para mejorar la salud hepática, estos fármacos son de interés en el manejo de MASH, especialmente en pacientes con obesidad.
En 2024, la FDA otorgó aprobación acelerada al resmetirom, un agonista del receptor de hormona tiroidea beta, para el tratamiento de pacientes con MASH y fibrosis. Este medicamento está diseñado para mejorar la función hepática mediante la modulación de la señalización de los receptores de hormona tiroidea, lo que se ha demostrado que mejora la fibrosis en estudios preliminares.
Los estatinas, comúnmente utilizadas para reducir el colesterol, no están contraindicadas en pacientes con MASLD y pueden ofrecer beneficios adicionales. Algunos estudios sugieren que las estatinas pueden proteger contra la progresión histológica de la enfermedad hepática en ciertos pacientes, posiblemente al reducir la inflamación y mejorar los perfiles lipídicos, lo que podría disminuir el riesgo de fibrosis y cirrosis.
En cuanto a la cirugía bariátrica, se puede considerar en pacientes con un índice de masa corporal (IMC) superior a 35. La cirugía bariátrica ha demostrado llevar a la regresión histológica de MASH en la mayoría de los pacientes, lo que significa que puede reducir significativamente la grasa hepática y la inflamación. Sin embargo, en algunos casos, la cirugía puede empeorar la condición hepática, por lo que debe ser cuidadosamente evaluada.
El transplante de hígado es una opción para pacientes con cirrosis avanzada debido a MASH. Esta es actualmente la tercera indicación más común (y la de más rápido crecimiento) para el trasplante hepático en los Estados Unidos. Sin embargo, el trasplante de hígado para MASH con cirrosis avanzada puede estar asociado con una mayor mortalidad debido a complicaciones, como enfermedades cardiovasculares (CVD, por sus siglas en inglés) y sepsis, en comparación con otros pacientes trasplantados por diferentes indicaciones. Esto resalta la necesidad de un manejo adecuado de las comorbilidades asociadas, como la enfermedad cardiovascular, en estos pacientes.
Pronóstico
La esteatosis hepática, o acumulación de grasa en el hígado, suele seguir un curso benigno o progresivo de manera lenta y es generalmente reversible con la eliminación del alcohol y el tratamiento de las condiciones subyacentes que la causan. Sin embargo, si no se trata adecuadamente, la fibrosis hepática (daño progresivo en el hígado) puede avanzar a un ritmo promedio de una etapa cada 14 años, aunque aproximadamente el 20% de los pacientes experimentan una progresión más rápida. En el contexto de la enfermedad del hígado graso no alcohólica metabólicamente asociada (MASLD, por sus siglas en inglés), varios factores aumentan la probabilidad de desarrollar esteatohepatitis no alcohólica (MASH), que es una forma más avanzada de la enfermedad. Estos factores incluyen la obesidad, la edad avanzada, la etnia (con mayor riesgo en personas no negras), el sexo femenino, la diabetes mellitus, la hipertensión, niveles elevados de aminotransferasas (ALT o AST), una relación AST/ALT alta, un recuento bajo de plaquetas, niveles elevados de C-peptido en ayunas y un puntaje alto en ecografía de esteatosis hepática.
La MASH se asocia con fibrosis hepática en aproximadamente el 40% de los casos, y la progresión de la fibrosis en estos pacientes ocurre a un ritmo de una etapa cada 7 años. Un porcentaje significativo de estos pacientes (entre el 9% y el 25%) desarrollará cirrosis, y de estos, entre el 30% y el 50% de los pacientes con cirrosis pueden experimentar descompensación hepática en un periodo de 10 años. La evolución de la enfermedad tiende a ser más agresiva en personas con diabetes que en las que no padecen esta condición.
La mortalidad en los pacientes con MASLD está directamente correlacionada con el estadio de fibrosis hepática, siendo las principales causas de muerte las enfermedades cardiovasculares (CVD) y el cáncer (incluyendo el carcinoma hepatocelular [HCC], cáncer colorectal y cáncer de mama), además de las complicaciones hepáticas. Los factores de riesgo para la mortalidad en pacientes con MASLD incluyen la edad avanzada, el sexo masculino, la raza blanca, la variante I148M del gen PNPLA3 (asociada con un mayor riesgo de enfermedad hepática), el tabaquismo, un índice de masa corporal (IMC) elevado, la hipertensión, la diabetes mellitus, la inseguridad alimentaria y un estadio avanzado de fibrosis hepática.
En la población general, tanto el exceso de adiposidad como la reducción de la actividad física son predictores significativos de mortalidad relacionada con enfermedades hepáticas. Además, la esteatosis hepática actúa como un cofactor en la progresión de la fibrosis en pacientes con otras causas de enfermedad hepática crónica, como la hepatitis C. En este sentido, MASLD se reconoce también como un factor de riesgo para la enfermedad renal crónica.
El carcinoma hepatocelular (HCC), una complicación temida de la cirrosis, también se puede presentar en pacientes con cirrosis secundaria a MASH, al igual que ocurre con otras causas de cirrosis hepática. Además, se ha reportado la aparición de HCC incluso en la ausencia de cirrosis, lo que subraya la gravedad de la enfermedad hepática asociada con MASLD. La esteatohepatitis no alcohólica (NASH) representa una proporción importante de los casos de cirrosis criptogénica (cirrosis sin una causa identificable), y puede recurrir incluso después de un trasplante hepático.
La obesidad central, es decir, la acumulación de grasa en la zona abdominal, es un factor de riesgo independiente para la mortalidad relacionada con la cirrosis de cualquier causa, incluida la cirrosis secundaria a MASH. Esto subraya la importancia de abordar no solo la enfermedad hepática, sino también la gestión de la obesidad abdominal y sus comorbilidades, que son determinantes clave en la progresión de la enfermedad hepática y en el riesgo global de muerte en pacientes con MASLD.
Fuente y lecturas recomendadas:
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